Mar de problemas.

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Dear Jake, Jake Harper:
Solía amar las noches de película que hacíamos, incluso sabiendo que nuestros mundos se casan, que todo iba mal.
Amaba ver esa sonrisa un viernes por la mañana las 6.
Amaba cada defecto que tenías, besar cada obstáculo que se ponía en medio y abrazar el llanto desconsolador.
Hubo una vez en la cuál me llevaste a la casa de tus padres para un almuerzo, recuerdo que la casa era inmensa, lujosa y con un estilo muy fino.
No lo entendía.
Vivías en un apartamento pequeño y viejo, leías en una cafetería barata y te fijabas en alguien de una economía contraria.
Antes de llegar al salón donde se encontraban tus padres me dijiste que podría ser algo difícil ese almuerzo, tampoco lo entendí en ese momento.
Tu madre llevaba puesto un hermoso vestido color carmesí combinado por unos hermosos aretes de perlas. Tu padre vestía un traje negro. Tú vestías jeans, una camisa negra y una chaqueta de jean. Esa que tanto amaba. Mejor no recordemos lo que yo tenía puesto.
Todos tomamos asiento en aquel comedor tan iluminado como tu sonrisa solía estarlo últimamente.
Comenzamos a comer y tu padre habló de ti infancia, contando cómo te encantaba aquel caballo blanco que te compraron de pequeño, tu madre mencionó ese auto que te querían comprar a los dieciséis, el cuál rechazaste sin duda alguna, también mencionó que quería que fueras un doctor al igual que tu otro hermano, el cuál según ellos, era el exitoso.
Noté que sentías tensión, yo solo me quedé callada mientras comía.
"Jake era el hijo con el que yo soñaba que sería un éxito, pero terminó siendo un disque músico fracasado". Soltó tu madre en media comida.
Golpeaste la mesa.
El ambiente se tornó frío y silencioso.
"Debemos irnos". Dijiste y luego de levantaste, saliste de la habitación.
"Gracias por la comida". Traté de decir de la manera más educada y salí prácticamente corriendo detrás de tí.
Comenzaste a bajar las gradas de las salida prácticamente corriendo, te llamé varias veces pero no volteaste a verme.
"Jake, todo está bien, podemos ir por un...". Intenté decir.
"¡NADA ESTÁ BIEN!". Exclamaste en un grito mientras tus ojos se llenaban de agua.
Me quedé mirándote por un tiempo, mirando como te desboronabas poco a poco por dentro, no sabía qué hacer.
¿Ya ves por qué le tenía tanto miedo al amor?
El amor incluye toda clase de problemas, el amor requiere apoyo mutuo, pero yo nunca sabía que podía hacer.
Y cómo no sabía que hacer sólo te abracé y escuché como partiste en un llanto profundo, podía sentir que ya no podías ni apoyarte y lo peor es que yo no conocía ni la mitad de tus problemas.

Esa no fue la primera ni la última ve que lloraste en mis hombros.
Con el tiempo sentía que yo me iba desgastando, estaba tratando de ayudar a un chico hundido, a un chico con la vida rota, pero dime algo, ¿Qué sentido tenía?
Ni yo lo sabía, lo que sí sabía era que estaba atascada en un mar de problemas que no conocía, en un mar dónde uno se hundía sin excepción, pero al mirar tu sonrisa, al escucharte tocar la guitarra, o al ver una película abrazados hasta quedar dormidos, olvidaba que yo también me estaba hundiendo.

-Lunae.

La melodía que hallé en tus ojos. [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora