C.XVI -DE VUELTA A CASA...
Cansado, sucio, la ropa hecha prácticamente jirones y con una molesta herida en un costado -realmente no es gran cosa- me encamino hacia el lugar de donde procedo y donde se encuentra lo que más quiero en esta vida: la zona de los Grandes Lagos, la casa del barón... y Manyira.
A lomos del infatigable Pegaso -las yeguas hace ya tiempo se perdieron y Onawa solo Manabus sabe donde estará-, allá que voy con un paso cansino y mordisqueando un trozo de queso que he logrado encontrar en la faltriquera, saludando aquí y allá a felices colonos que regresan a sus hogares tras la gran victoria.
Un poco de tranquilidad no me vendría mal durante un tiempo...A punto de acostarse el sol por mi izquierda, consigo ver a lo lejos parte del tejado y la chimenea de la casa semioculta entre el espeso bosque de abetos. Con un ¡haw! impulso a Pegaso que acelera rápidamente el paso hasta transformarlo en galope tendido, mientras veo acercarse por el aire a toda velocidad a una gran ave de casi dos metros de envergadura, el plumaje del cuerpo marrón y la cabeza y plumas de la cola de color blanco.
Por supuesto, se trata de Munawa Lay que me ha reconocido a esa distancia y gozosa viene a posarse sobre uno de mis hombros como antaño.
Unos segundos más tarde echo pie a tierra, y sin atar el caballo entro en la casa corriendo escaleras arriba dejando atrás a Ébony y Angela que con grandes voces celebran mi llegada. Abriendo la puerta de nuestro cuarto donde... ¡no hay nadie!MACQWA -82-
—¿Que prisas son esas, muchacho, donde están los buenos modales y la cortesía que te enseñé con tanto esmero? -Étienne sonriendo se acerca por el pasillo con los brazos abiertos.
Después de un efusivo -aunque precipitado- saludo...—Tranquilo hombre, está en el huerto de atrás recogiendo unas verduras para la cena. Anda, corre y ve a buscarla no se te vaya a escapar -ahora con grandes risas.
Después de la cena -¡que hambre tenía!- y de acompañar a mi Cielo a la cama pues ya está casi de siete meses y debe reposar mucho, el barón y yo, sentados frente a la chimenea con dos copas de Armagnac -la mía ligeramente aguada- en las manos, hablamos de la situación.
—Por lo que me has contado, parece que esta vez ha habido una fuerte oposición al colonialismo británico y las milicias han formado piña en la lucha contra ellos. También sé, por otras fuentes, que el ejército al mando del general Thomas Gage se ha encerrado en Boston fortificando todos los puntos de acceso, y va a impedir salir ó entrar a la ciudad a nadie salvo los que porten salvoconductos expedidos por ellos.
—Entonces, tus oficinas...
—Están cerradas, evidentemente. Mis bergantines ya no harán más singladuras hasta nueva orden, permaneciendo fondeados en el puerto de Toulon. Pero con ser eso una mala noticia, no es la peor. Lo que me temo es que, estando en guerra ambas partes, los ingleses van a campar a sus anchas haciendo y deshaciendo lo que les venga en gana. Y les puede venir en gana apropiarse de esta casa y sus tierras...
— ¿Con qué derechos?
—¡Ay, Macqwa! Con los que otorgan el disponer de las armas. Pero no adelantemos acontecimientos: también hay una buena noticia.
Aquí da un traguito de su copa, suspira con preocupación, y tras otro traguito más...
MACQWA -83-—En Filadelfia se va a reunir este mes que llega el segundo Congreso Continental, y por lo que sé piensan nombrar comandante en jefe del ejército a un propietario de tierras de Virginia de cuarenta y tres años y militar de carrera, el coronel George Washington. Me han dicho que es un hombre serio, calmado, que inspira confianza y muy, muy capaz.
—Entonces, ¿se va a crear un ejército finalmente?
—Pues eso parece: el Ejército Continental, piensan llamarlo.Por mi cabeza pasan entonces multitud de imágenes: desde la muerte de mis padres y la aldea ardiendo, el enfrentamiento con la patrulla aquella noche recién llegado a Boston, la noche del Tea Party arrojando al mar aquellos pesados fardos, el rescate de mi niña de los calabozos de Fort Hill, la pelea con los dragones ligeros en la taberna de Lincoln, las batallas de Lexington y Concord... ¡y en tan solo tres años y medio!
Media hora más de charla -ahora ya insustancial- después, nos retiramos despidiéndonos hasta mañana. El día no es que haya sido largo, es que ha sido el día más largo de mis dieciocho años y medio.21 de Junio de 1775. Por mil años que pasen, siempre recordaré el día en el que sucedieron dos de los hechos más trascendentales que un ser humano puede llegar a vivir: el nacimiento...
Pero vayamos por partes.Mucho antes del amanecer, Manyira comienza a sufrir grandes contracciones, preludio de un parto que se presume difícil. Las mohawqs son mujeres fuertes -por lo general-, no teniendo dificultades para dar a luz más allá de los consiguientes dolores. Pero mi niña es muy joven y menuda, no estando preparada quizás aún para ser madre...
Como ya había previsto esta contingencia, he enviado a Ébony a Manchester a por el médico particular del barón nada más despertarme los primeros ¡ayes!, y ahora, rayando el alba, ya está aquí.
Me echan de la habitación -como no podía ser de otra forma-, y a
MACQWA -84-medio vestir doy vueltas de un lado a otro como una fiera enjaulada en el porche. Étienne me acompaña, pero sentado en su mecedora. Yo mirando el reloj de bolsillo cada cinco minutos, sin poder contener los nervios. Pasa media hora. Y otra media. Y... ¡un llanto de bebé resuena en el silencio de la mañana seguido de pasos precipitados escaleras abajo de Angela y Charlenne -las sirvientas- anunciando a gritos la llegada a este mundo de... una niña!
Subo como un rayo entrando en la habitación donde ha tenido lugar el milagro, quedándome extasiado junto a la cama y mirando a mi niña -con el rostro desencajado y sudoroso- sujetando con fuerza en sus brazos a nuestra hija mientras el médico pugna por quitársela para lavarla.
Finalmente lo consigue y, sumergiéndola en una palangana con agua caliente ayudado por las dos mujeres, queda lista para ser acunada y besada por sus padres. Y por su "abuelo", que aguardando muy quieto en el dintel de la puerta está visiblemente emocionado... enjugando una lágrima.
Todo ha salido mejor de lo que esperaba: mi Sol me ha dado una Luna y todo apunta a que este será en poco tiempo mi País. No imagino un mejor final para este maravilloso día.Pero lo cierto es que aún no ha acabado.
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Macqwa, un héroe de la independencia
AdventureMaqcwa un indio Mohawk que vive un millar de aventuras y desventuras desde que abandona su pueblo. Un niño que se convierte en hombre, que sale de sus costumbres y tiene que adentrarse en una más que revolucionada América del s.XVIII...