Siempre es de noche

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 De día pienso que te superé. Río, te miro sin dolor, pienso en que tus ojos ya no causan el mismo efecto, que ya no causan cosquilleos en mi pecho, ni hacen mis ojos llorosos. Que mi corazón cesó sus rápidos latidos. Que dejo de necesitar lo que una vez me hizo vulnerable para de necesitar a otra persona para completarme. Que soy capaz de completarme sin necesidad de ti. Que tus besos que no son conmigo no duelen. Y que tampoco duelen tus abrazos y caricias a otra persona. No me termina de romper, no duelen, no siento.

Pero entonces

Llega la noche y es cuando todo lo que creí superar desaparece. Así como abandona la fantasmagoría de ti en mi cabeza, como los recuerdos que de a poco desvanecen. Vuelve a doler. Vuelvo a sentir. Vuelvo a extrañar. Vuelven los pocos recuerdos que me quedan para atormentarme. Regresan tus ojos en mí, tu sonrisa se aparece diciéndome que vos también lo sentías pero nunca tuviste el valor de decirlo. Tus ojos frente a los míos en una noche aneblada, tus labios sobre los míos en secreto, tu rostro al dormir tranquilo sobre mi pecho. Vuelves para recordarme que todavía te amo. Reaparecen nuestros recuerdos como fotografías en una pantalla, una por una, momento tras momento. Entonces me pregunto, cómo, si volverías a mi diciéndome que me amas y que no importaría el entorno si estamos juntos, tiraría por la ventana todo el dolor que me causaste y te besaría. Te besaría con tanto cariño como una madre a su hijo. Con tanta intensidad como un amante al otro. Con tanto amor como el que me haces sentir. 

 Que alguien me explique, por qué me secaste con uno de tus dedos la lágrima que caía de mi mejilla izquierda, para luego colocarla en la derecha con más intensidad.  

Quisiera que siempre fuera de día. Para recordar menos y sonreír más.

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