II.

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Me desperté sobresaltada de madrugada por culpa de una horrible pesadilla.

Tras un instante mi pulso continuaba acelerado y un asqueroso sudor frío envolvía gran parte de mi cuerpo, sentía que realmente la pesadilla no había terminado, pero no era así.

Tardé un par de segundos en asimilar que todo estaba como debía estar.

Inspeccioné mi oscura habitación con la poca luz que entraba a través de la ventana.
Me dejé caer sobre la almohada y caí dormida al instante.

Escuché el intermitente ruido del despertador y alargé mi brazo para apagarlo mientras continuaba acostada, pero no lo lograba. Hice un segundo intento pero lo único que logré fue tirarlo de la mesita.
Gruñí, me senté en el borde de la cama para recogerlo y lo apagué.

Tras despejarme hice lo que normalmente hacia.

Me di una ducha, me vestí y dejé una toalla al rededor de mi cabeza mientras preparaba la mochila.

Escuché a mi tía vocefear desde el piso inferior que el desayuno estaba listo.

Desayunaba tranquila hasta que el timbre comenzó a sonar.

Mi tía Margareth abrió la puerta mientras comentaba en voz alta que hoy llegaría tarde a casa.

Al otro lado de la puerta estaba Sam, tan alegre y guapa como de costumbre.
Con su largo pelo castaño perfectamente peinado y  su radiante sonrisa.

Realmente la envidiaba, en todo tipo de situaciones que puedas imaginar se veía bien.

Saludó a mi tía y entró a casa. Cuando Margareth estaba a punto de cerrar la puerta apareció Daniel que carraspeó para hacer notar su presencia.

--- ¡Daniel, que sorpresa! - exclamó mi tía

Le saludó con dos besos y le invitó a pasar. No es costumbre que venga Daniel, pero de vez en cuando nos acompaña al instituto.

--- ¡Kim, están aquí tus amigos!

--- ¿Dónde está? - preguntó Sam

--- En la cocina, desayunando. - explicó mi tía.

Mierda, mierda, mierda, mierda...

No podía dejar que Daniel me viera con esas pintas.
Cuando escuché  pasos acercándose eché a correr como una condenada a secarme el pelo, dejando mi desayuno a medias.

--- ¿Kim...? - escuché decir a Sam, acto seguido pude escuchar su risa.

Creo que es consciente de que estoy enamorada de su hermano desde los 15 años.
Pero, nunca hemos hablado del tema, me resulta incómodo. Más de una vez intenta sacarme información pero...soy una tumba.

Me sequé un poco más el pelo con la toalla, el resto se secaría al aire y me cepillé los dientes lo más rápido que pude.

Agarré mi mochila y bajé tratando de parecer tranquila, cosa que no salió muy bien porque me tropecé en el último escalón.

--- Tranquilos, sigo viva...- dije sonrojada.

Sam no podía parar de reírse y eso hacía que cada vez me pusiera más y más roja.

Daniel, sin embargo estaba serio, mirándome con sus ojos café como si fuera un caso perdido y negó con la cabeza sutilmente.

Kim, no eres más idiota porque no puedes...

--- Vamos, rápido, que tengo el coche en segunda fila.

--- Si, vámonos que al final llegamos tarde... - caminó hacia la puerta junto a  Daniel y acto seguido me miró a mi que seguía paralizada de la vergüenza - ¿Vienes o prefieres seguir ahí?

--- ¡No olvidéis que hoy hay toque de queda! - vocefeó Margareth desde la cocina.

--- ¡Está bien! - respondí y cerré la puerta.

Las clases iban a comenzar y dejé un par de libros en mi taquilla ya que aún no los necesitaría. Al cerrarla me sobresalté.

--- Lo siento, no quería asustarte. - dijo Ray rascándose la nuca.

--- Tranquilo - sonreí - ¿Qué tienes?

--- Química. - revolvió su negro cabello y suspiró - examen...

--- Yo igual, ¿vamos juntos?

--- Cla...

--- ¡Ray! Tengo que contarte algo.- Aquella chica rubia me miró como si fuera un estorbo y entendí el mensaje.

--- Te veo luego, Ray - comencé a caminar hacia el aula de química.

--- Kim - me giré y vi como Ray me miraba atentamente con sus azules ojos- Luego te veo.- afirmó.
Sonreí y seguí caminando.

Tras primeras clases sonó el timbre y corrí a la biblioteca antes de que el pasillo se llenara de alumnos.

Cuando llegué me senté en la mesa más alejada y saqué el libro de literatura ya que más tarde tenía otro examen.

Tras un par de minutos escuché que alguien chistaba y levanté la mirada, para encontrarme de nuevo con los ojos de Ray mirándome fijamente.
Sonrió y se sentó frente a mi.

--- Sabía que te encontraría aquí. - dijo apoyando los brazos en la mesa.

--- ¿Dónde si no? - reí

--- ¿Has escuchado lo del toque de queda? - preguntó.

--- Si...no sé a qué se debe pero me advirtió mi tía está mañana. - respondí cerrando el libro.

--- Por lo visto ha habido varios asesinatos, 3 para ser exactos, uno de ellos ayer mismo.

--- ¡¿Qué?! - exclamé

La bibliotecaria me miró mal , propinó un sonoro 'Shhh'.

--- Hola chismosos. - miré a un lado y ahí estaba Ian, parecía haber escuchado toda la conversación, se sentó a mi lado.
Y apoyó una mano sobre mi hombro- No te preocupes, princesa, tú príncipe ha llegado. - dijo tratando de sonar heróico y gracioso.

--- Oh, ¡gracias al cielo! - exclamé siguiéndole la corriente.
Ambos comenzamos a reír y nos detuvimos al ver el serio rostro de Ray.

--- Graham, no digas tonterías.

--- Cálmate, solo era una broma - respondió Ian revolviendo su rubio cabello.

--- Los asesinatos no son motivo de broma - miró a Ian como si tratara de decirle algo más pero, no lo hizo, e intuyo que por mi presencia. Pero Ian pareció entender lo que Ray quería decirle.

No era la primera vez que me pasaba algo así, ya se ha vuelto una práctica habitual que mis amigos me oculten cosas.

Estoy harta de tanto misterio.

Les miré molesta, recogí mis cosas y me fui lo más rápido que pude.

--- ¡Kim! - dijeron a unísono

La bibliotecaria se acercó a ellos y escuché que les estaba amenazando con castigarles.

Salí de allí corriendo y huí al cuarto de baño dónde me encerré y me puse los auriculares con música a todo volumen.
No quería pensar en lo que acababa de ocurrir.
Últimamente no podía dormir bien por culpa de las pesadillas así que  poco a poco fui quedándome profundamente dormida.

¿Sabéis que pasó después?

Sé que no, pero queda bien preguntarlo ¿no crees?


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