C.VII- PAUL REVERE, EL PLATERO PATRIOTA
Bien avanzada la mañana me despierta un agradable olor a café recién hecho... por Manyira. Está sentada en un silla al lado de la cama con una bandeja en la que hay pan tostado con mantequilla y unas jarritas de leche y café humeantes. Me incorporo todavía aturdido por los sucesos de la reciente noche y, quizás más aún, por el desayuno que me ha traído mi niña. Le interrogo con la mirada y me responde que lo ha subido una mujer que trabaja en la oficina, cosa que de hecho llevan haciendo ya un par de horas, y que me levante porque ya está bien de vaguear, y que...
—¡Para, para, que me está empezando a doler la cabeza...! Oye, y ¿donde está Paul, se ha ido?
Me explica que al despertarse ella ya no se encontraba allí, pero que ha dejado una nota. Y me la extiende."Venid a última hora de la tarde a una taberna irlandesa que hay a unos diez minutos al sur de vuestra casa, en la calle Marshall 11. No tiene pérdida ya que está siempre muy concurrida y solo tenéis que preguntar por ella a cualquiera: El Dragón Verde. Allí os espero."
Me gusta el desayuno. Me recuerda a los que me hacían en la casa del barón y ese recuerdo me hace sentir bien. A mi niña también le ha gustado –es la primera vez que prueba la mantequilla con pan tostado– y desde luego a Munawa –esta no tiene problemas con la comida–, que a estas alturas ya está posada en mi hombro izquierdo.
El resto del día lo empleo en habituarme al trabajo en el piso de
MACQWA -29-abajo: recuento de las mercancías que entran y salen, horas de llegada y partida de las embarcaciones, hacer los pagos a las tripulaciones, elegir las más acordes para las siguientes singladuras... en fin, papeleos y vigilancia. Laborioso, pero fácil.
He tenido que dejar a mi águila –ha crecido considerablemente y no la puedo llevar conmigo a una taberna– en la habitación. No le ha hecho mucha gracia pero le he dejado un pequeño conejo despellejado que he comprado en el muelle a un comerciante y espero que ese "detalle" para con ella le alivie el encierro.
El viento salado y frío que llega del mar nos golpea en el rostro mientras caminamos a nuestra cita con el platero. ¿Que nos deparará el destino? ¿Sabré jugar bien mis cartas?—No te preocupes, amor, sé que tu puedes hacer todo lo que te propongas. Además, aquí estoy yo para lo que necesites...
Amarrada a mi brazo y pegada a mí, la pobre Manyira ha traído poca ropa de abrigo y tirita como un gorrioncillo. Le pongo sobre los hombros mi casaca y me sonrie agradecida. Yo la aprieto aún más contra mi, contento de que haya venido conmigo.Efectivamente y según su nota, a los pocos minutos llegamos al lugar cuando la noche se ha adueñado del entorno. Del interior salen voces alegres –influidas por las pintas de cerveza, sin duda– y sobre la puerta The Green Dragon en una placa metálica con las letras blancas silueteadas en verde. Un poco más abajo, discretamente, Irish Tavern.
Un silencio ominoso se produce a nuestra entrada, roto por una voz desde el fondo:—Ça va Macqwa, mon amie, viens ici!
Antes incluso de contestar, vuelven el alboroto y las fuertes voces a adueñarse del ambiente. Me dirijo hacia donde está sentado Paul con otros dos hombres blancos –uno más joven y otro de más edad–, que me
MACQWA -30-ofrecen la bienvenida efusivamente con elocuentes apretones de manos y palmadas en la espalda. Sin duda el platero ha hablado muy bien de mí.
Y una vez sentados y solicitada otra ronda de pintas –para ellos, por supuesto—, para nosotros dos limonadas...—Perdona por hablarte en mi idioma materno, pero en este sitio está mucho mejor visto que el inglés. Bueno, este hombre que hoy ves aquí tan serio y circunspecto se trata nada más y nada menos que de Samuel Adams, miembro de la Cámara de Representantes de este estado y el principal promotor de "Los Hijos de la Libertad".
Es el mayor de los tres. De unos cincuenta años, todo su porte transmite serenidad y confianza, tratándose sin duda de un líder que sabría llevar a las trece colonias a buen puerto.
—Y este es Jean Claude Bertrand, recién llegado de Toulon y ferviente admirador de nuestra causa por la que, según manifiesta, está dispuesto hasta ¡a dar su vida! –esto último en tono de broma.
Muy joven, unos años mayor que yo tan solo, se trata de un aristócrata elegantemente vestido, de facciones algo aniñadas, con aspecto callado y taciturno... pero pudiéndose leer claramente en su mirada una firme determinación.De mí saben lo que les ha contado Paul, y no mucho más. Así que les hablo de mis ideas anti británicas y de mi fascinación por todo lo francés –a causa de los largos meses pasados con Étienne d'Eglantinne–, aunque también he tenido que reconocerles que, aunque al principio solamente me movía el odio por los "demonios rojos" –aquí han sonreído los tres–, ahora está naciendo dentro de mí una fuerte atracción por la causa de la Independencia, por lo cual estaría dispuesto a cualquier acción que se me encomendara encaminada a lograr ese objetivo.
—Sin duda eres un muchacho valeroso... ¿Macqwa?
—Así me pusieron mis padres, señor –la voz del elegido por el
MACQWA -31-pueblo en la Cámara de Representantes de Massachusetts es ronca y de una sonoridad como nunca antes había oído. Ciertamente impone un respeto considerable.
—Bien, bien, no pongo objeciones al respecto. Aunque –miró al platero como excusándose–, tal vez no sea el nombre más adecuado en estas circunstancias.
—Solamente se trataba de una idea, señor... –con un gesto como queriendo quitarle importancia y tras aclararse la garganta, Paul Revere.
—¿De que idea se trata? –le pregunto con la confianza que da la incipiente amistad que nos une y, ¿por que no?, con algo de curiosidad.
—Creo que, ya que te unes a nosotros y a lo que veo por tu carácter, te vas a ver involucrado en muchos combates y batallas, debías cambiar tu nombre mohawk por uno francés ya que de esa manera serás mucho más respetado y, llegado el caso, obedecido. Al menos durante este conflicto y de cara a los demás. Porque para los tres que estamos aquí –miró a sus otros compañeros como solicitando su aprobación– siempre serás Macqwa, por supuesto.En silencio, miro uno a uno para finalmente acabar en Manyira. Ni una palabra ha salido de sus labios desde que hice las presentaciones al llegar, y espero su respuesta como se aguarda la salida del sol después de una intensa lluvia.
No tarda ni tres segundos en hacerlo: asiente con la cabeza.
Respiro aliviado, pues yo también estaba de acuerdo llevando largo tiempo pensando en ello, concretamente desde que inicié este viaje. ¿El motivo? cayugas, senecas y mohawks, aunque muy distintos, somos iguales para el hombre blanco y de hecho no mejores que un animal.
Veamos que nombre han pensado...—Y ¿que nombre...?
—Hay tiempo, muchacho. Luego escogeréis el nombre —Samuel
MACQWA -32-Adams me dirige una penetrante mirada, aunque juraría que hay una gran confianza en ella. Prosiguiendo—: Lo que hoy he venido aquí a deciros, y esto es de suma importancia –todos nos inclinamos hacia delante para escuchar mejor sus palabras que han bajado notablemente de intensidad– es que el martes 16 de diciembre he convocado una asamblea en Old South Meeting House –la vieja casa de reuniones del sur de Boston– para dilucidar lo que hay que hacer respecto a tres cargueros que llegan de Londres con más de cuarenta y cinco toneladas de té. Mi posición está clara: impedir su desembarco. Y para ello acabo de idear un plan en el que –fija su mirada en mí– tu podrías ser la clave y llevar a cabo la organización de los voluntarios. ¡Brindo por ello!
Levantamos nuestras jarras hacia el techo de la taberna apurando sus contenidos para, a continuación, dejarlas caer con secos golpes sobre la vieja madera de la mesa. Hasta mi niña preciosa lo ha hecho. Me siento orgulloso de ella, de mí y de lo que estoy a punto de hacer por esta tierra –que también es las mía–... ¡y sin saber siquiera de que se trata! En todo caso, los "demonios rojos" saldrán perjudicados con ello por lo que pienso poner mi alma en lo que tenga que llegar.
Saliendo de la taberna y mientras nos despedimos, Jean Claude Bertrand rompe su silencio diciéndome:
—Me recuerdas a un amigo de París muy amigo de Maximilian Robespierre, lleno de ideas liberales y muy crítico con la monarquía al que auguro un gran futuro en la Francia que viene. Te vendría como anillo al dedo su nombre: Marc Malou.
Pensez-y, mon amie...
No me hace falta. Je suis d'accord...
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Macqwa, un héroe de la independencia
AventuraMaqcwa un indio Mohawk que vive un millar de aventuras y desventuras desde que abandona su pueblo. Un niño que se convierte en hombre, que sale de sus costumbres y tiene que adentrarse en una más que revolucionada América del s.XVIII...