Jimin trató de mover los pies para conseguir que el hombre perdiese el equilibrio, pero él lo arrojó al aire y el joven quedó sin aliento cuando volvió a caer sobre el hombro de su agresor. Comprendió que el individuo caminaba y oyó abrirse y cerrarse la puerta del dormitorio.
Pareció que descendían una escalera, y de pronto JiMin sintió que una leve brisa le acariciaba los pies desnudos. Seguramente habían salido del hotel. Dios mío, ¿qué hará conmigo este hombre? ¿Vine a este bendito país para morir... y cómo moriré? ¿Primero me violarán brutalmente? ¿Por qué quise salir de Inglaterra? ¡Pobre NamJoon, se creerá culpable de mi muerte! ¡Necesito escapar!
De nuevo JiMin descargó puntapiés al aire y se contorsionó, pero el hombre lo apretó con más fuerza para anular sus intentos.
Durante unos minutos apresuró el paso y de pronto se detuvo. Habló en el idioma de los nativos y después lo arrojó sobre algo. JiMin trató de moverse, sintió de pronto una palmada en las nalgas.
Otra voz murmuró unas palabras y se oyó una carcajada estrepitosa, JiMin sintió un movimiento irregular. Comprendió que estaba depositado sobre un caballo, como un saco de patatas. Casi se echó a reír histéricamente cuando el hombre apoyó una mano sobre su espalda. ¿Acaso temía que él cayese y se lastimara antes de que él mismo pudiera herirlo?
El corazón de JiMin latía tan aceleradamente que temió que fuese a estallar. ¿Adónde me lleva? Y de pronto comprendió. Por supuesto... se dirigían al desierto. Qué mejor lugar para violarlo que el desierto... donde nadie pudiera oír sus gritos. Aparentemente, el grupo estaba formado por varios hombres. ¿Cuántas violaciones tendría que soportar antes de que lo matasen?
Cabalgaron horas enteras, pero JiMin perdió la noción del tiempo. Tenían los cabellos pegados a la frente y le dolía el estómago a causa de la postura en que se hallaba. No podía entender por qué se internaban tanto en el desierto. Al fin el grupo interrumpió la marcha.
"Será ahora", pensó frenéticamente, mientras lo bajaban al suelo. Cuando advirtió que nadie lo tocaba, intentó echar a correr, pero olvidó que el saco estaba atado alrededor de sus rodillas y casi en seguida cayó sobre la arena.
Ya no podía soportar más humillaciones. Hubiera llorado histéricamente de no haber sido por la mordaza que le cubría la boca. Alguien lo levantó, dejándolo de pie. Los dedos de sus pies se hundieron lentamente en la fresca arena del desierto.
JiMin sintió que le desataban la cuerda anudada alrededor de las rodillas, y de nuevo intentó caminar. Pero alguien lo retuvo sintiendo el contacto del ancho pecho de un hombre. El individuo lo retuvo abrazado durante lo que a Donghae le pareció una eternidad y después rió con auténtico regocijo. Lo montó sobre el caballo y él mismo se instaló detrás. Al parecer, por lo menos pensaba permitirle que cabalgase con cierta dignidad.
Pero, ¿por qué reanudaron la marcha? ¿Por qué no le habían hecho nada? ¿Querían que sufriese más en ese estado de inquieta expectativa? Y entonces JiMin concibió una idea. Tal vez, después de todo, no pensaran matarlo. Quizá se propusieran venderlo como esclavo después de violarlo. Naturalmente. Era muy probable que en un mercado de esclavos obtuviesen por él una hermosa suma. JiMin despertaría un interés desusado. Sí, eso era lo probable. Me usarán, y después me venderán para obtener una ganancia. Lo cual será peor que morir.
JiMin siempre había asegurado que no estaba dispuesto a ser el esclavo conyugal de ningún hombre. Y ahora sería un verdadero esclavo, el esclavo de un amo que haría con él lo que se le antojara. Él no podría influir sobre el asunto. Pensó que prefería que lo matasen, porque no podría soportar la esclavitud.
Las horas se arrastraron lentamente ya estaba amaneciendo. Pensó en NamJoon y en lo que sufriría cuando descubriese su desaparición. Dudaba de que jamás pudiese hallarlo, pues habían estado cabalgando la noche entera.
¿Adónde lo llevaban? JiMin sintió el sudor que le corría por los costados y las piernas, porque el calor aumentaba sin cesar.
Al fin se detuvieron, aunque a JiMin ya no le importaba... no quería continuar pensando. Lo dejaron en el suelo, pero las piernas no lo sostuvieron. No se entregaba, pero sabía que era inútil correr. El sol lo cegó unos momentos cuando uno de los hombres le quitó el saco que le cubría la cabeza. Cuando al fin recobró la vista vio a un nativo de corta estatura. El individuo le entregó una chilaba y un pedazo cuadrado de tela con una cuerda, para que se hiciera un turbante beduino.
—Kufiyah—, dijo el hombre señalando el lienzo.
El individuo desató la mordaza y comenzó a alejarse.
Eran tres. Dos jóvenes de mediana estatura y un hombre alto que estaba abrevando a los caballos. El joven que le había entregado la chilaba y la kufiyah volvió un momento después, sonriendo tímidamente, y le entregó un poco de pan y un odre de agua. JiMin tenía mucho apetito, pues apenas había probado bocado la noche anterior.
Cuando terminó de comer, el hombre corpulento se acercó y le arrebató el odre, que entregó a uno de los secuaces. Su kufiyah le cubría la mitad inferior del rostro, de modo que no pudo verle las facciones.
Era un hombre alto para ser árabe. JiMin creía que los árabes en general eran menudos, pero este hombre sobrepasaba en mucho a los demás.
El individuo lo ayudó a ponerse la chilaba. Por lo menos, lo ayudaba a vestirse en lugar de desnudarlo. Le arregló la kufiyah sobre la cabeza, y después lo llevó a la sombra de una saliente rocosa y lo obligó a sentarse sobre la fresca arena.
JiMin se apartó del hombre. Pero el individuo se limitó a reír ásperamente y se alejó para ayudar a sus amigos que atendían los caballos. Retiraron las toscas mantas de los animales, los cepillaron y les dieron un poco de grano.
JiMin vio al hombre alto que trepaba por las rocas, un rifle en la mano, para montar guardia. No podía huir. Dejó que su cuerpo agotado se relajase y se durmió.
El sol estaba bajo en el horizonte cuando despertó. Los caballos estaban dispuestos y el hombre alto lo obligó a montar con él.
JiMin pudo ver montañas a lo lejos y, alrededor, un océano de arena. Decidió no intentar nada y se recostó contra el hombre que montaba con él. Le pareció que él se reía, pero aún estaba demasiado fatigado para preocuparse por eso. Volvió a dormirse.
Cabalgaron tres noches más, descansando durante las horas de más calor. Finalmente comenzaron a salir del desierto. JiMin pudo ver árboles a su alrededor y notó que el aire era más fresco. "Si la temperatura había descendido seguramente se debía a que comenzaban a internarse en las montañas." Pensó JiMin.
Deseaba desesperadamente que aquella pesadilla no fuese más que un mal sueño. Pronto despertaría en la residencia Park para gozar de las frescas brisas matutinas, desayunar y salir a pasear montando a Neptuno. Pero sabía que no era un sueño. Jamás volvería a ver a Neptuno ni a su hogar
Un fuego ardía a cierta distancia. Uno de los hombres del grupo profirió un grito: todos salieron de los árboles y se acercaron a un campamento; había cinco tiendas, una más grande que las restantes, formando un círculo alrededor del fuego. El fuego era la única fuente de luz y las llamas proyectaban sombras móviles sobre todo lo que había alrededor.
Se acercaron cuatro nativos, con sonrisas en sus rostros oscuros, y todos comenzaron a hablar y a reír. Los jóvenes y mujeres del campamento salieron de sus tiendas y en sus ojos se leía la curiosidad; pero se mantuvieron apartados.
JiMin fue depositado en el suelo. Comprendió que habían llegado al fin del viaje. Tenía que tratar de salvarse del destino que le esperaba. Quizá podría ocultarse en las montañas y arreglárselas luego para regresar a la civilización.
Otros hombres se reunieron con el grupo, junto al fuego. Todos rodeaban al individuo alto y hablaban y gesticulaban. JiMin permaneció momentáneamente solo. ¿Suponían que esperaría tranquilamente su destino?
Alzó hasta un poco la chilaba y echó a correr. Corrió tan velozmente como no lo había hecho jamás en su vida. No sabía si estaban persiguiéndolo. Sólo oía los latidos acelerados de su corazón. Se le cayó de la cabeza la kufiyah.
JiMin tropezó y cayó. Alzando los ojos vio dos pies frente a él. Hundió el rostro en la arena y comenzó a llorar. No podía evitar las lágrimas, detestaba mostrar debilidad a este hombre. Él había obtenido una victoria al conseguir que él llorase. Con movimientos bruscos lo obligó a incorporarse y lo llevó de regreso al campamento.
Llevaron a JiMin a la más espaciosa de las tiendas y sin ceremonias lo depositaron sobre un diván sin respaldo, con brazos bajos y redondeados en sus extremos. El joven trató inmediatamente, de recuperar el dominio de sí mismo y se retiro las lágrimas que bañaban sus ojos.
La tienda era bastante espaciosa y tres de los lados estaban formados por una tela muy peculiar, a través de la cual el fuego que ardía fuera iluminaba vivamente la habitación.
JiMin alcanzó a ver otro cuarto, uno de cuyos lados estaba completamente abierto. La habitación principal estaba escasamente amueblada. Cerca del fondo de la tienda había otro diván forrado con terciopelo celeste, y entre los dos artefactos había una mesa larga y baja. Muchos almohadones pequeños de vivos colores aparecían distribuidos sobre los dos divanes y en el piso, a corta distancia.
JiMin observó a su raptor. El hombre alto estaba de espaldas a él cuando se quitó la kufiyah y la chilaba. Las depositó sobre el gabinete y del odre de piel vertió un líquido en el vaso.
Calzaba botas altas hasta las rodillas, y vestía una camisa y pantalones anchos con el ruedo asegurado por las botas.
JiMin sobresaltó cuando el hombre le hablé en perfecto inglés.
—Minnie, veo que no será fácil manejarlo. Pero ahora está aquí y sabe que me pertenece y quizá no intente volver a huir—.
JiMin no podía creer lo que oía. El hombre se volvió para mirarlo. Los ojos del joven se agrandaron por la sorpresa, y sintió que se le aflojaba la mandíbula.
El hombre se echó a reír.
—Minnie, esperé mucho tiempo para ver esa expresión en su rostro... esperé desde la noche en que usted se separó de mí, en Londres—.
¿De qué estaba hablando? ¡Seguramente había enloquecido!
Las mejillas de JiMin enrojecieron de cólera y su cuerpo tembló de rabia.
—¡Usted! ¿Qué está haciendo aquí, y cómo se atreve a raptarme y traerme a este lugar abandonado de la mano de Dios? ¡Min YoonGi, mi hermano lo matará!—
Él volvió a reír.
—De modo, Minnie, que ya no me teme. Excelente. No creo que me agradara oírlo rogar y pedir compasión—.
—Señor Min, jamás le ofreceré esa satisfacción—. JiMin se puso de pie, enfrentándose con el hombre. —Ahora, ¿quiere tener la bondad de explicarme por qué me trajo aquí? Si busca un rescate, mi hermano le dará todo lo que usted desee. Pero me agradaría que el asunto se resuelva rápido, de modo que yo pueda salir de aquí y evitar su compañía—.
Él sonrió. Esos ojos tan extraños lo tenían como hipnotizado. Sin saber muy bien por qué, pensó: ¿Por qué tenía que ser tan terriblemente atractivo aquel hombre?
—Imagino que debo aclararle por qué lo traje—.
YoonGi se sentó en el diván y lo invitó a hacer lo mismo. Bebió un sorbo del vaso y lo examinó atentamente antes de continuar hablando.
—En general, no explico a nadie mis propósitos, pero creo que en su caso puedo hacer una excepción—. Hizo una pausa, como para pensar en las palabras que deseaba usar. —JiMin, la primera vez que lo vi en el baile de Londres, me di cuenta de que lo deseaba. De modo que lo intenté a su modo. Le expliqué mis sentimientos y le propuse matrimonio. Cuando usted se negó, decidí tenerlo a mi propio modo, y muy pronto. La noche que usted me rechazó conseguí que enviasen aquí a su hermano—.
—¿De modo que fue usted quien maniobró con el fin de que enviasen aquí a mi hermano?—, exclamó atónito.
—No vuelva a interrumpirme hasta que haya terminado. ¿Está claro?—, dijo bruscamente YoonGi.
JiMin asintió, pero sólo porque su curiosidad lo obligaba a callar.
—Como dije, arreglé que enviasen aquí a su hermano. Se trataba sencillamente de conocer a las personas adecuadas. Si usted hubiese decidido permanecer en Inglaterra, para mí habría sido mucho más difícil traerlo aquí cuando su hermano se hubiera alejado. En Inglaterra usted hubiese escapado más fácilmente, pero aquí yo podía tenerlo antes. Tendrá menos posibilidades de huir. En este país los raptos son cosa usual, de modo que no espere ayuda de la gente de mi campamento—. YoonGi le dirigió una sonrisa maligna. —Minnie, ahora usted es mío. Cuanto antes lo comprenda, mejor para usted—.
JiMin se levantó bruscamente y paseó enfurecido por la habitación.
—¡No puedo creer lo que acaba de decirme! ¿Cómo puede imaginar que me casaré con usted después de lo que me ha hecho?—
—¡Casarme!—, dijo él riendo. —Le ofrecí el matrimonio una vez. No volveré a hacerlo. ¡Ahora que lo tengo aquí, no necesito casarme con usted! Ahora usted es mi esclavo, no mi esposo—, terminó mientras lo abrazaba.
—¡No seré esclavo de nadie! ¡Prefiero morir antes que someterme a usted!—, gritó JiMin y se debatió para evitar el abrazo.
—¿Cree que le permitiré suicidarse, después de esperarlo tanto tiempo?—, murmuró YoonGi con voz ronca.
Acercó sus labios a los de JiMin y lo besó apasionadamente, sosteniéndole la cabeza con una mano y los dos brazos con la otra.
JiMin volvió a sentir esa extraña sensación en todo el cuerpo. ¿Le agradaba el beso de ese hombre? Pero eso era imposible. ¡Él lo odiaba!
JiMin aflojó bruscamente el cuerpo, pero antes de que pudiese darle un puntapié, YoonGi lo alzó y su risa resonó en la tienda.
—Minnie, ese pequeño truco ya no sirve—.
YoonGi alzó en brazos a JiMin, y pasando entre los pesados cortinajes lo llevó a su lecho. Cuando él comprendió su intención comenzó a luchar fieramente, pero él lo arrojó sobre la cama y se acostó a su lado. JiMin le golpeaba con los puños, hasta que él le sujetó los brazos sobre la cabeza y los sostuvo así con una mano.
—Creo que ahora veré si tu cuerpo está a la altura de tu hermoso rostro—.
YoonGi desató la túnica que él usaba. Aplicó una pierna sobre el cuerpo del joven para impedir sus movimientos y de un solo tirón brusco le desgarró la túnica.
JiMin intentó luchar, pero él lo besó apasionadamente y su lengua se hundió profunda en la boca del joven. Después el beso fue suave y gentil y JiMin se sintió cada vez más aturdido. YoonGi aplicó los labios al cuello de JiMin y con la mano libre acarició audazmente su cuerpo.
YoonGi le sonrió, buscando una respuesta en los ojos del joven.
—Eres aún más bello que lo que había soñado. Tu cuerpo está hecho para el amor. Te deseo, Minnie—, murmuró con voz ronca.
Después llevó los labios al pecho de JiMin, quien sintió que una oleada de fuego inundaba su cuerpo.
Tenía que decir algo para detenerlo. No tenía fuerza física suficiente para rechazarlo.
—Señor Min, usted no es un caballero. ¿Tiene que tenerme contra mi voluntad sabiendo que lo odio?—
YoonGi lo miró y él advirtió que el deseo se disipaba de aquellos ojos. Lo soltó y se puso de pie frente a la cama. Lo miró desde su altura y su boca cobró una expresión dura que concordaba con el frío resplandor de sus ojos.
—Jamás pretendí ser un caballero, pero no te violaré. Cuando hagamos el amor, será porque tú lo deseas tanto como yo. Y lo desearás Minnie, te lo prometo—.
—¡Nunca!—, gritó JiMin cubriéndose el cuerpo con la túnica. —Jamás le desearé. Lo odio con todo mí ser—.
—Ya veremos, Minnie—, contestó YoonGi volviéndose.
—¿Dejará de llamarme Minnie? ¡No es mi nombre!—, gritó él, pero YoonGi ya había salido de la tienda.
JiMin contempló el cuarto. Pero no había nada que ver: sólo un armario junto a la enorme cama, con su gruesa manta de piel de oveja.
Mientras se deslizaba bajo la manta, pensó en lo que él había dicho. No quería violarlo. Si era hombre que hacía honor a su palabra, podía considerarse seguro, porque sabía que jamás lo desearía. ¿Por qué tenía que desearlo?
Pero, ¿y si él no respetaba su palabra? ¿Qué ocurriría entonces? Y a propósito, ¿qué demonios estaba haciendo en Egipto? Se comportaba como un nativo, y la tribu parecía aceptarlo como uno de los suyos. JiMin no podía comprender la situación, y el interrogante continuaba agobiándole, sin hallar una respuesta adecuada.
Cuando pensó en todo lo que había hecho Min YoonGi para traerlo a este lugar, se enfureció de nuevo. ¡Pensar que había atravesado el océano sencillamente para que lo raptara un loco! Bien, si podía evitarlo no permanecería allí mucho tiempo. Pensando en la posibilidad de la fuga, JiMin al fin consiguió dormirse.
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Amor en Altamar. (Parte 1)
Fiksi PenggemarLas estrellas brillan en la noche del desierto, todo es perfecto para el amor. Sin embargo, el terror acecha a Park JiMin, que en un acto caprichoso y temerario ha insistido en acompañar a su hermano desde Londres hasta El Cairo. Ahora es prisioner...