Planeando Estratagemas

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ADVERTENCIA: hay algunas referencias directas a relaciones non con/violación tirando para el final. Aunque supongo que si ya habéis llegado hasta aquí, el aviso está de más, prefiero prevenir que curar.


Solo minutos después de que John se hubiera instalado en el vagón que ahora compartía con Sherlock, se habían metido en la cama, entre bostezos. Al parecer, había sido un duro día para ambos, quisieran o no reconocerlo. John se tapó con la sábana, tumbado de lado, y con una mano bajo la cabeza, miró a Sherlock, en la otra cama. Él estaba mirando al techo del vagón, los brazos a cada lado de su cuerpo y las manos cogidas sobre el pecho. Tenía el ceño fruncido, como si estuviera pensando en algo muy complicado. John se preguntó qué sería, o si podría ayudarle. No parecía ser un hombre muy dado a compartir sus intimidades, más bien cerrado en sí mismo, pero estaba dispuesto a probar, a intentar averiguar más de él. John sentía una terrible curiosidad por él, y no se iba a rendir tan fácilmente. No obstante, sabía que las personas necesitaban su espacio también, así que eso trató de darle.

Observó sus facciones para distraerse (no es que fuera de natural muy paciente), y bebió de cada curva, de cada ángulo de su rostro. De cómo sus rizos se curvaban sobre los ojos grises, cubriendo a penas las cejas. De cómo sus orejas quedaban ocultar bajo el plumón en su cabeza que era su pelo. De su largo cuello, fino pero firme, como el resto de su ser. Del movimiento ascendente-descendente de su nuez al tragar, marcándose a través de la piel. De la recta de su nariz afilada, de sus labios finos, de sus largos dedos entrelazados. De sus pies descalzos al final de la cama. De sus largas piernas.

Una vez terminado el estudio de su nuevo compañero de dormitorio y distópico, se giró para poder encararle, haciendo crujir la cama, dando por terminado su periodo de silencio.

—¿En qué estás pensando? —susurró, para no molestar a los demás compañeros, ya durmiendo en sus vagones. Para la resistencia, había una especie de toque de queda una vez se apagaban las lámparas de aceite, y los únicos que quedaban en pie eran los de la patrulla de noche. Lo último que John quería era perturbar el orden el primer día que volvía a estar entre los suyos.

Sherlock parpadeó, frunciendo el ceño.

—¿Qué sabes sobre Lestrade?

John arqueó las cejas, sorprendido por la pregunta, mientras parpadeaba.

—Bueno, solo lo que él quiso contarme. Y mucha de la información seguro que está desactualizada —se excusó, pero al ver que la conversación no seguía, suspiró —. Por lo que sé, su distópico murió antes de que pudieran encontrarse. Su avatar es un tejón, y trabajaba como DI para la vieja Scotland Yard antes de escapar y unirse a los rebeldes. Sé que es un miembro de la tétrada, y que dirige las operaciones del centro de La Leonera. También sé que no tiene familia, y que al parecer vosotros dos os lleváis muy bien. Creo que confía muchísimo en ti.

Sherlock apretó los labios, pero John vio como sonrió ligeramente a la luz de una luz de emergencia azulada dentro del vagón.

—Excelente observación, John —felicitó, y había una alegría real, teñida por la preocupación.

—Lo siento, pero no entiendo a qué viene la pregunta.

Sherlock suspiró.

—Lestrade fue el único que abogó por Mycroft ante la tétrada cuando informó de su puesto en Buckingham con la esperanza de poder ayudar. Eso fue... unos siete años atrás, más o menos. Para entonces mi hermano ya tenía información suficiente que poder dar que pudiera marcar una diferencia en la guerra —giró la cabeza y miró a John, las luces de emergencia dándole un brillo azul a sus ojos y a su pálida piel —. Siempre pensé que tanto él como mi hermano estaban destinados. Por algún motivo que desconozco, quizá fuera intuición o un sexto sentido... Por eso insistí en que se conocieran. Por aquel entonces ambos guardaban la esperanza de encontrar a sus almas gemelas vivas. Pero entonces Lestrade la perdió, y me di cuenta de que me había equivocado, porque Mycroft seguía vivo. Aún así, se hicieron amigos.

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