EPÍLOGO

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Ji Yong se echó perezosamente en el amplio sofá de la sala mientras observaba al alto hombre de cabello oscuro acercarse y tenderle una cerveza, misma que él recibió con gusto. Sin decir nada, simplemente bebió de la botella mientras su acompañante se sentaba en el mismo sofá y ponía los pies del casto sobre su regazo.

Confianzudamente, sacó los zapatos del chico y comenzó a masajear sus pies mientras una gentil sonrisa se marcaba en sus labios, apenas tan débil que daba testimonio de su profundo cansancio.

—Yo soy el que debería de darle ese masaje, jefe...— murmuró el castaño, sin poder evitar disfrutar del íntimo mimo.

—No me llames así...— gruñó, continuando con su labor— Ya suficientemente raro es que en el trabajo corras de un lado a otro gritando, ¡Señor Choi!— suspiró— Me haces sentir viejo.

—Eres el gerente del restaurante...— le recordó— También eres mayor que yo. — se carcajeó, notando la mirada disconforme del otro— ¡Ahjussi!

—¡Oh, cierra la boca! — gruñó mientras una sonrisa traviesa cruzaba por su rostro antes de que se lanzara sobre el chico, quien lo acunó entre sus muslos mientras enredaba sus largos brazos alrededor del cuello— Debería patearte el trasero, tú pequeño granuja.

—Me amas de todas formas...— presumió.

Ni siquiera las palabras eran suficientes para responder a aquella insinuación. Claro que existían las peleas, después de todo, todas las parejas las tienen alguna vez. Sin embargo, su relación había rebasado el punto en el que peleaban por cualquier tontería; habiendo vivido un amargo comienzo, ya no había verdaderos problemas que los llevaran a preocuparse por cosas tan sin sentido.

Mirándolo a los ojos, Seung Hyun sonrió antes de inclinarse y tomar los labios del menor con devoción, escabullendo su lengua dentro pocos segundos después, yendo al encuentro de su más alucinante rival. Gimiendo, sintió cómo los largos dedos del castaño se hundían entre las hebras de su cabello mientras el cuerpo bajo suyo se arqueaba con necesidad, sensible a su toque.

Sabiendo que esa era una línea que no podía cruzar, Seung Hyun se apartó de aquellos adictivos labios cuando sintió el ansia por consumir sus deseos. Mirándolo a los ojos, sonrió mientras acariciaba con el dorso de la mano la tersa mejilla. Estando a punto de apartarse, sintió cómo las delgadas manos del menor se atrevían a acunarle el rostro, mientras una expresión nerviosa teñía los suaves rasgos.

—No te vayas...— murmuró— De verdad te necesito.

—No quiero hacerte daño. Además, no es necesario.— sonrió— Ambos sabemos que nuestra relación se basa en el amor, y no en algo tan superficial.

—Lo sé. Pero esta vez soy yo quien te lo pide...— viendo al mayor a punto de replicar, lo calló con un gentil beso— Han pasado poco más de cuatro años desde la última vez que me tocaste.— sonrió ligeramente— Y hemos estado dos años juntos desde que te encontré otra vez.

—No es nada, te dije que te esperaría por siempre si era necesario.— inclinándose, besó la nariz del castaño— No tienes que hacer esto.

—Quiero hacerlo. — sonrió— Por favor Seung Hyun, hazme el amor.

—Pero Ji Yong...— el menor le silenció.

—Todo estará bien, estando contigo siempre es así.

Sintiéndose verdaderamente indeciso, Seung Hyun decidió aceptar, teniendo como prioridad el hecho de parar si se daba cuenta de la más mínima incomodidad en el menor. Inclinándose, lo primero que hizo fue besar los tiernos labios antes de alzarse, llevando consigo el liviano cuerpo contrario, encaminándolos entonces hacía la alcoba principal.

DRAGÓN DE DOBLE CARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora