Molly
Gigi era una chica a la cual miraba siempre, caminando por los pasillos de la triste escuela al lado de Paige, con la mirada baja y forzando una sonrisa cuando Paige decía algo.
Ella me daba cierta intriga, pero no era capaz de hablarle, no sabía porqué. Yo siempre podía hablar con facilidad a otras personas, pero con ella era diferente. Era como si supiera que al hablarle me estaba arriesgando a hacer algo más.
Pero verla en aquella fiesta me hizo ver la luz verde. No la dejaría ahí sola muriendo de aburrimiento, era fácil saber que la estaba pasando mal. Después de intercambiar unas pocas palabras, se me ocurrió llevarla a una heladería que estaba cerca de la casa de Paige, le dije que estaba cansada de tomar refresco, pero en realidad me moría por saber más de ella.
Nunca se veía feliz con la compañía de Paige, ella necesitaba a alguien más.
Decidí presentarle a mis amigos, porque la quería cerca, pero era muy dificil hacer acuerdos con esos chicos, siempre discutían por cualquier cosa. ¡Y a mí no me gusta discutir! Odio las peleas.
El grupo se desintegró, pero al menos me quedé con la compañía de Gigi.
Con el paso de los días, su mirada baja comenzó a cambiar por una más segura y alegre, lo que me hacía más feliz. En ese entonces mi propósito fue hacerla sonreir todos los días. Ese fue el gran error, el mejor error que pude cometer, porque a partir de eso fueron creciendo mis sentimientos hacia ella, ya no quería solo una simple amistad.
Pero ella me empezó a dar las mismas miradas que yo le daba, y sentí que había esperanza.
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Cómo conquistar a Molly y no morir en el intento
Short StoryUn titulo bastante largo para un libro muy corto. Pero la vida es rara, nada concuerda con nada. Y la vida tampoco viene con instrucciones. Eso es lo que Gigi lamenta tanto: no tener instrucciones para aprender a conquistar a la alocada pelirroja. A...