¿Alguna vez hiciste algo que no querías hacer? Algo que sabias que iba a causar mal en ti y dentro de tus planes no estaba el hacerlo; pero al final te dejaste llevar y lo hiciste. ¿No? Pues si eres hijo de Dios tuviste esta batalla dentro de ti y entiendes perfectamente lo que Dios te quiere decir en este instante.
Me estoy refiriendo a la batalla más grande que se puede librar en todo el universo, es una batalla que tiene un único comienzo y un único fin, no es una guerra que empieza hoy y acaba mañana; ¡no!, es una guerra que empezó desde el preciso instante que le diste tu vida a Dios por medio de Jesucristo y se termina en aquel instante que Dios termine Su obra en ti, obra que no tendrá lugar en este mundo si no en Su Reino, con Él. Cuando digo que es la batalla más grande no estoy exagerando, porque de verdad si lo es; para un hijo de Dios la batalla más intensa que puede existir es aquella que tiene con él mismo, sí, no es con las personas que te aborrecen a diario por ser diferentes a ellos, no es con aquel vecino que interrumpe tus devocionales con música secular ni con tus padres que no te dan la privacidad necesaria para pasar tiempo con Dios, incluso, no es con satanás, aunque ésta ultima si es una batalla, pero es una batalla que Jesucristo venció hace más de dos mil años en la cruz del calvario.
Es una guerra dual en un mismo lugar todo el tiempo: en ti. Sí siervo de Dios, es en nosotros, porque nuestra carne aún no se sujeta a los deseos del espíritu, el Espíritu Santo desea intimar con nosotros cada momento, pero nuestra carne interrumpe esos momentos hermosos por momentos pasajeros que deleitan únicamente una parte de nosotros; la parte de nosotros que debería de estar muerta ya, pero que aún no lo está, nuestra carne, la mayor debilidad del cristiano. Es como llevar toda la parte putrefacta de ti en tus espaldas y que por la rutina del día te olvidas que allí está y solo sientes ese peso cuando caes, pues al caer todo el peso del pasado se desploma sobre ti haciéndote sentir miserable y sucio.
Pablo entendía esto perfectamente, al decir en Romanos 7 verso 24: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?. Eso es lo que hace la carne en nosotros, nos conduce hacia el pecado el cual nos hace sentir miserables lo cual nos conlleva a la muerte; pero Dios mismo le da una solución a Pablo, y a ti que lees esto hoy. Sigue en el verso 25 parte a: Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro... Sí hermanos, la misma solución para las artimañas y contiendas con el enemigo satanás, es la solución a la guerra contigo mismo; Jesucristo.
Si continúas leyendo, en Romanos 8 Dios nos enseña por medio de Su Palabra a vivir una vida alimentando más la parte espiritual que la carnal (¡IMPORTANTE LEERLO!). Pero, ¿cómo lo haremos? ¿En nuestras fuerzas? Por supuesto que no, es Jesús, es Jesús, es Jesús... ¡ES JESUCRISTO!Hermano, siervo de Jesucristo, debes hacer una transferencia, ¿suena raro? Te lo explicaré: Debes transferirle todo a Aquel que lo dio todo por ti, sí, la única manera que puedes "vencerte" es dándote por completo a Él; debes dar todo lo que posees y todo lo que eres a lo que Él es, Tu vida ya no es más tu vida si no la de Él, tu tiempo ya no es más tu tiempo si no el de Él, tus posesiones ya no son más tus posesiones si no las de Él, tu futuro ya no es más tu futuro si no el futuro de Él, tus sueños y propósitos ya no son los tuyos ahora es lo que Él quiere para ti.. esto es su voluntad, que te santifiques y te apartes todo de ti a Él. (1 Tesalonicenses 4:3)
¡ENTREGATE HOY A ÉL, SI LO TIENES A ÉL LO TIENES TODO, ¡TODO!
Romanos 8:10-11Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
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Guerrero en Cristo
SpiritualEl único fin de este espacio es glorificar a Aquel que me rescato, y cambio mi tristeza y decepción en amor, felicidad y gozo. Ahora mi vida tiene un propósito, y es adorar a Aquel que dio su vida por mi, porque cree que valgo la pena y la vida mism...