CAPÍTULO 16

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El sonido de los neumáticos derrapando sobre el asfalto junto con el ligero aroma a quemado, le dieron consciencia a Dong Young Bae, de qué tanta era la diferencia entre la localidad en la que residía, y aquella otra zona un tanto pomposa en la cual trabajaba, en la cual no existía el bullicio, no había pandillas rondando las calles, ni tampoco era necesaria la actitud uñara hacia los demás.

Chasqueando la lengua, sacudió la cabeza amistosamente hacia un par de hombres desaliñados que descansaban apoyados informalmente contra el muro de una tienda de servicios. Mientras metía sus manos en el interior de los bolsillos de sus pantalones, observó cómo el dependiente de la tienda salía y trataba inútilmente de ahuyentarlos, amenazándolos con llamar a una patrulla.

Mientras una sonrisa jalaba la comisura de sus labios, divisó justo frente a la maltrecha casa que compartía con su mejor amigo, un lujoso automóvil negro. Descansando sobre el cofre, un sujeto de hombros anchos se dedicaba a escanear la propiedad minuciosamente, como si esperase encontrar el mayor de los enigmas en ella.

Chirriando los dientes, se acercó rápidamente hasta quedar lo suficientemente cerca como para que el hombre le mirase al fin. De grandes ojos color marrón, y jugosos labios rosados, el hombre frente a él era poseedor de una extravagante belleza. Finas y largas pestañas abanicaban y acariciaban sus pómulos mientras que un degradado color negro adornaba el rostro en forma de ojeras.

—¿Puedo ayudarte?— inquirió mientras sentía como los evaluadores ojos del desconocido lo escaneaban de arriba-abajo.

—No, ciertamente...— la cadenciosa voz envío una especie de descarga a través de sus células, sacudiendo cada terminación nerviosa existente mientras sus ojos se encargaban de escudriñarle, en un valeroso intento por no sucumbir a la tentación de la singular belleza.

—Entonces sería bueno que comenzaras a marcharte, antes de que tenga que obligarte.

—¿En verdad?— la perfecta dentadura del ojeroso se hizo presente mientras se atrevía a cruzar los brazos sobre el pecho, para entonces mirarle retadoramente— No creo que puedas hacerlo.

—Nadie inspecciona una casa por aquí, si no quiere salir de la zona hecho una mierda, literalmente.

—Bien. Esa fue una muy gráfica descripción. — se burló— De todas formas, no había nada más que hacer aquí. Tan solo quería ver el basurero de donde había salido alguien.— riendo una última vez, se metió al auto y se alejó a toda velocidad.

Young Bae había creído que no era algo por lo cual debería preocuparse lo suficiente como para que le importara. Sin hacer otra cosa más que suspirar con cansancio, atravesó el maltrecho jardín y entró en la pequeña residencia.

El olor a comida le hizo saber de inmediato que por lo menos su compañero y mejor amigo había decidido salir de su habitación el tiempo suficiente como para preparar algo de comer. No era como si él se lo exigiera, ni mucho menos, tan sólo estaba feliz de que Ji Yong pudiese tener la suficiente fuerza como para hacer algo por sí mismo.

No entendía por completo cómo las cosas habían terminado de la manera en que lo habían hecho. Sí, él había sabido desde un principio que lo que su mejor amigo estaba haciendo, terminaría por dañarlo de alguna forma, sin embargo no creyó que tanto.

Ji Yong se había dejado cegar por todos esos beneficios que aquel par de primos le habían ofrecido, tanto que incluso olvidó que existe el karma, y que tarde o temprano las mentiras se derrumbarían y sería él el único culpable.

Deshaciéndose de su pesada chaqueta llamó a viva voz a su compañero, quien apenas y respondió mientras caminaba por el pasillo que daba a las habitaciones.

DRAGÓN DE DOBLE CARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora