Ser el alma que naufraga

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Sé lo que se siente,
creeme, porque soy como vos,
porque durante el día sonrió
y de noche me encuentro
gritando en silencio
debajo de las sábanas.

Sé cuán roto podés llegar a estar,
sé que vas por la calle sin noción
y que le sonreís a la soledad
porque es lo único que te queda.

Entiendo ese dolor,
y la necesidad de acabar
con el vacío que te empuja
a orillas del acantilado.

Sé que estás exhausto
de las esperanzas rotas,
de dormir para soñar
y de soñar para vivir
con la satisfacción de ver su rostro una vez más,
cada noche de tu vida.

Sé que te encontrás cansado
de la espera,
de las mañanas rotas
en las que te diste cuenta
que al despertar,
ese vació sigue ahí,
intacto, recordando lo que fué
y lo que no volverá a ser.

Sé que volteás la cabeza cada vez que va por detrás tuyo,
con la esperanza de que también mire hacia atrás.

Sé que te duele su cercanía
que ahora se encuentra distante,
y que te arrepentís
de no decir nada
queriendo decir todo.

Sé la carga que llevás,
y esa nostalgia
que te deja en dudas
si el destello que ilumina
dentro de la habitación
es la luz que dejó encendida
o el fuego que te consume.

Lo sé porque soy como vos;
soy la oscuridad que me invadió,
la soledad que de apoco habitué,
la tormenta que inundó mis ojos, hasta que no quedaron ya más brillos en ellos.

Sé lo que sentís,
porque yo también lo siento.
Porque soy como vos,
un alma lúgubre
que no encuentra el faro
que le guíe el camino.

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