Era increíble como todo podía cambiar en una sola noche.
Desde el momento en el que aquella foto tomada por un fan se había vuelto viral, su vida había cambiado por completo.
Javier no podía recordar la última vez que había hablado con Yuzuru, y no lo culpaba, realmente la situación no se veía nada favorable para él. Sólo pedía una oportunidad para explicarlo todo, pero su federación le había ordenado no decir nada, y es que tener un escándalo de esa magnitud con dos de los mejores patinadores del mundo justo una temporada antes de las olimpiadas definitivamente no había sido la mejor idea.
Patrick había intentado hablar con él, pero le había dejado en claro que no lo quería en su vida, y aunque el canadiense había rogado por su perdón, nunca podría olvidar el daño que había causado. El hecho de que quien consideraba su mejor amigo se hubiese aprovechado de él en su peor momento le dolía más que nada. Realmente había llegado a confiar en Patrick, pero ahora se odiaba a sí mismo por haberle hablado en primer lugar.
No sabía cómo las cosas habían empeorado tan rápido, pero ahora se encontraba perdido, sin saber cuál sería su siguiente paso. Y es que después de aquella llamada con Yuzuru, la desesperación por arreglar las cosas lo atormentaba a todo momento.
No podía rendirse tan fácil, no después de todos los obstáculos que había logrado superar hasta ese momento. Sólo él sabía todo lo que había tenido que luchar por Yuzuru; desde el primer día en el que el japonés llegó a Toronto, convencido de que había viajado hasta allí para entrenar y no para hacer amigos, hasta todas aquellas veces que intentó invitarlo a salir para ser rechazado. Incluso en ese entonces no se había rendido, porque sabía que Yuzuru era más que la imagen superficial que la prensa daba de él. Y con tanta dedicación y esfuerzo, había logrado derribar la barrera del lenguaje y los temores de Yuzuru para al fin tenerlo a su lado.
Pero ahora, después de tanto, su único error había sido esperar que Yuzuru diera el primer paso; había esperado que el japonés se disculpara con él, aún cuando sabía que este simplemente no era así. Había tenido la falsa esperanza de que podría cambiar cuando en realidad no lo haría, y por más que lo intentara no podía dejar de amarlo con todos sus defectos e imperfecciones.
En su mente imaginaba diferentes formas en las que podría haber salvado su relación; desde nunca haberse acercado a Patrick hasta aceptar cualquier tipo de atención que Yuzuru le diera, sin importar si el patinaje o sus estudios eran más importantes que él.
Pero no importaban todos aquellos escenarios imaginarios, porque la realidad era que Yuzuru y Shoma se encontraban del otro lado del mundo y él tenía que vivir en aquel apartamento que solían compartir y que tenía tantos recuerdos. En un principio Brian le había ofrecido seguir viviendo con él, como lo había estado haciendo desde su pelea con Patrick, pero, aunque doliera, estar en su apartamento lo hacía sentir más cerca del japonés.
El haber encontrado los regalos, aquellos que había preparado con tanto esmero, abandonados en la que solía ser su habitación, había sido un golpe duro a superar. Sabía que había lastimado a Yuzuru, pero por más que quisiera no podía cambiar el pasado.
Y mientras esperaba en el aeropuerto su vuelo a Japón, sin siquiera haberle dicho a nadie de sus planes, lo único que podía hacer era rezar por que Yuzuru aún lo amara.
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