Mañanas adornadas por tu risa.

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Dear Jake, Jake Harper:
Aún pienso en aquella noche de martes en un Abril, fue un tiempo después de que fueras a mi trabajo por tres semanas seguidas y mucho antes del almuerzo con tus padres.
Me habías invitado al cine, debo admitir que estaba bastante nerviosa, no tenía ni idea de qué podía usar, estaba impaciente.
Al final elegí un vestido blanco con decorados de flores blancas, poco más arriba de las rodillas.
Tampoco tenía idea de cuál película veríamos, pero confiaba en tu buen gusto.
Recuerdo que al llegar al cine te ví sentado en una mesa afuera de las salas, con un hermoso ramo de girasoles en la mano, en el momento en que me viste, te pusiste de pie y dejaste ver tu hermosa sonrisa.
No importa cuánto tiempo pasara, siempre ibas a lucir como la mayor obra de arte, incluso con aquel cabello castaño despeinado y tu piel blanca sin un sólo rayo de sol.
Ese día llevabas una chaqueta naranja, hacía resaltar esa rebelde cabellera, una camisa negra un pantalón negro.
Comencé a caminar hacia donde estabas, las piernas me temblaban pero mi alma gritaba tu nombre.
"Luces tan radiante que opacas los girasoles". Soltaste cuando llegué dónde ti.
Extendiste tu mano y tomé el ramo de girasoles, recuerdo haber partido en un llanto nervioso, apuesto a que parecía una tremenda loca.
Pero Jake, cualquier persona que te tuviera en su vida, lloraría de poder gozar tal privilegio, y yo no estaba gozando sólo ese, te estaba amando y eso era más de lo que podía pedirle al universo.
Entramos a la sala para ver 'La tormenta que nos separó' y a la mitad de la película, cuando el chico pronunció las palabras "Lamento ser la tormenta", tomaste mi mano fuerte, por primera vez la tomaste de verdad, por primera vez no la quise soltar.
Tarde en la noche fuimos a mi destrozado apartamento y caímos dormidos abrazados sobre las cobijas de mi cama, de la manera más inocente, dejando que nuestras almas fueran felices juntas, anhelando que todas las noches fuesen así.
Puedo asegurar que no había sensación más hermosa que oírte reír por las mañanas al despertar, mientras escuchabas mis anécdotas tontas, nos quedábamos un largo tiempo en la cama luego de despertar, hablando de todo un poco.
El día después del cine me contaste la historia de cómo te hiciste esa cicatriz en el brazo.
"Era una mañana soleada, la mañana luego de Navidad, quería probar mi nueva bicicleta, salí por el vecindario a toda velocidad, todo estaba bien hasta que un perrito se atravesó en mi camino, para no atropellarlo desvié mi bicicleta, caí sobre la dura calle, raspando mi brazo, fue una herida profunda". Dijiste para luego partir en risas.
¿Cómo no iba a amarte, Jake?
Eras ese chico con tantos defectos que eso te hacía perfecto, ese chico que es capaz de consumirte poco a poco, pero al mismo tiempo te saca miles de carcajadas, ese chico que cuando le ves por la mañana, despeinado y dormido, sabes que le amas.
Cariño, puede que yo nunca sea capaz de entender la ciencia del amor, pero ninguno la entendía en aquellos momentos, solo amabámos  sin pensar en consecuencias, sin pensar en que algún día estaríamos solos contando las estrellas, sin el otro.
Así que disculpa, disculpa haber sido tan confiada como para pensar que siempre estarías ahí.

-Lunae.

La melodía que hallé en tus ojos. [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora