Capítulo 1

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  Reinaba un tiempo agradablemente tibio aquel día de principios de primavera del año 1883. Una suave brisa soplaba entre los grandes robles que bordeaban el largo camino al fondo del cual se elevaba la Residencia Park.

Dentro, Jung HoSeok se paseaba nervioso, arriba y abajo, por el amplio salón con sus muebles recamados de oro, esperando impaciente a que llegase Park JiMin. HoSeok había llegado movido por un impulso, después de haber adoptado definitivamente una decisión relacionada con él, pero ahora comenzaba a sentirse nervioso.

HoSeok pensó: «Maldita sea, antes nunca se retrasaba tanto.» Dejó de pasearse y se detuvo frente a la ventana que daba a la vasta propiedad de los Park. Pero eso era antes de que él le prestaba mas atención a su vestimenta y a cuidar especialmente su peinado.

Ahora, siempre que él venía a verlo terminaba esperando media hora o más antes de que JiMin apareciese.

HoSeok comenzaba a arrepentirse de lo que había decidido decirle y de pronto dos manos suaves le cubrieron los ojos y él sintió en la espalda.

—¿Adivina quién es?— murmuró alegremente el joven al oído de HoSeok.

¡Oh, Dios mío, ojalá él no volviese a hacer aquello! Todo eso había estado muy bien cuando ambos eran dos niños que crecían juntos; pero últimamente la proximidad del joven avivaba locamente los deseos de HoSeok.

—HoSeok, quisiera que no me mirases así. Últimamente lo haces a menudo y me pones nervioso. Si no supiera a qué atenerme, pensaría que tengo la cara sucia— dijo el joven.

—Lo siento, Min, pero este último año cambiaste tanto que no puedo evitarlo. Ahora eres hermoso...—

—Caramba, HoSeok ¿quieres decirme que antes era feo?—bromeó JiMin, fingiéndose ofendido.

—Claro que no. Sabes a qué me refiero—.

—Muy bien, te perdono—,  rió el joven mientras se sentaba.  —Ahora dime por qué viniste tan temprano. No te esperaba hasta la hora del almuerzo y Amy me dijo que se te veía muy nervioso cuando entraste aquí—.

HoSeok se sentía perplejo y trataba de encontrar las palabras apropiadas, pues no había preparado su discursito. Bien, era mejor que dijese algo antes de que el valor lo abandonase por completo.

—Min, no quiero que vayas a Londres este verano. Tu hermano volverá en un par de meses y me propongo pedir tu mano. Después, cuando ya estemos casados, si aún deseas ir a Londres te llevaré—.

JiMin lo miró sorprendido.

—HoSeok, das por hecho muchas cosas—, dijo con aspereza, pero se serenó cuando vio la expresión dolorida en el rostro juvenil del muchacho. Después de todo, él siempre había sabido que llegaría este momento. —Lamento haberte hablado así. Comprendo que nuestras familias siempre creyeron que éramos una pareja perfecta y que quizá un día nos casaríamos; pero ahora no. Tú tienes sólo veintidós años y yo veinte. Somos demasiado jóvenes para casarnos. Sabes que siempre viví aislado en esta casa. Me encanta mi hogar, pero deseo conocer a otras personas y saborear la atracción de Londres. ¿Me comprendes?—.  

Hizo una pausa, porque no deseaba ofenderlo.

—Te quiero, HoSeok, pero no como tú deseas. Siempre fuiste mí mejor amigo y te quiero del mismo modo que a mi hermano—.

Él lo había escuchado pacientemente, pues conocía el carácter voluntarioso del joven; pero sus últimas palabras lo lastimaron profundamente.

—Maldita sea, Min. No quiero ser tú hermano. Te amo. Te deseo como un hombre—. Se aproximó a él y, tomándolo de las manos, se la acercó. —Te deseo más de lo que jamás he deseado a nadie. No pienso más que en abrazarte y hacerte el amor. Se ha convertido en una obsesión—.

- HoSeok, dices tonterías. ¡No quiero oír nada más!—.  

JiMin se apartó bruscamente del joven y un momento después Amy, la nana de JiMin, entró en la habitación con el servicio del té. No se habló más del tema.
Saborearon un agradable almuerzo después de dar un largo paseo para aliviar la tensión. Después que JiMin recobró su actitud normal y despreocupada, HoSeok tuvo el buen tino de no mencionar nuevamente sus sentimientos.

Mas aquella misma noche, mientras HoSeok estaba acostado en su propia cama y pensaba en JiMin y en la tarde que habían pasado juntos, sintió una terrible aprensión. De pronto tuvo la certeza de que si JiMin viajaba a Londres aquel verano, tal como había planeado, ese episodio cambiaría su vida entera y echaría a perder la del propio HoSeok. Pero nada podía hacer para detenerlo.




En el interior del carruaje espacioso y lujosamente tapizado, Park NamJoon contemplaba pensativo su propia imagen reflejada en la ventanilla. Una vela solitaria asegurada a un soporte, en el rincón opuesto, emitía una tenue luz que bañaba el interior de terciopelo azul oscuro del carruaje.

NamJoon pensó que bien podía gozar de aquel viaje a la ciudad; sabía que a Min le agradaba. Se volvió para mirar a su hermano, que dormía tranquilamente en el asiento, frente a él.

Park JiMin había dejado de ser un muchachito travieso para convertirse en un hombre de sorprendente belleza, y todo eso había ocurrido en el breve año que NamJoon había estado fuera de su casa. Un mes atrás, a su regreso, le había impresionado verlo y aún no había dejado de admirar la increíble transformación.

Contempló el rostro, mientras él dormía serenamente. NamJoon sabía cuánto trabajo le costaría mantener alejados a los jóvenes pretendientes cuando llegasen a la ciudad.

JiMin había querido realizar este viaje a Londres al cumplir los veinte años y NamJoon no había visto motivo para negárselo. Pensó que Park JiMin siempre había podido conseguir lo que deseaba. Su padre siempre se vio sometido a los caprichos de su hijo menor, y ahora le ocurría lo mismo al propio NamJoon. Bien, no le importaba. A él le agradaba complacer a su hermano, era lo único que le quedaba en la vida.

Recordó claramente aquel día fatal, cuatro años atrás, en que Park Kangtuo había muerto en un accidente de caza. NamJoon tuvo que informar a Min de la muerte del padre de ambos, su madre ya había partido años antes por una gripe, pero pese a su propio sufrimiento, NamJoon consiguió ayudar a Min a soportar la prueba. Min había consagrado la mayor parte de ese período a cabalgar desenfrenadamente en los terrenos de la propiedad, montado en su caballo negro.

NamJoon le permitía montar día y noche, pues él le había dicho apenas tres meses antes que lanzar su montura a toda carrera le permitía olvidar sus dificultades. La equitación ayudó a Min a soportar su pesar y así, después de perder a su padre, volvió a la normalidad antes de lo que probablemente lo hubiera hecho.

Después, le tocó a NamJoon ocuparse de la educación de Min, pero no hubiera podido hacerlo sin la ayuda de la señora Lee Amy, la llamaban Mimi. Había sido la niñera de ambos cuando eran pequeños, pero ahora la buena mujer se ocupaba de la residencia Park y supervisaba a todos los criados de la propiedad.



JiMin envió un beso a Jung HoSeok, que había venido a despedirlos. HoSeok inclinó la cabeza, pero NamJoon pudo advertir que el muchacho no veía con buenos ojos el viaje de Min a la ciudad.

HoSeok vivía con su padre Lord Jung, en una propiedad vecina. Como en las cercanías no vivían jóvenes de la edad de Min, él y HoSeok habían sido compañeros inseparables desde la niñez. NamJoon y lord Jung siempre habían abrigado la esperanza de que un día los dos jóvenes se casarían. Pero HoSeok, a los ojos de NamJoon aún era un jovencito. NamJoon había confiado en que HoSeok maduraría con la misma rapidez que Min, en todo caso, si él lo amaba, quizá aceptaría esperarlo.

NamJoon ni siquiera comprendía los sentimientos de Min por HoSeok. Ignoraba si él joven tenía solamente sentimientos amistosos o si había algo más. Más tarde lo interrogaría acerca del asunto, pero probablemente estaría tan atareado las semanas siguientes que NamJoon no tendría oportunidad de abordar el tema.

NamJoon sonrió, imaginando las expresiones sorprendidas de los jóvenes que se acercarían a Min, cuando descubrieran que él no sólo era hermoso, sino también inteligente.

JiMin era un joven educado y hermoso, pero tenía sus defectos. Su inflexible obstinación era un defecto heredado de su madre, una mujer que mantenía su actitud, no importaba cuál fuese el tema, si creía que la razón la asistía. Otro defecto era su carácter vivaz, era muy capaz de irritarse incluso por la cosa más menuda.

NamJoon suspiró pensando en que las dos semanas siguientes serían muy agitadas. Bien, sólo eran dos semanas. Comenzó a dormitar, mientras el carruaje avanzaba por el camino solitario que llevaba a Londres.

Amor en Altamar. (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora