cap 14- El que busca la verdad corre riesgo de encontrarla

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DISCLAIMER: Hetalia y todos sus personajes son propiedad de Himaruya Hidecaz.

La historia es original de Mely-Val, pero quiero agradecer a las grandes: "Reino Inquieto" y "Saraky" por ayudarme. Mil gracias por su ayuda chicas, no sé qué sería mi fic sin ustedes. Les recomiendo que las busquen en fanfiction o wattapad, sus fanfics son espectaculares. Y, queridos lectores, gracias por acompañarme hasta acá. Puedo tardarme bastante pero no los voy a abandonar. Ya tengo el final del fic. No voy a dejar la historia inconclusa. No voy a hacer lo que odio que me hagan.

ADVERTENCIA: Nombre de personajes humanos, sangre.

-El colgado....-

Vlad suspiró, masajeándose las sienes mientras interpretaba las cartas Tarot sobre la mesa. Desde que había llegado a la casa de Iván, no paraba de preguntarse día tras día qué hacía allí. Quería volver con Silas, pero luego recordaba que esto lo hacía por el pequeño. Hacerle un favor a Rusia equivaldría a que sea un poco más blando con él y su hermanito. Iván respetaba mucho la palabra de honor y si estaba en deuda con Vlad, no sería tan duro con respecto a la extracción de uranio que intoxicaba a sus trabajadores. Si el rumano cuidaba su pellejo, Iván cuidaría del suyo, era un antiguo acuerdo de entendimiento mutuo que llevaban desde hace siglos.

Aunque su forma de verlo no era comprendida por la mayoría de las naciones soviéticas. Solía recibir miradas cargadas de desprecio como si su actitud fuera algún tipo de traición. Quizá hayan tenido otras formas de subsistir, ya sea luchando, casándose o formando alianzas pero a él no le quedaba otra opción. No lo iban a entender ni tampoco querían y eso lo notaba más que nada en las expresiones de Gilbert, Elizabeta y sobre todo Feliks. Era difícil ser el distinto, el flexible... sin embargo tenía algo que los demás no, una gran astucia y sin importar qué, siempre sacaría provecho de la situación de alguna u otra forma. Sabía que estaba solo en este frio mundo soviético donde solo encontraba desconfianza y paranoia en cada rincón. Lo único que importaba era mantener cerca a los amigos y más cerca a los enemigos.

-¿Sigues mirando esas cartas?, no creo que halles la cura haciendo eso-. Toris desde que Natalia fue atacada, se estaba volviendo cada vez más impaciente. Le angustiaba verla así y le era inútil pedirle que cambie. Se había encerrado dentro de sí misma haciendo de su cuerpo solo una carcasa de expresiones vacías.

Pero la entendía, conocía el motivo. Su miedo a volverse un Bodark como Iván era imposible de ignorar. La duda le impedía dormir por las noches, así como a él. Toris lo notaba en sus ojeras y desalineado aspecto, fuera de lugar en su antes perfecta y femenina figura. Le dolía en el corazón sentirse incapaz de ayudarla, un inútil. Siempre fue un inútil... nunca hizo lo suficiente por él ni por nadie.

Apretó los dientes, cerrando los puños con fuerza. –... un inútil- repitió inconscientemente en un suspiro. La rabia se había vuelto usual estos últimos días, algo que no era parte de su apacible y racional carácter.

Vlad frunció el ceño observando al lituano dándole la espalda. Miraba a través la fría ventana, empañándola en cada exhalación. Se la había pasado clavado allí desde que el avión aterrizó dos horas atrás. No había que ser tonto para darse cuenta que la ansiedad estaba carcomiéndolo rápidamente, como el resto del grupo.

Se le vino a la mente la imagen de Iván descendiendo las escaleras de la nave con Alfred tendido sobre sus hombros, ambos manchados de sangre con la vestimenta deshecha. El ruso no dijo mucho y su expresión fue difícil de leer. Lo vio dejar al americano en uno de los dormitorios para que Gilbert le extrajera la bala, ya que él era experto en atender heridas de guerra, mientras Rusia se fue a cambiar de ropa. Sin embargo a Vlad le pareció llamativo volverlo a ver con las mismas vendas envolviendo su cabeza y uno de los ojos. Iván se excusó explicando que iría a montar guardia afuera en caso de que algo sucediera, en un tono completamente habitual como si fuera un día común y corriente. Pero Vlad, con los años que llevaba conociéndolo, más bien le sonó a una excusa para mantenerse alejado.

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