Yuzuru no podía dejar de ver a su bebé; esa pequeña personita entre sus brazos era lo más hermoso que había visto en toda su vida. Había logrado dormir a Shoma hacía varios minutos y ahora yacía a su lado mientras ambos se encontraban acostados en la cama. Cuando estaba a punto de caer dormido, sintió como alguien se acostaba detrás de él. No pudo evitar sonreír cuando los brazos de Javier rodearon su cintura y lo atrajeron a su cuerpo, haciendo que su espalda quedara presionada contra el pecho del español.
—Yuzu —llamó Javier, para asegurarse que Yuzuru no estuviera dormido, y después de escuchar un suave quejido de afirmación de su novio, continuó—. Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿cierto?
—Uh, sí —respondió Yuzuru, claramente confundido ante lo que Javier trataba de decirle.
—Brian me dijo que quieres competir en las nacionales, ¿es verdad? —explicó, haciendo que el japonés se pusiera nervioso; desde que le había dicho a su entrenador lo que quería hacer, había estado entrenando a escondidas y deseaba mantener todo en secreto al menos por ahora.
—No, sólo era una idea tonta —mintió, y en cuanto las palabras salieron de su boca se sintió como la peor persona del mundo.
—¿Seguro?
El japonés se limitó a girar el rostro para poder dejar un corto beso en los labios de su novio, y con eso el tema quedó olvidado.
Yuzuru se sentía terrible por mentirle, pero sabía que, si le decía la verdad al español, éste trataría de detenerlo como Brian lo había hecho y no podía arriesgarse. Sólo esperaba haber tomado la decisión correcta.
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La tensión se podía sentir en el aire. Yuzuru empezaba a arrepentirse de haberle dicho a uno de los representantes de la Federación Japonesa su plan de competir en las nacionales, porque apenas y lo había hecho, éste había organizado una junta para hablar con su madre y entrenadores. E incluso ahora que se encontraba sentado en su silla mirando como un niño asustado a los adultos a su alrededor, sentía culpa al recordar la reacción de Brian cuando una carta de parte de la Federación Japonesa le llegó citándolo para discutir el tema del regreso de su pupilo al patinaje. Al principio su entrenador había estado furioso al saber que había estado actuando a sus espaldas cuando le había dejado en claro que no lo entrenaría para competir tan pronto, pero su ira inicial fue reemplazada por una profunda decepción porque sabía que merecía más que mentiras de parte de Yuzuru. Pero ahora no había nada que Brian pudiera hacer, no cuando tenía a dos representantes de la Federación Japonesa frente a él, exigiéndole que entrenara a Yuzuru.
—No creo que sea una buena idea que compita tan pronto —dijo, tratando de convencer a los hombres frente a él. Éstos se miraron entre sí antes de que uno de ellos hablara.
—Se equivoca, señor Orser. Creemos que tiene suficiente tiempo para entrenarlo.
—Pero no tendrá el mismo rendimiento —explicó como último intento. Llevaban cerca de dos horas en una de las oficinas del Cricket Club tratando de llegar a un acuerdo, pero más que ésto parecía ser una junta para obligarlo a entrenar a Yuzuru.
