CAPÍTULO 2

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Toda la mañana, lo único que su mente podía recordar era la dulzura y la suavidad de aquellos esponjosos labios dulces. Cuando se habían besado, había sido un momento especial e increíble. No había tenido una reacción coherente, simplemente había sido como si su instinto hubiese tomado el control. Había sentido tantas cosas con aquel beso. La forma en que los labios de aquel joven se habían apoderado de los suyos, mientras sentía los largos dedos hundiéndose en las hebras de su cabello, tomándolo con posesividad.

Como todos los días, había abandonado la mansión para ir rumbo a la oficina. Ese día tenía una importante junta con accionistas que solían trata con su abuelo, quienes esperaban lo mejor de él. A pesar de ello, su mente no había estado allí, sino en el recuerdo de la expresión del dulce joven esa mañana, cuando había partido.

Al final de la reunión, su asistente Kang DaeSung, se había encargado de pedir algo para desayunar, alegando que no dejaría que volviese a sobrepasarse como lo había estado haciendo el último par de semanas.

Yaciendo solitario en su oficina, a la espera de tan prometido desayuno, Seung Hyun se encontraba revisando papeles y contratos importantes referentes a la junta de esa mañana, cuando de pronto escuchó que tocaban a la puerta. Autorizando la entrada, segundos después tuvo frente a él a un alto hombre de ojos marrones, quien le observó detenidamente antes de dedicarle una suave reverencia.

—Buen día, presidente... —saludó cordialmente el recién llegado mientras se acercaba hasta el escritorio.

—Buen día, SeungRi. ¿En qué puedo ayudarte? — inquirió mientras notaba cómo el aludido mordisqueaba sus labios y se removía incómodo.

—Su hermana Hye Youn me pidió que le entregara estos papeles, necesito que los firme. Se trata de una autorización para pedir una nueva maquinaria.

—Bien... — murmuró tomando la carpeta que el ojeroso le tendía — Toma asiento, por favor.— obedeció —Dime, ¿Cómo has estado?

—Bien... — respondió escuetamente.

—Supe que tomaste tus vacaciones, y fuiste a Chicago.

—Lo hice. —sonrió forzadamente. Incómodo. — Necesitaba despejarme. Salir de todo esto. ¿Y usted, cómo está?

—Muy bien... — admitió — Pero por favor SeungRi, deja de hablarme de usted. — rio — No me parece cómodo, no luego de todo lo que pasó entre nosotros.

—Por eso mismo. Necesito dejar claro los límites que tengo. —suspiró — ¿Tiene ya los papeles? — asintiendo, el mayor simplemente los firmó y se los entregó. Escuchó después una breve despedida, y entonces le vio partir.

Lee SeungRi había significado demasiado en su vida. Se habían conocido gracias a la hermana del mayor, quien se había encargado de emplear al joven puesto que era su mejor amigo.

El joven de corto cabello castaño era dulce y gentil, muy apasionado. Esas eran tan solo un par de características que lo habían atraído. Un día simplemente se había encontrado a sí mismo mirándole más de lo necesario, y cuando menos lo había pensado, se había enamorado de él.

Seung Hyun había creído en aquel entonces, que finalmente había encontrado a la persona correcta, tanto que incluso estuvo a punto de pedirle matrimonio. Pero no todo había sido perfecto. El joven ojeroso se había dejado llevar por las malas lenguas y los falsos actos, se había puesto histérico cuando veía que alguien se le acercaba. Lo había celado a tal extremo que consiguió hacer marchitar todo el cariño y todo el deseo que el mayor sentía por él.

Le había conseguido cambiar su perspectiva acerca de lo que quería y lo que no.

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Dentro de la mansión Choi, todo marchaba perfectamente. La servidumbre se paseaba con sigilo a través de los pasillos, cumpliendo sus obligaciones mientras que los inquilinos del lugar se dedicaban a cumplir sus caprichos.

DRAGÓN DE DOBLE CARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora