Capítulo 4:Control de calidad

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Al bajar de la SUV, Brennan y Booth se dirigieron a la tienda de electrodomésticos ubicada al lado del centro comercial. Un cartel en la puerta anunciaba grandes rebajas y descuentos en acondicionadores de aire, pero a pesar de ello la tienda parecía absolutamente vacía.
- No parece que haya nadie – comentó Brennan bajando sus gafas de sol.
- Es la 1 de la tarde, Huesos, con este calor nadie sale a comprar – contestó el agente –. Sólo nosotros, padres ocupados con una hija a la que le dan berrinches en las tiendas.
Hacía unas semanas que la lavadora se había descompuesto y luego de varios intentos de Booth por repararla, habían llamado al técnico, sólo para descubrir que ya no funcionaría más y les convendría comprar una nueva.
Con ese objetivo, habían hecho varias visitas a distintas tiendas. La primera de ellas, un total fracaso, debido a la insistencia de Christine en ejercitar su recién aprendida capacidad de correr y la potencia de sus pulmones ante la prohibición. Las demás, interrumpidas por llamadas de trabajo.
- Démonos prisa, antes de que aparezca algún muerto por insolación – la apresuró Booth.
- Ni el Jeffersonian ni el FBI se ocupan de muertes por insolación, Booth – respondió la antropóloga.
Booth se bajó las gafas de sol y la miró. Al sol deslumbrante de aquel sábado, la contestación irónica que iba a darle se detuvo en sus labios. La antropóloga lucía la piel levemente bronceada, las mejillas sonrojadas por el calor y unas gotas de sudor se escurrían por su cuello perdiéndose en el escote de la sencilla blusa que llevaba. La mirada del agente bajó a las piernas, cubiertas por una recatada falda azul, y volvió a subir. Sin maquillaje, sin joyas ni otros adornos que el anillo de oro en su dedo, lucía para él más deslumbrante que muchas modelos.
La tomó de la mano y la guió hacia la tienda, pensando en que quizás, si la compra no les llevaba mucho tiempo, podrían regresar un rato a su casa y aprovechar que Christine estaba al cuidado de Ángela, jugando con su casi primo Michael.
Al entrar, la ráfaga de aire frío proveniente del acondicionador los golpeó con fuerza, y se detuvieron unos segundos, disfrutando la sensación.
En ese momento, el móvil de Booth sonó y él lo contestó con desgana, previendo una llamada de trabajo. Brennan se alejó unos pasos y le hizo gestos de dirigirse a mirar las lavadoras, mientras él hablaba.
Unos minutos después, Booth cortó el teléfono a una muy insistente vendedora de seguros y buscó con la mirada a su mujer.
La encontró de pie junto a una lavadora, rodeada de tres jóvenes vendedores, muy sonrientes.
Se acercó, a cada paso su semblante cambiando de expresión.
Por lo que parecía, los tres jóvenes estaban tratando de impresionar a la antropóloga, mientras ella muy concentrada no se daba cuenta del descarado escrutinio al que la sometían.
En ese momento uno de ellos señaló algo en la parte inferior de la máquina más cercana, y Booth llegó justo para colocar su mano en el hombro de la científica, evitando que se inclinara.
Sonrió, lo justo para mostrar su dominio ante los otros machos, y le habló en tono cariñoso.
- ¿Algo que te guste, cariño? – preguntó.
-En realidad, ninguno de estos modelos me convence – contestó Brennan mientras observaba las lavadoras, totalmente inconsciente de las miradas decepcionadas de los dependientes de la tienda.
- ¿Por qué?
- Ninguna es lo suficientemente eficiente en su consumo de agua y de energía – respondió, mientras seguía inspeccionando las máquinas.
En ese momento, un vendedor también joven pero más adulto que los demás, se acercó con aires de importancia.
- Buenos días, soy el encargado de este sector, ¿en qué puedo ayudarlos? – preguntó mientras con un gesto despachaba a los demás.
- Estamos buscando una lavadora, pero ninguna de estas nos resulta adecuada – contestó la antropóloga.
- Bueno, como les dije, soy el encargado. Tenemos algunos nuevos modelos que no hemos podido aún colocar en exhibición, pero puedo llevarlos hasta el depósito para que los vean – sonrió el hombre con afectación –. Es un honor tener con nosotros a una famosa escritora – volvió a sonreír y tomó la mano de Brennan con intenciones de besarla, a lo que la antropóloga se sobresaltó y Booth carraspeó.
- Muestrenoslas, por favor – pidió con su voz más cortante.
El hombre abrió el camino hacia una puerta situada detrás de las cajas registradoras y reveló una escalera que descendía hacia un enorme depósito.
- Las lavadoras están por aquí – indicó, mostrando el pasillo más apartado hacia la derecha. Se apartó para dejarlos pasar y Booth se giró justo a tiempo para encontrarlo mirando con descaro las piernas de Brennan.
Le dirigió una mirada intimidante, pero el hombre no se dio por aludido y continuó hablando de los nuevos modelos recibidos mientras avanzaban por el pasillo.
La luz era escasa en aquel lugar, sólo unas lámparas colgadas del techo que dibujaban sombras sobre las cajas y artefactos allí guardados.
Por fin llegaron al sector más apartado, rodeado de altas estanterías con electrodomésticos, y allí encontraron varias formas cuadradas envueltas en plásticos transparentes.
Con un cúter de bolsillo, el vendedor cortó la cubierta de la lavadora más cercana y comenzó a explicar sus características cuando una voz airada los interrumpió.
- Señor Jones, lo necesitamos en el salón – tronó la voz - ¡Ahora mismo!
Visiblemente nervioso de pronto, el vendedor se disculpó y desapareció casi corriendo por el pasillo.
Al llegar al final, se giró unos segundos para gritar: ¡Enseguida vuelvo!
Booth y Brennan oyeron sus pasos retumbando en el depósito mientras subía las escaleras y se miraron con una sonrisa cuando al fin desapareció.
- ¿Qué te parece, Booth? – preguntó la antropóloga mientras comenzaba a examinar la lavadora.
Se inclinó para leer las características, impresas en un papel colocado al costado de la máquina, y Booth pudo observar su escote y el inicio de sus pechos.
- Me parece bien... me parece muy bien – contestó, la mirada fija en aquel punto y comenzando a sentir una inoportuna erección.
La antropóloga se enderezó ante la despreocupación en el comentario para encontrarse con su compañero y esposo observándola de pies a cabeza, la mirada de un depredador en sus ojos.
- ¡Booth! - exclamó con una sonrisa divertida.
- ¿A ti te gusta esta?- inquirió el agente acercándose a ella.
- No lo sé bien aún – respondió, intentando descifrar el estado de ánimo de su compañero, que ahora estaba de pie frente a ella, su mirada fija en sus labios, totalmente distraído del objetivo de compra –. Es mejor que las demás, pero...

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FANTASIAS (DEMILY) (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora