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Molly, como toda persona, tiene sus días buenos y sus días malos.

A ella le encanta el helado, pero no cree que sea la solución a sus problemas, como se muestra en la mayoría de los libros.

En estos casos tienes que llevarla a un lugar muy especial y decirle lo valiosa que es.

Les contaré otra historia, de cuado recién llevábamos un mes de novias.

Llegué a su casa, ese día tenía muchas ganas de verla y pasar tiempo con ella, pero en cuanto su madre me abrió la puerta sabía que algo andaba mal. Me hizo una señal con la cabeza, indocandome que pasara y fuera directamente con la pelirroja, me susurró que estaba en su habitación. Yo fui corriendo y tratando de no tropezar en las escaleras. Al entrar en su habitación, la vi en su cama, con el cabello enredado y los ojos llorosos. Me pareció terrible verla en ese estado, algo dentro de mí se rompía.

-¿Qué ocurrió? -Le pregunté preocupada, acercandome lentamente hacia su cama, para sentarme a su lado y acariciar su hermoso cabello. Ella llevó sus manos a su rostro y se limpió las lágrimas.

-¿Por qué? -Había preguntado ella, con la voz rota. Yo la miré confundida, prestandole toda mi atención. -¿Por qué yo? ¿Por qué te enamorarías de mí?

-¿Es necesario que lo diga todo? -Sonreí inconscientemente. -Me enamoré de ti por tu locura, tu obsesión con el chocolate, por tu forma de sacarme adelante, tu fortaleza, porque no eres una chica común y, debo admitir que tu cabello también ayudó -soltó una ligera risa, que me alegró saber que fui yo quien la causó-. Y por muchas cosas más, pero tardaría mucho diciéndolo.

-Eres terriblemente hermosa, ¿lo sabes? -Reí mientras negaba con la cabeza.

-Tú eres demasiado hermosa para estar llorando, así que, tomas una ducha y ¡vamos a salir!

-¿A dónde? -Preguntó, tratando de sonreír.

-Lo sabrás cuando lleguemos. -Volvió a reír antes de entrar a su baño. Yo la esperé en su cama, mirando la televisión. Cuando salió, ya estaba cambiada, pero con una toalla en la cabeza, envolviendo su cabello rebelde. Me adelanté por ella y tomé el cepillo, le indiqué que se sentara en su cama para cepillarle el cabello. Ella no se negó y le quité la toalla para comenzar a cepillar sus rizos rojos.

Una vez que estuvo lista, salimos de su casa (después de avisarle a su madre) y la llevé a una feria que había llegado a la ciudad, donde había un montón de juegos mecánicos.

Más noche, volví a preguntarle la razón por la cual estaba llorando.

-Mi padre. -Fue lo que contestó y no necesitó dar explicaciones, porque yo ya lo sabía. Él las había abandonado semanas después de que Molly les confesara que era lesbiana. Ella se culpaba por eso, aunque su madre y yo le habíamos dicho incontables veces que no era su culpa, que su padre era un tarado.

A pesar de todo eso, esa noche la pasamos muy bien en los juegos.

En conclusión, el siguiente paso para conquistar a Molly y no morir en el intento, ya está dicha: apoyarla y decirle lo valiosa que es.

Cómo conquistar a Molly y no morir en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora