La Vida En Papel

Tic, Tac

Un reloj colgado en la pared, justo en el medio; en la parte de arriba cerca del techo, me marca los segundos y mis horarios. Limitando el tiempo, recordándome mis tareas y responsabilidad. Lo ignoro.

Me siento bien acá, sentado, en la ventana. Escuchando solamente los pájaros.
Estoy por primera vez en mucho tiempo, relajado.
No quiero pensar en lo que debo hacer.

Me siento bien, me siento libre.

Hace cuánto no me sentía así. Me ayuda mucho sentarme acá en un feriado, con el sol penetrando mi cuarto, haciendo ver todo lo que hay dentro mucho más lindo.

Me siento libre, mientras veo ese pájaro pasar y me imagino ser uno, me imagino volando sobre todo mientras me dejo llevar por el viento.

Volando sin ninguna dirección y sintiéndome bien así.

Tengo la costumbre de tener un destino hacia dónde ir.
Que lindo sería que por un día, sólo un día no tengamos una dirección. No pensar en responsabilidades, en hacer lo que querés o tenés ganas y no lo que debés. En no preguntarte qué estás haciendo ahí, infeliz.

Qué estoy haciendo acá. En el colegio, encerrado, estudiando un tema que no me llama ni la más mínima atención.

¿De verdad quiero estar acá? Miro por la ventana, no hay nadie en los pasillos. A través de las ventanas de los otros cursos veo a otros como yo, sentados, siguiendo con la mirada al profesor.

No quiero esto, quiero salir y volar, quiero ser ese pájaro.

Quiero no preguntarme si mi vida tiene sentido o no. Porque para ese pájaro no existe el sentido, ni espera que lo haya. Él sólo vuela, vuela sin dirección, vuela porque quiere y porque tiene ganas. Vuela por él y no por otros.
Y qué si la vida del pajaro no tiene sentido, él qué sabe, él vive.
Porque de verdad, el sentido, es inexistente para la vida.

Vuelvo a escuchar el segundero del reloj, me hizo poner los pies en la tierra, me hizo volver de mis pensamientos. Lo saco. Lo llevo a otra lado. Vuelvo. Me siento.
Soy libre. Por un ratito al menos.