C.VIII- LA NOCHE DE MARC MALOU
Los días pasan lentamente y todos con una rutina muy similar: nos levantamos antes de salir el sol –de hecho rara vez asoma en un cielo casi siempre lleno de nubes que descargan agua y nieve alternativamente– y después de un "desayuno continental", que es como llaman los blancos de esta ciudad a la primera comida de la mañana, abro la oficina esperando la llegada de los cuatro empleados que tiene mi "padre".
Uno de ellos es una mujer de mediana edad que emplea las mañanas en tener limpio el local y sus grandes cristaleras con las letras de la compañía Églantinne Sur Mer pintadas en ellas. Se trata de una pelirroja irlandesa oronda y bajita pero fuerte como una mula. Atiende por Maggie y jamás da muestras de fatiga, y eso que no para hasta que se va...
Los otros tres son dos franceses: Bernard y Alexis –al parecer primos lejanos del barón– y un holandés alto –rondará los dos metros–, desgarbado y con cara de pocos amigos –ayuda a ello que cada uno de sus ojos mira en dirección contraria–, teniendo además un nombre imposible de pronunciar por lo que todos le llamamos Frank.
El muchacho en cuestión –no tiene más de uno ó dos años que yo– no se ha cortado el pelo posiblemente desde que nació, ya que le pende hasta la cintura tanto por delante como por detrás. Y como además no se le ha pasado por la imaginación ni siquiera recogerlo en una coleta... pues que queréis que os diga: realmente causa pavor su contemplación. Se encarga de ayudar a los marinos en el transporte de las mercancías desde los bergantines hasta el muelle y viceversa, siendo muy útil por su gran fuerza y destreza con los pesados bultos. Por lo demás, es tan callado que aún no le he oído una palabra. ¿Será mudo tal vez?
Los dos franceses, hombres de mediana edad bien vestidos y aún
MACQWA -34-mejor educados, escriben en los libros de cuentas las entradas y salidas, efectuando además los pagos a las tripulaciones y cobrando sus buenas libras por las mercaderías vendidas al por menor. Son de confianza, pero a pesar de ello y siguiendo las instrucciones del barón, observo y tomo nota de todo con sumo cuidado.
Una vez por semana le envío un mensajero a su casa dándole cuenta de todos los movimientos y haciéndole entrega de todas las facturas y albaranes. Y una vez al mes, casi siempre en sábado pues así estoy de vuelta el domingo por la noche, voy yo en persona a hacerle entrega de la caja metálica donde se guarda el dinero. Me acompañan Bernard y dos fornidos guardaespaldas irlandeses contratados para la ocasión, no vaya a ser que...Precisamente hoy es uno de esos sábados.
—¡Que alegría más grande volver a verte, Macqwa. Sin duda Dios me ha bendecido con tu presencia! –un Étienne exultante.
No llego a comprender el significado de ese comentario, pero en todo caso me imagino por la expresión de su rostro que está contento, y eso es lo que importa. Estamos los tres sentados en la salita del primer piso frente a una chimenea bien repleta de troncos ardientes, tomando unos Armagnac –yo un vaso de leche caliente– y tras haber entregado las cuentas de esa semana junto al dinero del mes anterior. Afuera diluvia y hace un frío insoportable a causa del viento del norte, aunque claro, estamos en diciembre y eso es lo más normal –afortunadamente aquí se está calentito... y en muy buena compañía.—Me parece que se avecinan días tormentosos, y no lo digo por el tiempo –con una sonrisa amarga echando una ojeada a la cortina de agua que se divisaba sobre los bosques, —si no por lo que me han dicho que se está preparando el próximo martes en el muelle de Griffin, ¿verdad Macqwa? –girando lentamente su copa casi vacía, el barón me contempla esperando una explicación.
MACQWA -35-—Indudablemente que no va a ser fácil ni sencillo, señor... –yo sigo llamándole así, pues no me acostumbro a decirle "padre" aunque para mí lo sea, —... pero el increíble plan trazado en los último días por el señor Samuel Adams cuenta con la plena aprobación de todos los componentes de The Green Dragon Flares, que es como se denomina nuestro grupo de Los Hijos de la Libertad, habiendo preparado también todo por mi parte con sumo cuidado para que resulte como tenemos pensado.
—Brindo por ello, hijo mío. Aunque yo no esté allí personalmente si que lo estará mi espíritu. ¡Por la Independencia!
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Macqwa, un héroe de la independencia
AventuraMaqcwa un indio Mohawk que vive un millar de aventuras y desventuras desde que abandona su pueblo. Un niño que se convierte en hombre, que sale de sus costumbres y tiene que adentrarse en una más que revolucionada América del s.XVIII...