Encontrado

622 51 8
                                    

Mai estaba sentada en su recámara, su rostro lleno de tristeza. Zuko entró a la habitación y de inmediato fue con su esposa.

-Mai ¿Qué pasa? Estás muy triste hoy.

-Siento mucho lo que les ha pasado a Suki y Sokka—contestó ella, viendo los rayos del sol apenas teñir el cielo.

-Lo sé, es muy triste ¿Verdad?—dijo apenas sin pensar, diciendo lo primero que le vino a la boca. Cuando recapacitó, volvió a hablar—No dejes que eso te aflija, amor. Ya verás que los podremos encontrar.

-He estado pensando en salir yo misma a ayudarlos.

Eso llenó a Zuko de preocupación, que a su vez le ocasionó un enfado repentino.

-¡Eso no!—le dijo, con fuerza—Mai, cariño, es eso lo que ellos quieren. Sé que puedes protegerte bien, pero ahora estás embarazada y debemos ante todo cuidar al bebé.

Instintivamente las manos de Mai se posaron en su vientre, todavía plano. Aún así podía sentir aquella vida desarrollándose en su interior.

-¡Es que imagino el dolor, Zuko!—le dijo, entonces—Imagina, Zuko ¡Imagina que se roban a tu hijo! No entiendo cómo pudieron dormir esta noche...

-Ya no te apures, amor. Eso lastimará al bebé. Descansa.

Mai no pudo hacer nada más que asentir, porque Zuko salió de la recámara. De cierta forma, el estar embarazada hacia que entendiera ligeramente la posición de Suki y Sokka y comprendiera la magnitud de su dolor.

0-0-0-0-0-0-0-0-0-0

Aang despertó con el cuerpo de Katara aún abrazado al suyo. Con cuidado de no despertarla, separó los morenos brazos de su amado para poder salir de la cama. Se vistió con las primeras ropas que encontró.

Se acercó nuevamente a la cama, donde pudo contemplar el tranquilo semblante de Katara. Su enamorado corazón dio un salto de alegría al contemplarla de esa forma, tan tranquila, tan dulce, llena de paz. Suavemente besó su frente.

Te amo, pensó, antes de salir de la recámara cerrando la puerta con delicadeza, evitando generar algún ruido que perturbara su sueño.

Caminó fingiendo tranquilidad hasta la habitación de Ursa, donde bendijo que no hubiera guardias. Entró sin siquiera tocar y no se sorprendió de ver a la mujer, ya vestida, sentada en el taburete, esperándolo inquieta.

-Te has tardado—musitó.

-Lo lamento, pero me quedé algo dormido—le dijo.

-Bien—Ursa se paró y sacó de la manga de su vestido un pergamino pequeño con un listón rojo cerrándolo y un hermoso sello dorado.

Ella le tendió a Aang el pergamino que él cogió cautelosamente, analizando después el sello. Brillaba con la intensidad del sol un dragón enroscado que protegía una flor de loto.

-Este símbolo me es familiar—dijo.

-No creo que lo hayas visto—contestó Ursa—Ahora vete, que pueden sospechar.

Aang se inclinó ante ella en forma de gratitud y escondió el pergamino en su túnica, antes de salir de la habitación rumbo a su recámara. Al entrar, vio a Katara aún dormida y cuidando de no despertarla, caminó hacia su cuarto de baño y cerró la puerta que lo conectaba con la recámara.

Tras asegurarse de que nadie estuviera cerca, sacó el pergamino de su túnica y rompió el sello, quitándole el listón rojo y desenrollándolo, para leer el contenido:

Hemos interceptado mensajes sin que ellos se dieran cuenta. El plan original es secuestrar al bebé para alertar a los Maestros, al Señor de Fuego y al Avatar. No piensan matarlo ni lastimarlo; solamente quieren inquietar a sus padres. El escondite asignado para esconder el niño es la residencia número 324 ubicada cerca del puerto en la Ciudad Capital.

Avatar: La leyenda de Aang. Libro IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora