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-Si Sansón sazona su salsa sin sal, le sale sosa. Le sale sosa su salsa a Sansón si la sazona sin sal.- la madre del pequeño Oh Sehun repetía el ejercicio, marcando bien los sonidos con S.

- Thi Thanthón thathona thu thaltha thin thal... ¡Mami no funthiona! - el menor de diez años negó derrotado haciendo que su largo cabello oscuro se moviera hacia los lados.

No importaba todo el tiempo que dedicara con su madre después de clases, ese problema que tanto le avergonzaba con la S no se iba. No conseguía acomodar su lengua de forma correcta y hoy se iba a quedar sin merienda por eso.

- ¡Funcionaría si te esforzaras! Mami te compra cerezas, ¿no quieres cerezas, hijo? - la obstinada señora movió el bol lleno de esos rojizos frutos frente al chico, mostrando la recompensa.

- Thí quiero therethas, mami. Eth que... -

Dándose por vencido, se levantó de la mesa de la cocina y corrió escaleras arriba hacia su habitación, saliendo luego al balcón. Necesitaba aire. No sé iba a poner a llorar, no. ¿Por qué? No pasaba nada si su madre no le quería dar cosas, no pasaba nada si los chicos de la escuela se burlaban, no pasaba nada si... Unos chillidos que venían de la casa de al lado sacaron a Sehun de sus pensamientos.

Esa familia se había mudado ahí ayer y ya estaban peleando. Lo peor es que eran chinos y no entendía por qué se quejaban. ¿Tendría el chico rubio problemas con su madre también? ¿No habría hecho sus deberes o recogido la habitación antes de salir a jugar con el balón? Por alguna razón quiso quedarse parado al borde de la barandilla, espiando las acciones del vecino. Llámenlo cotilla pero desde que ningún niño quería jugar con él en el recreo, observar era lo único que hacía y era demasiada la curiosidad por saber cómo jugaba un chino.

Se ocultó, poniéndose en cuclillas y mirando a la calle por entre los barrotes, agarrando con las manos los que tenía cerca. Puede que no le taparan mucho pero se sentía como un espía allí arriba.

Y entonces lo vio, lanzando la pelota al cielo y dándole toques con la cabeza. A cada salto, ese deslumbrante cabello flotaba alrededor de sus facciones y hacían resaltar esos labios rojizos. Cuando luego de un rato llevó la bola a sus pies, Sehun decidió contar cuántos golpes seguidos daba. Seguro que nadie superaba los quince de su amigo Jongin. Pero se equivocó. Se perdió cuando llegó a los veintitrés y el rubio levantó la cabeza.

¡Lo había visto!

Lo había visto espiándole y había hecho que su pelota tocara el suelo.

Sintiendo los colores subir por su rostro, el menor entró rápido a su habitación y con la respiración agitada se tiró a la cama.

- ¡Labioth de theretha me ha dethcubierto! -

- ¡CEREZA, SEHUN, CEREZA! - oyó que su madre le reclamaba desde su habitación.

Hundió la cabeza en la almohada. Ahora su madre también le había descubierto. 

EL VECINO (HanHun)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora