Ese mismo día 7

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Oh Sehun no se rendía. No señor. No importaba las muchas veces que hubiera tratado de pronunciar el sonido S, no importaba las veces que Jongin le ganara en los videojuegos. Entonces tampoco importaba que labios de cereza tratara de hablar con él primero, iban a ser amigos. Pero de momento ya era la hora de salir al balcón.

De pensar en que el rubio le sonriera, sus pelitos se erizaban. Y el saber que podría de nuevo sentir los rayos de Sol en su piel mientras miraba al otro jugar sin descanso... Necesitaba ir al médico, su corazón iba muy rápido. Hoy el cielo estaba más azul que otros días, o tal vez es que no habían tantas nubes. Fuera como fuese, le apetecía beber un bubble tea. Por suerte, hoy era viernes y eso significaba que su madre le había comprado y guardado en la nevera tres de ellos. Siempre lo hacía; uno chocolate, el otro de fresa y el tercero sorpresa.

Feliz por disfrutar de los dos primeros, se sentó en su esquina del balcón y el objeto de su obsesión no tardó en salir. Hoy sí llevaba la pelota, cosa que alegró al menor. No quería tener que salir de ahí corriendo otra vez.

¿Era él o Luhan tenía una curiosa sonrisa hoy? Le recordaba a su hermano cuando hacía las cosas que mamá prohibía, aunque en el rubio se veía más linda.

Sin siquiera levantar la mirada comenzó a chutar la pelota contra el muro, no muy fuerte pero sí de forma constante. Sehun daba un sorbos tranquilos, observando que cada vez lanzaba la pelota más alto. Su cabeza se iba ladeando en confusión cuando algo brillante llamó su atención: el brillo de los labios de su vecino. Se los estaba mordiendo y chupando de la misma forma que cuando hacía un truco. ¿Por qué si sólo estaba—

- ¡¡NOOOOO!! ¡¡Mi bubble!! - Sehun no podía creer que realmente se estuviera derramando todo su querido bubble tea de fresa por culpa de Luhan.

Las lágrimas cristalizaban sus pequeños ojos, su labio a punto de ser perforado por morderlo tan fuerte. Nunca hubiera pensado que ese chico tan lindo fuera capaz de ser tan malo y apuntar directo a él y su bebida favorita. Luhan no valía la pena si era tan cruel.

Sin poder salvar nada de su bebida la cual ya goteaba el jardín de abajo, entró cerrando de un portazo y se tiró a su cama a llorar. No oyó como Luhan llamaba su nombre y olvidó que la pelota aún seguía allí afuera, esperando ser devuelta. Él menor ahora sólo pensaba que merecía esa desgracia por haber estado espiando a alguien más.   

EL VECINO (HanHun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora