Riesgos Políticos en Ba Sing Se

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-Zuko, tenemos que hablar—dijo Mai, entrando en la recámara que compartían él y su marido. Cerró con llave la puerta y eso dejó al Señor de Fuego muy sorprendido.

-¿Qué ocurre, Mai?—le preguntó suavemente al ver la mirada angustiada de su esposa. No era común eso en Mai.

Él la abrazo y ella rodeo el pecho de su esposo con sus brazos, sintiéndose reconfortada en ese abrazo. Las palabras que debía decirle comenzaron a aflorar en su mente y el valor tomó posesión de ella, para poder empezar.

-Zuko... estoy embarazada—lo dijo con una sonrisa en su rostro, pero preocupación en sus ojos. Ella temía que su esposo no quisiera al bebé, que no se sintiera listo para la paternidad.

En un principio esa fue la reacción de Zuko, pero conforme en su mente se desarrolló la idea de un hijo, un heredero, su rostro adquirió un brillo impresionante que dejó a Mai anonadada. Todos los miedos se disiparon y Zuko se entregó de lleno a la alegría de ser papá... o futuro padre.

Y besó a Mai con pasión, antes de recostarse en la cama.

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Katara estaba en su habitación cuando Sokka, con Hanh en brazos, entró. Ese día era domingo; Sokka y Suki habían acordado que Sokka cuidaría a Hanh todos los domingos, dándole descanso a Suki, quien velaría por él el resto de la semana. Claro que a veces, entre semana, Sokka lo cuidaba. La pareja amaba mucho a su hijo y era más común que los dos juntos cuidaran del niño que por separado lo atendieran.

Sokka vio a su hermana hacer una pequeña maleta con cambios de ropa, dinero y accesorios personales. Sopesó un poco antes de llegar a la conclusión de que ella iba tras Aang. Suspiró. Nuevamente había perdido la apuesta. Toph apostó a que se reconciliarían en menos de dos semanas, Sokka a que lo harían en dos semanas, cuando Aang regresara. Estas apuestas me van a dejar pobre pensó.

-Entonces, vas por él—no era una pregunta, si no una afirmación.

Katara miró a su hermano y le sonrió a su sobrinito, caminó hacia Sokka y cargó a Hanh, haciéndole cariños.

-¿Qué me decías?

-Vas a ir por Aang ¿No es así?

-¿Qué te hace pensar eso?

-Katara, te conozco, no trates de hacer eso conmigo que no funciona.

Ella lo miró detenidamente.

-Si, voy por él. Fui una tonta.

-Fuiste más que una tonta, Katara.

-¿No me digas que ya todo el palacio sabe sobre qué discutimos?

-No todo el palacio pero sí nosotros.

Katara se mostró molesta por ello, pero la risita de Hanh le devolvió la alegría. Nunca dejaba de impresionarse por toda la felicidad que un solo bebé transmitía.

-Katara, es muy común que una pareja tenga discusiones, créelo o no eso une mucho a las parejas que se aman en verdad, como tú y Aang. No es malo cometer errores, lo malo es no aprender de ellos.

-¿Desde cuándo eres tú tan sabio?

Sokka sonrió, con su orgullo más elevado.

Avatar: La leyenda de Aang. Libro IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora