IV.

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El sol comenzaba a ocultarse en el firmamento creando un hipnotizante paisaje rojizo.
La mansión de los Hudson se encontraba tan solo a un par de manzanas de la mía y yo acostumbraba a ir a pie, pero, en ésta ocasión mi tía me recomendó coger el autobús.

Supongo que a nadie le gusta ir solo por la calle a sabiendas de que un asesino anda suelto.

Tras un par de minutos en la parada, el vehículo se detuvo frente a mi, dándome paso. Pasé mi tarjeta de transporte público y me senté en el asiento vacío más próximo. Desde el cuál pude distinguir a Keana, que evitaba mi mirada descaradamente. Me coloqué los auriculares dispuesta a aislarme del mundo y así fue.

Quedaban un par de paradas hasta la mansión de Ray cuándo el vehículo se detuvo bruscamente provocando que yo perdiera el equilibrio y cayera al suelo.
Los pocos pasajeros que había vocifeaban sus quejas.

Keana con el ceño fruncido se acercó a la cabina del conductor notablemente molesta. Pero su rostro cambió por completo al ver la que posiblemente sería la peor escena que había visto en su vida.
Un señor esbelto y canoso se acercó a la cabina también y comenzó a gritar:"¿Hay algún médico?" "¡Que alguien llame a una ambulancia!" "¡Fuera, todos fuera!".

La escasa cantidad de gente que allí se encontraba corría como si una avalancha les fuese a alcanzar. Aquel hombre hablaba por teléfono bastante alterado con lo que supuse que sería la ambulancia.
Cuando fui capaz de reaccionar me puse en pie torpemente, me dirigí hacía la cabina del conductor y acto seguido me quedé paralizada.

Aquella sangrienta escena era digna de una película de terror, la sangre se esparcía rápidamente por toda la superficie expulsada del cuello y muñecas de aquel conductor. Le tomé de una de las muñecas para ver si aún se encontraba con vida. La sangre manchaba mi blanco sweater. Keana, mientras, continuaba mirando horrorizada aquella escena.

No sentía nada. No había pulso.

Y de nuevo, otro cadáver.

Acompañé a Keana a la salida ya que se encontraba en estado de shock.

--- Viene a por mi.-susurró- Esto no debería haber ocurrido. Me quiere a mi.-añadió aterrorizada.

--- Creo que sé quién puede responder algunas de nuestras preguntas. Ven conmigo.- respondí tratando de tranquilizarla.

Atravesamos el inmenso patio perfectamente diseñado y cuidado. Dos filas paralelas de frondosos arbustos frutales adornaban el jardín y formaban un camino a la entrada de la mansión.
Keana me seguía de cerca y analizaba  todo a su al rededor mientras recogía su rizado cabello en una alborotada cola.

La puerta se abrió de golpe y Daniel nos observaba confundido apoyado en el blanco marco de la puerta con los brazos cruzados.

--- ¿Qué hace ella aquí? -preguntó con un deje de molestia.- ¿Estás bien?, estás llena de sangre.

--- ¡¿Sangre?! - La voz de Ray interrumpió mi respuesta.- Pasar, pasar. - dijo.

Nos guiaron al salón mientras explicaban que el Señor y la Señora Hudson no se encontraban allí debido al reciente fallecimiento de un ser querido.

--- Lo siento mucho, Ray.

Me dedicó una tímida sonrisa mientras acariciaba mi mejilla suavemente.

--- Tengo que ausentarme un momento, podéis comenzar sin mi.

Todo el grupo se encontraba en el salón sentados al rededor de una enorme mesa de pino. Las blancas paredes aumentaban la iluminación causando que cada objeto de la sala destacase.
Ian discutía con Daniel mientras Sam trataba de calmar la situación. En sus rostros se veía claramente que sabían que había ocurrido en el autobús y parecían bastante intrigados al respecto, pero, no hicieron preguntas.

--- No creo que esto sea buena idea.- dijo alterado.

--- Si sigue sin saber la verdad podría ponerse en peligro. - respondió Samantha haciendo callar a Daniel.

Ian invitó a Keana a sentarse en una silla, le ofreció un vaso de agua y le dedicó una sonrisa para tranquilizarla. Acto seguido  se acercó a mi clavando sus increíbles ojos azules en los míos.

--- Acompáñame, te daré algo de ropa - me cogió de la mano y un extraño escalofrío recorrió mi cuerpo.

Recorrimos los largos pasillos de la planta superior y me señaló la habitación de Ray.

--- Sírvete tú misma. -dijo.

--- ¿Crees que le molestará que utilice su ropa? - respondí.

--- No. Eres tú. - río.- Te espero aquí, no tardes.- dijo mientras revolvía su rubio cabello.

Escogí una camiseta al azar y me lavé las manos para eliminar los restos de sangre antes de ponérmela. Bajamos junto al resto y me senté en una silla mientras me miraban fijamente. Ray apareció y se quedó de pie, frente a mi.

--- Nada de lo que te contemos puede salir de aquí. Aunque no te creas nada de lo que te digamos, debes mantener el secreto.- miró a Keana- Y tú deberás hacer lo mismo.

--- A no ser que quieras morir.- advirtió Daniel en tono amenazante.

El ambiente era tenso y frío, me sentía incómoda y noté que Keana también se sentía así. Respiré profundamente, quería saber la verdad, no quería seguir viviendo en la ignorancia.

--- Solo quiero saber la verdad.

--- Quiero saber que está pasando. - añadió Keana.

--- ¿Estaís seguras?

--- Si.

Todas las respuestas a mis preguntas serían reveladas en ese momento, no sabía como debía sentirme.
No sabía como debía reaccionar.

Pues ese fue el comienzo de todo.

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