VII.

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Avanzaron veloces recorriendo los amplios pasillos silenciosamente. Sam y Daniel apuntaban con sus armas dispuestos a disparar.

Cuando me fijé en Ray, me di cuenta de que se estaba transformando.
Pude ver cómo en un rápido movimiento de dedos, aparecían garras en el lugar de las uñas. Pero no podía verle la cara, ya que continuaba ante mi.

Ian se volvió a mirarme y descendió la velocidad de sus pasos para continuar a mi lado. No voy a mentiros, tenía miedo, mucho miedo pero por alguna extraña razón tener a Graham cerca me hacía sentir tranquila.

--- ¿Tú no te...transformas?

Me dedicó una sonrisa y llevó la mano a su nuca. Acto seguido me miró con esos intensos ojos azules y ahogó una carcajada.

--- No debo hacerlo si no es una cuestión de vida o muerte.- suspiró.- A no ser que queramos una masacre.- bromeó.

--- No es momento de bromas, Graham.- respondió Daniel.

Ian se mostró atónito. Nunca le había visto así, sus ojos parecieron oscurecerse sutílmente.
Cuando advirtió mi mirada su rostro se relajó en una sonrisa levemente avergonzada.

--- ¡Ahí! - exclamó Samantha.- ¡Keana, agáchate!- añadió soltando la cuerda del arco.

Una fugaz flecha atravesó el pasillo y se clavó junto a una borrosa figura masculina que mantenía presa a la chica.
Ray atravesó el pasillo casi a la misma velocidad de la flecha y gruñó al atacar a su oponente.
Éste evitó el golpe en un rápido movimiento que hizo que Keana cayera al suelo inconsciente.

Daniel apretó el gatillo en múltiples ocasiones mientras el misterioso hombre peleaba con Ray, que mostraba sus colmillos y sus brillantes ojos amarillos.
De una patada Ray atravesó volando el aula y cayó tendido sobre una de las mesas causando un fuerte estruendo, hecho que aprovechó Sam para abalanzarse sobre aquel hombre empuñando una daga que escondía en el interior de su bota.

--- Los disparos no le afectan.- dijo Daniel.

--- ¿Y qué hacemos? - preguntó Ian apretando los puños.

--- Tenemos que sacarlos de ahí. Va ha matarlos a todos.

--- ¡No!- exclamé.

Y debí hacerlo demasiado alto porque ambos me miraron anonadados. Daniel se acercó a mi y me susurró algo que no pude entender totalmente por culpa de los golpes de la pelea. Me quedé paralizada y lo único que podía hacer en ese momento era observar.

Daniel se volvió hacia el aula y se unió a la pelea en la que se encontraban Ray y su hermana, claramente en desventaja.

--- Tienes que salir de aquí.- dijo Ian mirándome fijamente.- Escóndete. Yo me encargo de esto.

Corrí por el pasillo y me metí en el primer aula que vi, justo al lado de la clase peligrosa. Pero no tuve una idea mejor en ese momento. Me escondí bajo una de las mesas mientras rezaba porque aquella criatura no acabará con mis amigos. No podía hacer nada para ayudarles, yo no poseía ninguna habilidad especial.

--- ¡Daniel, la bomba de humo! - La voz de Ian parecía forzada.

Escuchaba golpes, ruidos, gritos y solo pude mantenerme inmóvil. Los golpes se escuchaban cada vez más fuertes, más cerca. Durante lo que pareció una eternidad.

Y de repente, silencio.

Un silencio imponente que parecía anunciar el reciente fallecimiento de mis amigos.
Aguardé un par de minutos escuchando con especial atención.
Sólo logré distinguir un par de pasos que se alejaban a una velocidad increíble.

--- ¡Kim!

Escuché mi nombre un par de veces pero no era capaz de distinguir quién me estaba llamando. El humo se notaba en el ambiente. Un humo espeso, como el de mi sueño.

--- Aquí estás.

Daniel se agachó y me miró asustado fijamente, tenía sangre en la frente y su ropa también estaba manchada de ella. Su respiración era forzada y muy agitada pero su voz parecía calmada.

--- ¿Estás bien? - asentí cuando me tendió la mano.

Salí con cuidado de debajo de la mesa y me ayudé de su mano para ponerme en pie ya que me temblaban las piernas.

El camino de regreso a casa fue silencioso, Sam caminaba con una leve cojera en el pie izquierdo apoyada en mi hombro, mientras, Ray contemplaba cómo sus múltiples rasguños cicatrizaban a gran velocidad. Keana llamanba nerviosa a su madre que le había dejado 5 llamadas perdidas.
Daniel parecía preocupado, todos lo parecían pero él especialmente.
Ian había desaparecido durante la batalla y no sabíamos que había sido de él. Ni de la otra criatura.

El agua de la ducha acariciaba mi cuerpo mientras aclaraba los restos de jabón. Cientos de imágenes de la pelea acribillaban mi mente, de pronto, se tornaron imágenes de Ian.

Graham comiéndose la bolsa de patatas, sonriendo, bromeando, y la imagen de nosotros dos juntos en mi cocina, frente a frente y uno muy cerca del otro. Recordé nuestra respiración sutílmente agitada, sus ojos al tornarse amarillos y sus imponentes ojos azules mirándome en la biblioteca.

Y no pude evitar que mi cuerpo se estremeciera. Pero tampoco pude contener mis lágrimas.

Cerré el grifo con rabia y me envolví en una toalla. Miré por la ventana tras secar mis lágrimas, estaba amaneciendo.

Me puse el pijama y me dejé caer sobre la cama con pesadez. No pensaba ir al instituto, hoy no.

Tenía mucho que asimilar y muy poco tiempo.



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