Capítulo 9.

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YoonGi se burló de él mientras se acercaba lentamente.

—¡No!—, exclamó JiMin, que comenzó a retroceder. —Y no dormiré contigo en esa cama. ¡Es indecente! ¡Prefiero dormir en el suelo!—

Él sonrió levemente cuando arrinconó a JiMin contra el fondo de la tienda.

—No te agradará dormir en el suelo. Aquí suele hacer mucho frío de noche y querrás sentir la tibieza de mi cuerpo. El invierno se aproxima—.

—Es mejor soportar el frío que tu contacto—, replicó secamente JiMin.

Trató de pasar corriendo al lado de YoonGi.

—Min, anoche no pensabas así—, dijo él.

Lo tomó entre sus brazos y con un movimiento súbito se lo echó al hombro.

El luchó fieramente mientras YoonGi cruzaba la tienda y lo arrojaba sobre la cama.

—Min, creo que es hora de enseñarte una lección. Eres un hombre muy apasionado, aunque te niegas a reconocerlo—.

JiMin se debatió furiosamente mientras él trataba de desnudarlo. Mientras le descargaba puntapiés y se debatía inútilmente, le escupía maldiciones. Finalmente, se desprendió fácilmente. YoonGi con su cuerpo apretó a JiMin contra la cama.

JiMin realizó un último esfuerzo para apartarlo, y después cambio de táctica y permaneció perfectamente inmóvil bajo el cuerpo de YoonGi.

Este le abrió la boca con la suya, y lo besó intensamente, pero sin tener respuesta. De modo que ahora empleaba una táctica diferente."Pero no podría aguantar mucho tiempo".

Deslizándose al lado del muchacho, YoonGi acercó los labios a su pecho, acarició y mordisqueó uno tras otro sus pezones. Deslizó la mano sobre el vientre y finalmente entre las piernas de Donghae. Con movimientos dulces movió su mano hacia arriba y hacia abajo sobre su miembro, hasta que él gimió de placer.

—Oh, YoonGi...—, jadeó Donghae. —Tómame—.

YoonGi lo cubrió con su cuerpo. Los brazos de JiMin le rodearon el cuello correspondiendo apasionadamente a sus besos.

Se separaron jadeando ya que el beso los había dejado sin respiración, aprovechando esto YoonGi tomo de las muñecas a JiMin con una de sus manos, se inclino a la altura de su pecho besándole cálidamente. Caricias que respondió JiMin enredando sus piernas alrededor de la cadera de YoonGi que ahora mordía suavemente uno de sus pezones.

JiMin gemía y jadeaba por esto, YoonGi nuevamente tomo el miembro de JiMin pero ahora delicadamente y comenzó a frotarlo suavemente.

—YoonGi, no te detengas...—, dijo JiMin gimiendo y jadeando

—No lo haré, ya no puedo contenerme ahora...—

Contesto YoonGi entre gemidos y muy decidido porque deseaba llevar al límite de nuevo a JiMin, quería dejarle claro que a él no podía resistírsele y que podría tenerlo cuantas veces le apeteciera. Además era claro que JiMin también lo disfrutaba y que si se le negaba era solo por no aceptar su derrota ante él; eso provocaba en YoonGi unas ganas locas de poseerlo.

—Relajate—, le dijo a JiMin antes de empezar a penetrarlo lentamente

Este dejo salir un gemido bastante fuerte mientras algunas lagrimas corrían por sus ojos... ¿dolor? No le importaba el dolor físico pero aun su alma se resistía a sentirse derrotado y sucumbido ante las caricias de aquel hombre que tenia encima y que despertaba en èl cosas que apenas alcanzaba a entender.

YoonGi tranquilamente comenzó a dar pequeñas embestidas mientras jadeaba a la vez que JiMin gemía y se aferraba a su espalda hiriéndolo con sus uñas. ¡Pero que hombre! Se decía a si mismo YoonGi, un hombre que se volvía fuego bajo su cuerpo.

Las envestidas comenzaron a hacerse más y mas rápidas mientras YoonGi frotaba el miembro de JiMin el cual ya estaba bastante duro. Unas envestidas más profundas hicieron terminar a JiMin en la mano de YoonGi, sonrojado y con una de sus manos cubriendo su boca ahogando un grito.

YoonGi se acerco a sus labios y quitándole la mano de la boca, reclamo sus labios en un beso mientras seguía embistiéndolo, JiMin solo gemía en el beso. YoonGi siguio embistiéndolo en el beso hasta terminar dentro de JiMin el cual dejo salir un largo gemido de placer; YoonGi salió de su cavidad dejándose caer a su lado, ambos estaban agitados y jadeando.



Para JiMin la madrugada tardó en llegar. Había dormido nervioso durante la noche y despertó del todo cuando la tienda aún estaba sumida en sombras. Ahora que la luz comenzaba a difundirse lentamente en el dormitorio, fijó la mirada en el hombre que durante la noche lo había despojado de su voluntad. JiMin había luchado desesperadamente para sofocar los impulsos de su propio cuerpo mientras YoonGi lo acariciaba, pero no había podido resistir el contacto de su mano. Se había entregado por completo a él. Le había rogado que lo poseyera.

"¿En qué me he convertido? A juzgar por el deseo que me dominaba, fui como un perro en celo."

Paseó la mirada sobre el cuerpo desnudo de YoonGi. Estaba perfectamente formado: delgado, musculoso y fuerte. Estudió el rostro: enérgico cuando estaba despierto, infantil y encantador cuando dormía. Los cabellos desordenados por el sueño de la noche. Parecía el Príncipe Encantado con quien había soñado cuando era niño, pero su carácter era demoníaco.

De pronto, una voz profunda sobresaltó a JiMin.

—SuGa—, dijo el hombre, —acabo de enterarme de tu regreso. ¡Despierta!—

Un hombre alto y delgado a quien JiMin nunca había visto entró en el dormitorio, pero se detuvo cuando lo vio.

El hombre miró a YoonGi, que comenzaba a despertarse, y de nuevo a JiMin. Una ancha sonrisa se dibujó en sus rasgos oscuros, JiMin se sintió avergonzado de que lo viesen en el lecho con YoonGi.

—Mil perdones, hermano. No sabía que te habías casado—, dijo con aire inocente el recién llegado. —¿Cuándo ocurrió el feliz acontecimiento?—

YoonGi se sentó al lado de la cama y miró irritado al hombre.

—No hubo boda, como sin duda ya sabes. Y ahora, si tu curiosidad está satisfecha. ¿Tendrás la bondad de salir de mi dormitorio?—

—Como quieras, SuGa. Esperaré para desayunar contigo—, replicó el hombre.

Sonrió, dio media vuelta y salió de la tienda.

—¿Quién era ese hombre? ¿Cómo se atreve a entrar así en tu dormitorio? ¿Aquí no puedo tener ni siquiera un poco de intimidad?—

YoonGi se puso de pie y se estiró perezosamente. Vistió la chilaba y los pantalones y se sentó en la cama para calzarse las botas.

—Maldición, ¿quieres contestarme?—, gritó JiMin.

YoonGi se volvió para mirarlo y sonrió al oír la cólera del joven.

—Cariño, no volverá a ocurrir. Es mi medio hermano, y uno de los juegos que practica para fastidiarme. Mi dormitorio es el único lugar donde puedes tener intimidad... excepto si se trata de mí. Ahora, vístete—, dijo, y recogió las ropas de JiMin y se las entregó. —Está esperando para conocerte—.

Mientras salía del dormitorio, YoonGi no vio cómo JiMin, en un gesto infantil, le sacaba la lengua. "Con que el hermano ¿Cuántas sorpresas más tendré que soportar? Ahora tendré que conocer al hermano... sin duda, otro bárbaro".

Los dos hermanos estaban sentados en el diván, tomando el desayuno, cuando JiMin abrió las cortinas. Cruzó la tienda y se detuvo frente a ellos.

—Yo soy el medio hermano de YoonGi—, dijo el hermano del chico, y sus ojos lo exploraron de la cabeza a los pies. —Y usted seguramente es Park JiMin—.

El asintió, tomó un pedazo de pan y se sentó en el diván que frente al que ocupaban ambos hermanos.

Excepto por la altura, él no se parecía a YoonGi. Tenía la piel mucho más oscura, los cabellos rojos y los ojos castaños. El rostro mostraba una expresión tosca, casi avejentada, con la piel áspera y fea; en cambio, YoonGi tenía el rostro suave y delicado, era delgado, más no al extremo; y su hermano, en realidad mostraba un cuerpo muy bien fornido.

—Su hermano ha ofrecido una recompensa muy considerable por usted, JiMin—, dijo el hombre —Oí decir que él y sus hombres lo buscan en todas las caravanas y en las tribus del desierto—.

—Y usted, señor ¿desea cobrar esa recompensa?—, preguntó agriamente JiMin.

La pregunta movió a YoonGi a fruncir el ceño.

—No se hable más de recompensas—, dijo YoonGi a su hermano, con la voz cargada de amenaza. —Te lo diré una sola vez. JiMin permanecerá aquí porque yo así lo deseo. Soy el jefe de esta tribu y nadie se opondrá a mi decisión. El es mi pareja y se le tratará como corresponde a su condición. Y tú no volverás a entrar en mi dormitorio—.

Su hermano se echó a reír.

—Junsu dijo que te mostrabas muy protector con este hombre. Veo que no mintió. Como sabes, Junsu siente celos de tu nuevo esposo. Siempre quiso unirse contigo—.

—Jamás di a Junsu motivos para abrigar esperanzas matrimoniales—.

—En realidad, en eso se parece a todos los restantes jóvenes de la tribu. Todos reclaman tu atención—.

JiMin tuvo la sensación de que en la voz del árabe había un matiz de envidia.

—Ya hemos hablado bastante de ese tema—, replicó agriamente YoonGi. —¿Dónde estuviste, hermano? ¿Y por qué no te vi aquí cuando regresé al campamento?—

—Estuve en El Balyana y allí me enteré de que se había detenido una importante caravana. También recibí la noticia de la desaparición de JiMin. La caravana se retrasó dos días; si no hubiera sido así, me habrías encontrado aquí para darte la bienvenida—.

Del interior de su túnica Rashid extrajo un saquito, lo abrió y volcó el contenido sobre la mesa.

—Ésta es la razón por la cual esperé tanto. Sabía donde las ocultaban, de modo que fue bastante fácil robarlas—.

JiMin miró asombrado las hermosas joyas depositadas sobre la mesa. Había enormes diamantes, esmeraldas, zafiros

—Por supuesto, como eres el jefe de la tribu, te pertenece—, dijo de mala gana su hermano.

—¿Qué haría con eso?—, dijo YoonGi. —Aquí no necesito riquezas. Y no las deseo. Puedes guardártelas, puesto que te tomaste el trabajo de robarlas—.

—Abrigaba la esperanza de que dijeras eso, SuGa—.

Su hermano colocó el contenido en el saquito, lo ocultó entre los pliegues de su chilaba.

—Sólo abrigo la esperanza de que uses provechosamente esas gemas—, dijo YoonGi. —¿Ya hablaste con nuestro padre?—

—Ahora iré a verlo. Hace pocos meses enfermó gravemente. Heewon logró sanarlo, pero después nunca se sintió muy bien. Temo que no vivirá mucho—, dijo secamente.

YoonGi acompañó a su hermano hasta la salida de la tienda y permaneció un momento allí mirando el campamento. JiMin se preguntó qué clase de hombre era YoonGi, que con tanta indiferencia podía oír hablar de la cercana muerte de su propio padre. ¿Qué clase de hombre podría rechazar una fortuna en joyas, como si hubiesen sido piedras comunes? ¿Jamás lograría comprender a ese hombre que lo había convertido en su amante? ¿Deseaba comprenderlo?

Con movimientos lentos YoonGi se volvió y alzó las dos manos para alisarse los cabellos que le habían caído sobre el rostro. JiMin vio la tristeza en sus ojos.

De modo que, después de todo, en efecto sufría. De pronto, él deseó cercarse y abrazarlo. Deseaba disipar esa tristeza. ¿Por qué así? ¿Había olvidado que lo odiaba? Y además, si procedía de ese modo lo único que conseguiría sería que él se echase a reír.

—Creo que es hora de que conozcas a los miembros de mi tribu—, dijo YoonGi tranquilamente, cruzando la tienda para detenerse ante JiMin. Con una mano le alzó el mentón, obligándolo a levantar la cara. —Es decir... si no tienes nada mejor que hacer—.

La mano de YoonGi bajó hasta la cintura de JiMin cuando este se puso de pie. Ahora, estaban separados por unos pocos centímetros y la proximidad de YoonGi aceleró los latidos del corazón de JiMin. Sintió que algo cedía en su interior y que ya no podía dominarse. Detestaba esa influencia que él ejercía. Tenía que decir algo para destruir ese vínculo que los unía.

—¿Su Alteza desea que vayamos ahora mismo?—, dijo sarcásticamente.

—Min, aquí no hay altezas. Te dije que me llamases YoonGi—.

La mano de YoonGi se cerró sobre la cintura del joven.

—Sí, señor. Sí, Alteza—, replicó con expresión sumisa.

—¡Basta!—, rugió él. —Si quieres que te ponga boca abajo sobre mis rodillas y te enseñe una lección, puedes insistir. De lo contrario, cálzate de una vez—.

JiMin no esperó para comprobar si YoonGi estaba dispuesto a cumplir su amenaza.
Entró en el dormitorio se calzó de prisa y regresó a la tienda principal.

Con una mano en la cintura de JiMin, YoonGi lo acompañó afuera.
Se detuvieron frente a la primera de las tiendas que estaba a la izquierda de la que ocupaban ellos.

—¿Están allí?—, llamó YoonGi.

—Entra, SuGa. Me haces el honor de visitar mi hogar—, dijo un hombre bajo y robusto, que había abierto la entrada de la tienda.

Cuando entraron, JiMin vio que aparentemente ahí estaba reunida la familia entera.

—Éste es Park JiMin—, dijo YoonGi al grupo. Todos lo miraron fijamente. —JiMin éste es mi viejo amigo y su esposa Heewon—. Con un gesto indicó a la mujer de más edad que preparaba la comida. —Ahora que está enfermo, cuida de mi padre, y también prepara nuestros alimentos. El joven que está a la derecha es su hijo Junsu—.

Un bello joven de cabellos oscuros parecía tener la edad del mismo JiMin. Le pareció que en sus ojos había una expresión hostil y recordó que ese muchacho había abrigado la esperanza de convertirse en la esposo de YoonGi.

—Y el joven con los niños es su cuñado, Ryeowook—.

JiMin retribuyó la sonrisa del moreno que parecía tener poco más de veinte años. Era quien les había traído alimentos la víspera, y suyas eran la ropa que JiMin vestía. Si se les ofrecía la oportunidad, quizá JiMin y él pudiesen llegar a ser amigos.

—Estos son los hijos de Heewon. Sunwoo, Jinwoo y Yesung, el esposo de Ryeowook—, concluyó YoonGi.

Cada uno de los mencionados asintió con un gesto de la cabeza.

JiMin reconoció a Sunwoo y Jinwoo, eran los dos jóvenes que habían ayudado a YoonGi antes. Yesung tenía la edad de YoonGi y mostraba una larga cicatriz en la mejilla derecha.

—Me alegro mucho de conocerlos a todos—, dijo JiMin.

—Nosotros nos sentimos honrados de conocerte, Park JiMin—, replicó Jowon, con una sonrisa cálida. —Comprendo por qué el jeque SuGa se tomó tanto trabajo para traerte. Eres realmente bello—.

—Me halagas, Jowon, pero yo...—

YoonGi lo interrumpió.

—No fue demasiado trabajo, como pueden atestiguarlo, Sunwoo y Jinwoo, pero JiMin aún tiene que conocer a otros miembros de la tribu, de modo que nos marchamos—.

Obligó a JiMin a salir de la tienda.

—Comprendo. Ya hablaremos en otra ocasión—, dijo Jowon, con expresión un tanto desconcertada.

Una vez fuera de la tienda JiMin se volvió hacia YoonGi, las manos en las caderas y los ojos que echaban chispas.

—¿Por qué me interrumpiste así?—, preguntó.

—Min, si sabes lo que te conviene será mejor que bajes la voz. No bromeaba cuando te advertí que castigamos a nuestras parejas cuando se muestran irrespetuosas—, dijo YoonGi con aspereza. —Te interrumpí porque pensabas decir que estabas aquí contra tu voluntad. Todos los miembros de la tribu saben a qué atenerse. Pero si lo hubieses dicho en público, la situación habría sido muy embarazosa para mí. Unos buenos latigazos es probablemente lo que necesitas para mejorar tu conducta.

YoonGi le asió el hombro y lo sacudió brutalmente.

—¡No!—, jadeó JiMin, apartándose de él. —Me comportaré bien...¡Lo prometo!—, dijo frenético, y todo el cuerpo le temblaba.

Amor en Altamar. (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora