Pánico

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Alguien me comentó que hacía mucho que no se sabía nada de Jim... Siento no recordar quien eres, si estás leyendo esto. Pero ahí va. ¿Qué puedo decir, salvo "de nada"? :) 


Hacía frío en Buckingham.

Henry recordaba haber encendido la calefacción de las habitaciones principales y haber cerrado todas las ventanas con el seguro para evitar corrientes. Sobre todo, se había fijado de manera especial en los despachos. El de Jim el que más. A Jim no le gustaba demasiado entrar en él y no poder quitarse la chaqueta solo porque hacía frío.

A Henry lo castigaban mucho cuando eso pasaba. Tenía cicatrices nuevas y viejas para probarlo. Y dudaba que alguna vez volviera a poder acercarse a un perro, por pequeño que fuera, sin dar un respingo. Así que para evitarlas consecuencias, Henry siempre se aseguraba una segunda vez de que todo estuviera en orden.

Esa mañana, parecía ser que Jim no estaba teniendo un buen día.

Y el pobre Henry estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado.

Así que terminó en el hospital, con un ojo hinchado, y un corte en la mejilla que no paraba de sangrar. Ya no se atrevía a mirarse el cuerpo por temor a encontrarse moretones, pero por la expresión de la enfermera, estaba muy seguro de que había unos cuantos.

Cuando terminaron de vendarle, se enteró de que Jim lo había hecho llamar. No pudo evitar que sus piernas temblaran al escucharlo, ni que su estomago se retorciera solo de pensar qué podía querer de él tan pronto.

Sin atreverse a decir una palabra, subió al coche que lo escoltó hasta el palacio de nuevo. Lo soltaron en la parte de atrás del edificio, por la puerta que el servicio usaba. Henry subió sin rechistar, rascando incesantemente un punto por encima de su muñeca derecha, nervioso. Sentía las miradas de los perros de seguridad puestas sobre él, pero no quería reaccionar desfavorablemente e incitarlos a que le atacaran. Eso era, realmente, lo último que quería que pasara.

Las escaleras de servicio estaban mucho más silenciosas que de costumbre, y por alguna razón eso solo hizo que ponerle más nervioso. Era como la calma antes de la tempestad. Era como estar caminando hacia el patíbulo, un viaje directo a un destino fatal.

A medida que se acercaba, iban apareciendo más guardias. Henry estaba acostumbrado a ellos. Escoltas con traje, micrófonos y auricular de seguridad. Había oído a los encargados de la limpieza, rumoreando sobre si muchos de ellos eran ex militares o asesinos a sueldo. Alguna vez había visto uno de ellos con tatuajes de ex presidiario. No entendía como cualquiera podía fiarse de alguien así para proporcionar protección. Suponía que el dinero y el miedo tenían mucho que ver.

Mordiéndose los carrillos, llamó a la puerta, temeroso de lo que podía encontrar al otro lado.

—Adelante.

Henry entró en el despacho, encontrándose con el tigre de bengala de Moran enseñándole los dientes. Dio un salto, tomando una fuerte bocanada de aire por la sorpresa. Su mano voló de nuevo al punto en el que se había estado rascando, y el tigre gruñó.

—Moran, controla a tu maldito animal. Deja entrar al chico.

El tigre se lo quedó mirando un rato más, tan fijamente que si no hubiera sido solo un avatar, Henry se habría preocupado porque fuera a engullirlo sin más solo por diversión. No es que los avatares no pudieran. Estaba seguro de que si Moran así lo deseaba, se abalanzaría sobre él y muy probablemente lo mataría, aunque no lo hiciera pedazos. El pensamiento fue suficiente para hacerle tragar con fuerza, en un intento por humedecerse la boca, que se le había quedado repentinamente seca.

Your shadow I followDonde viven las historias. Descúbrelo ahora