Bodark

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DISCLAIMER: Hetalia y todos sus personajes son propiedad de Himaruya Hidecaz.

La historia es original de Mely-Val.

ADVERTENCIA: Nombre humano de personajes. Situaciones violentas.

Primer capítulo: "El Ataque"

"Ojalá pueda suceder algo inesperado para poder regresar a casa pronto...", pensaba Lituania mientras cocinaba el almuerzo para todos, como era lo usual. Él era el encargado de la cocina mientras que Estonia solía ayudar a Rusia con las finanzas y organización del papeleo y Letonia llevar a cabo tareas de limpieza doméstica. Su labor no era tan dura, pero sí muy rutinario, Rusia les permitía tomar descansos de vez en cuando, pero sabían que nunca era bueno relajarse mucho frente a él.

Iván era una persona imprevisible e enigmática, nunca sabían a ciencia cierta cómo iría a reaccionar, podría enojarse por las cosas más tontas, pero no por las más serias, sin embargo, no era cruel ni sádico como muchos países suponían. Solo los que convivían con el sabían que era amable y gentil si se lo trataba de igual forma, en caso contrario, era igual que molestar a un oso.

Hacía ya un tiempo que estaban viviendo en su casa, junto con Prusia, Hungría, Polonia, entre otros países que ahora formaban parte de la unión Soviética, por lo cual era común que haya mucha actividad y trabajo que hacer. Este día en cambio estaba todo muy tranquilo, el General Invierno probablemente dejaría su impronta en un par de horas y la temperatura ya había descendido estrepitosamente.

― ¿Alguien ha visto a Koshka? ― Preguntó una voz en tono inocente y aniñado.

― Señor, ¿Se ha fijado en el cesto de la ropa? Le gusta dormir ahí ― Respondió Lituania mientras no quitaba la vista de la comida.

― Ya busqué por todas partes y no puedo encontrarlo, temo que se haya quedado afuera y lo tape la nieve. Mi gato será muy peludo, pero no podría sobrevivir una noche allí afuera... tengo que salir a buscarlo.

― ¿Señor Rusia? ― Pregunta alarmado, dándose vuelta preocupado ― No es aconsejable que salga afuera, ya está atardeciendo y queda poco sol. Podría sucederle algo.

Rusia lo miró perplejo un momento y acentuó su sonrisa característica.

― No pasa nada Toris, te olvidas quien soy... sé todo sobre la nieve ― Explica risueño mientras le palpa la cabeza cariñosamente. ― Iré por mi abrigo ― Dice, levantándose sin más, para marcharse de la sala.

"Tengo una extraña sensación sobre esto", es lo único que se le cruza por la mente al lituano, mientras observa por la ventana empañada los últimos rayos del sol descendiendo de entre el bosque frente a la gran mansión. Tenía una extraña ansiedad que hace tiempo no sentía... tal vez sea por que Rusia se había marchado dejándolos libres por un corto lapso.

Libertad...

Anhelaba ser un país independiente cada vez con más fuerza. Su gente últimamente se estaba inquietando y comenzando a elucubrar revueltas para independizarse, esto le alegraba, pero también le preocupaba. Sabía que Rusia no era malvado, él quería lo mejor para todos, solo que no se daba cuenta del daño que les estaba causando.

Desde que se volvió la Unión Soviética comenzó a ser demasiado controlador, haciéndolos trabajar duramente para mantener el país en funcionamiento, porque semejante territorio no podía mantenerse solo. Si alguno cometía equivocaciones o hacia una revuelta, seria fuertemente castigado de variadas formas, pero no al nivel en que castigarían los jefes al mismo Rusia por permitir que ocurra tal desfachatez bajo su propia nariz, y eso era algo que no muchos sabían. Recordaba momentos cuando se había quedado solo en la cocina hasta tarde y ver entrar a la casa al ruso con un ojo morado o con muecas de dolor, pero nunca daba explicaciones y se encerraba en su oficina hasta encontrarlo al día siguiente dormido sobre el escritorio emanando un fuerte olor a Vodka, levantándose generalmente tan desorientado que apenas recordaba cómo se llamaba.

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