La Llegada

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Faltaba un solo día para el gran baile, Toph precisamente llegó esa tarde.

-¡Ya llegó por quien lloraban!—gritó la emocionada maestra tierra mientras entraba en la sala. La recibieron con gritos y abrazos.

-Es bueno finalmente reunirnos todos juntos—dijo Toph.

-Pero aún falta Aang—dijo Zuko.

-No es así.

Todos voltearon y comprobaron con sus ojos lo que sus oídos les habían dicho. Ahí, en el umbral, estaba Aang sonriéndoles vistiendo un atuendo del Reino Tierra.

Los cinco amigos se abrazaron muy felices y emocionados de estar juntos nuevamente.

-Bien, Pies Ligeros, dime ¿Qué fue exactamente lo que pasó en el Reino Tierra? Estaba ya en las islas de esta nación cuando supe que había un conflicto.

-No quiero recordar a esos tontos e inmaduros nobles que se creen grandes y sabios señores—dijo Aang.

-vamos ¿Qué pasó?—inquirió Zuko.

-bueno, los hijos de dos nobles querían casarse, pero uno de los padres declaró que el muchacho no era suficiente para su hija, la niña era sobrina del Rey Tierra y quería que tuviera un matrimonio extranjero. Ofendido, el otro noble dijo que lo había deshonrado y nunca le perdonaría. Como el noble era hermano del rey tenía su apoyo y le dijo al otro que si es que hacía ofensiva contra él los soldados del rey le destruirían. Les juró que tardé una semana solo en convencerlos de que acudieran a mi audiencia ¡Eran como niños peleando! Si no tuviera cabello, créanme que tendría canas verdes ¡Me exasperaron tanto que tuve que bloquear mis chakras!

Todos rieron ante ese comentario. Aang era muy paciente y para que se expresara de esa forma definitivamente estos nobles eran tercos.

-¿Qué más has estado haciendo, Aang?—inquirió Katara.

-ya sabes, ir de ahí para allá, predicando paz, solucionando conflictos, lo de un Avatar.

-Supongo que ha de ser tedioso—dijo Sokka.

-Lo es. Muchos pueblos guardan rencor a la Nación de Fuego, me cuesta mucho convencerlos de que los verdaderos malvados están encerrados. Afortunadamente, Zuko es del agrado de muchos nobles y aristócratas que me ayudan haciéndole buena propaganda a él y a la Nación de Fuego. Pero en definitiva, si no fuera el Avatar, ni por mil millones de piezas de oro me involucraría en la política.

-se a lo que te refieres—dijo Toph—mis padres seguidamente me llevan a esas tontas reuniones de nobles. Los muy cobardes dicen respetarme porque soy una gran maestra tierra, pero se que mienten, me temen los hipócritas.

-en la tribu me fastidian a cada rato pidiéndome consejos para cada cosa que quieren hacer, es estresante—comentó Katara.

-A nosotros no nos pasa eso—dijo Sokka orgulloso—vivimos tranquilamente en la isla Kyoshi.

-eso es envidiable—replicó Zuko—ser Señor del Fuego no es nada fácil.

Así, reunidos, los cinco miembros del llamado "Equipo Avatar" hablaron y convivieron como lo hicieron cinco años en el pasado.

Avatar: La leyenda de Aang. Libro IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora