Capitulo diecisiete: "Secretos descubiertos"

199 23 45
                                    


DISCLAIMER: Hetalia y todos sus personajes son propiedad de Himaruya Hidecaz.

Advertencias: insultos, violencia, sangre.

Hola de nuevo, ahora les escribo desde España. (Me fui de Andorra) ¡y en Halloween!. Ya estamos cerca de llegar al fin, muy cerca. Les agradezco a todos por seguirme, ¡y no se olviden de compartir si les gusto! Y sobretodo agradezco a la fabulosa "Reino Inquieto" por su maravillosa ayuda, no habría podido avanzar tanto sin ella!

Gilbert miro al techo gris durante quien sabe cuánto tiempo. Su mente se estaba vaciando de pensamientos conforme pasaban las horas... o dias. De hecho ya ni tenía ida de cuánto llevaba encerrado en esa celda.

Se sentía como uno de esos ratones de laboratorio que se usan para experimentos. Venido al caso no eran muy diferentes. Ellos eran roedores y él una ex nación. Y se experimentaba en ambos... porque el pruso sabía que eso es lo que estaba haciendo Rusia tras separarlo de Alemania occidental... ¿Qué era ahora?, ¿en qué categoría entraba?, ¿iría a desaparecer como muchos otros que conoció a lo largo de su longeva vida?

Los divagantes pensamientos se enfocaron en un personaje de su infancia: la representación humana de los caballeros templarios. Un niño un poco más alto que el, de cabello rizado, semblante alegre y gentil. Han sido buenos amigos, pero con el tiempo Gilbert se fue olvidando del joven al punto de no volver a verlo nunca más. La representación de los caballeros templarios cesó de existir... como así también Germania, entre tantos otros...

-¿También se olvidarán de mí?-. Pensó en voz alta mientras observó analíticamente sus manos extendidas. Hacía poco que comenzó a notar que a veces se transparentaban sin explicación... ¿Podría ser su imaginación o realmente estaba comenzando a desvanecerse? Solo pensarlo despertaba ocasionalmente un sentimiento de desesperación difícil de suprimir y ocultar.

-¿Qué estás diciendo Gilbert?-. La mujer lo oyó, acostada en su cama en el lado opuesto de la celda. -¿Otra vez estás siendo dramático?-. Su comentario se oyó más brusco de lo esperado. No fue su intención, pero la verdad es que en el fondo le preocupaba. No conocía ninguna nación que no hubiera desaparecido luego de perder su condición como representación humana. –Deja de estar diciendo idioteces... ¿Qué pensaría Ludwig si te escucha?-. Intentó hacerlo razonar, buscando erradicarle esos miedos, pero tanto ella como el ya tenían sembrada la semilla de la duda.

El pruso giró su cuerpo mirando hacia la pared, evadiendo la repentina expresión desconcertada de la muchacha.

-¿Dije algo malo?-. Elizabeta lo miró extrañada.

Prusia tardó unos segundos hasta responder con tono áspero. –No me hables de él ahora. No quiero pensar en lo que ha hecho...-

-¿En lo que ha...?-, puso una cara perpleja. ¿Se refería al fanatismo de Ludwig con Hitler?, ¿las torturas de la SS?, ¿o un problema personal entre ellos dos? –Lo siento Gilbert pero no te entiendo-. No le avergonzaba preguntarle y arriesgarse quedar como una tonta. La confianza que se tenían fue sembrada profundamente con el pasar de los siglos.

El muchacho soltó un molesto suspiro. -Lo que sucedió en el palacio de Alemania Occidental, Eliza...-, respondió secamente, girando la cabeza nuevamente en su dirección con expresión seria. –Mi hermano jamás colocaría una bomba en el palacio, poniendo en riesgo a su propia gente... yo no lo crie así-.

Cada palabra que enunció fue como un muro conteniendo la rabia detrás. Probablemente Gilbert había estado pensando profundamente en la culpabilidad de su hermano una y otra vez desde que llegaron a la celda.

BodarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora