Tercer capítulo: "Confrontando la realidad"
DISCLAIMER: Hetalia y todos sus personajes son propiedad de Himaruya Hidecaz.
La historia es original de Mely-Val.
ADVERTENCIA: Nombre humano de personajes. Situaciones violentas.
Lituania se despertó temprano esa madrugada. Observó la oscuridad que envolvía el dormitorio y a sus dos, casi hermanos, bálticos.
No podía verlos con claridad pero podía escuchar la suave y profunda respiración. Le alegraba que a ellos no les tocara hacer el trabajo de cocinero y "mucamo" de Rusia. El hecho de volverse prácticamente su sirviente esclavo y atender todas las ordenes cabeza bajo. Aunque Toris era una persona de carácter serio y muy trabajador, tanto como Alemania, detestaba la situación en la que se encontraba y no se lo deseaba ni siquiera a Gilbert.
Anhelaba su liberación con más fuerza cada día, podía sentirlo debajo de su piel, la opresión e inquietud de su gente. Cada vez que dormía soñaba en sus tierras, lo que hacía y pensaba en su gente con extrema claridad al punto que parecía como si estuviera acompañándolos, elucubrando planes secretos, programando revueltas y buscando apoyo clandestino. Hablando de apoyo... tal vez si lograba comunicarse con América, podría lograr su cometido, pero el problema sería evitar que Rusia lo sepa. Debería pensar bien cómo contactar a América sin que él se entere.
Emitió un largo bostezo y se estrechó en la cama preparándose para el quehacer diario. Se vistió en el baño para no molestar a los bálticos con la luz y luego bajó a la cocina a preparar el desayuno a todos.
"Aun me quedan dos horas para cocinar", evaluó mientras buscaba el interruptor de luz sin embargo se congeló en el marco de la puerta con los ojos bien abiertos como platos.
El corazón se le subió a la garganta tras ver unos luminosos ojos ámbar escaneándolo con detenimiento desde detrás de la mesa. No parpadeaban ni se movían, pero su intensidad le helaba hasta el alma.
Se quedó así por unos instantes conteniendo la respiración, sus pies estaban clavados al suelo y su cuerpo no reaccionaba. Había vivido situaciones poco comunes en su larga vida pero nunca algo como eso.
Tragó forzosamente saliva, arriesgándose al apoyar lentamente sus dedos sobre el interruptor de luz, con cuidado de no hacer algo brusco que pudiera alterar a lo que sea que fuera eso.
La mirada se desvió casi con curiosidad sobre sus dedos y a continuación se irguió de forma lenta y tambaleante en una masa negra, alzándose paulatinamente.
Asustado, Toris se mordió la lengua y en un arrebato de coraje prendió de un manotazo la luz, haciendo que la enorme figura retroceda enceguecida y se choque con los estantes a su espalda.
― ¿S-señor Rusia? ― Preguntó con la boca abierta y cejas alzadas.
Iván no levantó la cabeza para mirarlo, su rostro algo oculto debajo de sus mechones evidenciaba que aún no se había recuperado totalmente, cosa de extrañar en una nación ya que todos solían curarse bastante rápido en comparación a un humano.
― ¿Q-que hace aquí señor? ― Tartamudeó el lituano con rastros de ansiedad y preocupación. Notaba que el ruso tenía grandes ojeras y expresión cansada de no haber dormido. Su piel tenía un tono pálido y enfermizo y su postura se notaba un poco encorvada, como si le costara mantenerse totalmente erguido.
Iván tardó unos minutos en responder o al menos eso sintió el lituano en su nerviosismo.
― Ah... no importa ― Dijo con voz rasposa y grave en comparación a su característica suave y aniñada. ― Solo... había venido a buscar algo ― A Toris le pareció captar un tono de irritación debajo de ese último comentario, con lo cual lo dejaba más confundido.
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Bodark
Werewolf¿Hasta donde eres capaz de llegar para ayudar a quien detestas? A Iván se le esta acabando el tiempo, la maldición irá avanzando hasta que Rusia deje de existir... a no ser que todos logren trabajar juntos y decidan resolver sus rencores