Amenaza

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Iroh entró en ese momento a su tienda de té, ya cerrada por lo entrada de la noche. Dentro lo esperaba el anciano encapuchado, que de inmediato se puso más alerta y ayudó a Iroh, pues el tío de Zuko llevaba una herida en el hombro.

-¿Qué ha pasado?—inquirió el hombre.

-¿Qué piensas tú?—contestó, jadeando por el dolor.

Rápidamente le rasgó la ropa para tener la herida expuesta. La untó con medicamentos y la envolvió en las más limpias vendas que encontró. Recostó a Iroh en un sillón, y se puso a preparar té. Cuando estuvo listo, se lo dio para que bebiera y ya relajada, Iroh pudo hablar.

-Ba Sing Se ya no es seguro para nadie fiel al Avatar. Ha sido corrompida de nuevo—habló. La herida hacia que le costara esfuerzo hablar.

-Eso lo temí desde ayer, que se fue el Avatar—contestó el hombre anciano.

-Dime ¿Me ha llegado alguna carta?

-Si, te la daré de inmediato.

El anciano se paró y llegó a la habitación de Iroh, donde había escondido la carta en el cajón de madera. Sacó el pergamino y regreso al sillón donde estaba el herido, leyéndole la carta en voz alta.

Mi buen amigo, sabes que te debo la más alta fidelidad por tu puesto, superior al mío, por las ayudas que me has brindado y además por el simple hecho del aprecio que te tengo, sabéis tu porqué.

Por eso me es imposible, bajo ningún argumento o excusa, negarte asilo en mi vivienda. Sabes bien donde vivo y las medidas de seguridad que, en dado caso, debes de tomar. P ya está aquí y B ha accedido a brindarte apoyo en su ciudad para que llegues a la mía lo más pronto posible.

Sin más que decir, me despido. Te espero.

PA.

-No podemos negar su amabilidad. Debemos de irnos—dijo el anciano.

-Si, lo más pronto posible—agregó Iroh.

-No. Duerma toda la noche que ya mañana partiremos más seguros y descansados. Yo mismo lo llevaré con Bumi. Después, regresaré para espiarlos.

-No creo que sea buena idea que regreses a Ba Sing Se.

-¡Ba Sing Se!, no soy tonto. Pero si lo que Ursa nos dijo es cierto, entonces debo estar aquí o lo más cerca posible para poder respaldarlos.

-Espero eso no sea necesario.

-Siempre hay que estar preparados.

-En caso de que así suceda ¿Con quién los llevaras?

-¿Recuerdas a la buena Tía?

-Si.

-Con ella.

-No es muy seguro.

-De ahí podemos ir a Omashu sin ningún problema.

-Supongo que tienes razón.

-Ahora duerma.

Iroh obedeció y se recostó, ya más tranquilo. El anciano seguía renuente a mostrar su rostro, pero aún así, se podía apreciar su tranquilo sueño.

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Ya estoy en el Sur, usted sabe a que altura. No hay peligro alguno que aquí me aceche. Por lo tanto, sabes tú, puedes disponer de mí cuando sea necesario. No estoy para nada enterado de los planes más recientes, espero y sea como tu dices, de lo contrario, temo que seré de más utilidad de la que me gustaría ser.

En cuanto a tu amigo, que refugio me ha dado, tiene un sentimiento de más angustia que yo. Tú sabes bien la razón y anhelamos los dos que puedas cuidarlos a todos en caso de que sucedan cosas peores.

Avatar: La leyenda de Aang. Libro IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora