Capítulo 6.

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    YoonGi pensó que JiMin podía ser perverso cuando quería. Bien, le llegaría la hora, y a él le complacería mucho obligarlo a reconocer que también él le deseaba.

Aunque era tarde, YoonGi salió de la tienda para visitar a su padre, el jeque Rain, sabía que el anciano estaría esperándole.

Rain había sido jeque de la tribu durante más de treinta y cinco años. Había raptado a su primera esposa, una ingles de familia noble, al asaltar una caravana. Ella había vivido cinco años con Rain y le había dado dos hijos, YoonGi y TaeHyung.

Durante aquel tiempo, la tribu se desplazaba por el desierto y el clima y la vida dura la envejecieron rápidamente. Pidió volver a Inglaterra con sus hijos. Rain la amaba profundamente y se lo permitió. Pero él le prometió que dejaría que sus hijos regresaran a Egipto una vez que alcanzaran la mayoría de edad, si así lo preferían.

YoonGi se había criado y educado en Inglaterra; cuando cumplió los veintiún años supo de su padre. YoonGi decidió buscar a Rain y vivir con él. Al morir su madre, YoonGi había heredado la propiedad. La había dejado al cuidado del administrador de los Min, pues él no deseaba vivir en Inglaterra y su hermano por el momento aún estaba cursando sus estudios.

YoonGi vivió once años con la tribu de su padre, pero al fin había regresado a Inglaterra, hacía un año, para asistir a la boda de su hermano. TaeHyung había tratado de convencerlo de que debía permanecer en Inglaterra un tiempo. Después había conocido a Park JiMin y había decidido que sería suyo.

YoonGi había seguido los pasos de los Park hasta el muelle, y había esperado pacientemente a que la nave partiese. La suerte lo favoreció y había conseguido pasaje en un barco de carga. Embarcó el mismo día, pero llegó a destino una semana antes que la nave de JiMin.

Cuando llegó, fue a ver a HakYeon y HongBin, y les pidió que le trajesen su caballo Fame. HakYeon y HongBin eran buenos camaradas; y además eran primos lejanos de YoonGi. Tenía un medio hermano ocho años más joven. Pero los dos hombres no se llevaban muy bien. YoonGi comprendía perfectamente la razón de ese estado de cosas, pues Leo habría sido el jefe de la tribu si YoonGi hubiese permanecido en Inglaterra.



Rain estaba sentado sobre las pieles de oveja que eran su lecho. Aún vivía en el tradicional estilo nómada, con escasos muebles y pocas comodidades. YoonGi recordaba cómo se había reído su padre cuando su hijo había subido hasta el campamento, entre las montañas, acarreando su cama y otros muebles.

—De modo, SuGa, que aún eres inglés. Creí que después de tanto tiempo te habrías acostumbrado a dormir en el suelo—, había dicho Rain.

—Por lo menos, padre, lo he probado todo—, había replicado YoonGi.

—De modo que todavía podemos alentar cierta esperanza contigo—, replicó riendo, Rain.

Cuando Rain vio a YoonGi, lo invitó a entrar y a sentarse a su lado.

—Ha pasado mucho tiempo, hijo mío. Me han hablado del joven que esta noche has traído al campamento. ¿Es tuyo?—

—Lo será, padre. Lo conocí en Londres, y comprendí que tenía que ser mío. Arreglé las cosas de modo que pudiera tenerlo aquí, y ahora es mío. Todavía me rechaza, pero no necesitaré mucho tiempo para domarlo—.

Rain se echó a reír.

—Eres realmente mi hijo. Has raptado a tu pareja, como yo rapté a tu madre. Ella también me rechazó al principio, pero creo que acabó amándome tanto como yo a ella, pues se casó conmigo. Tal vez me des nietos antes de que muera—.

—Tal vez, padre, ya lo veremos. Mañana te lo traeré, pero ahora debo regresar—.

El padre asintió y YoonGi volvió a su tienda. Al entrar en ella vio que lo esperaba una fuente con comida y se sentó a comer y a meditar acerca del muchacho que dormía en su lecho.

No podría esperar mucho para tenerlo, sobre todo ahora que siempre estaba cerca. Hacía mucho tiempo que no se acostado con nadie y el cuerpo de JiMin le enloquecía. Sus ojos lo fascinaban. Rió el asombro que se reflejaba en el rostro de JiMin, el sentimiento que prontamente se había convertido en cólera.

Bien, tal vez le concediese un poco de tiempo para acostumbrarse a su nuevo hogar, pero no mucho. Un día sería suficiente.

Se desvistió y se deslizó bajo las mantas. JiMin estaba acurrucado y le daba la espalda. YoonGi contempló la posibilidad de desvestirlo, pero si lo hacía solo conseguiría despertarlo y él estaba muy fatigado para soportar su cólera. Sonrió pensando en la reacción de JiMin cuando lo hallase en la cama, junto a él, por la mañana. Bien, por lo menos JiMin lo acompañaba, aunque fuese contra su voluntad. Con el tiempo tendría que aceptar la situación. YoonGi cerró los ojos y se sumió en el sueño.

A la mañana siguiente, cuando Park JiMin despertó, tenía una sonrisa en los labios, porque había estado soñando que corría por el campo, en su hogar. Sus ojos se agrandaron sorprendidos cuando vio al hombre acostado en la cama, a su lado. De pronto recordó dónde estaba y cómo había llegado a esta situación.

Enfurecido pensó: «¡Qué audacia! Jamás habría creído que tendría que compartir el lecho con este hombre. ¡Eso es demasiado! ¡Tengo que huir de este individuo!»

JiMin abandonó el lecho con movimientos cautelosos y se volvió para ver si le había despertado. Min YoonGi dormía profundamente; en el rostro mostraba una expresión inocente, satisfecha. JiMin lo maldijo en silencio y con movimientos cautelosos rodeó la cama y pasó entre las pesadas cortinas que separaban el dormitorio del resto de la tienda.

Cuando percibió el aroma de la comida que venía de algún lugar del campamento, JiMin comprendió lo hambriento que estaba. No había probado bocado la noche anterior. Pero no podía pensar en la comida. Tenía que huir mientras YoonGi dormía aún.

JiMin apartó el lienzo que cubría la entrada de la tienda y miró hacia afuera. Felizmente no había nadie a la vista. «Bien, ahora o nunca.»

JiMin reunió valor y comenzó a salir del campamento. Apenas dejó atrás la última tienda, empezó a correr desesperadamente, apartándose del sendero principal para evitar la posibilidad de que YoonGi saliese a buscarlo. Las piedras le lastimaron los pies mientras corría entre los olivos silvestres.

Rogó en silencio que nadie lo hubiese visto. Si lograba llegar al pie de la montaña, podría ocultarse y esperar que una caravana que pasara por allí lo devolviese a su hermano.

De pronto, JiMin oyó el galope de un caballo entre los matorrales. Todas sus esperanzas se esfumaron cuando se volvió y descubrió que YoonGi se acercaba montando su hermoso caballo árabe. Su expresión era la imagen misma de la furia.

—¡Maldita sea!—, gritó JiMin . —¿Cómo ha podido encontrarme tan pronto?—

—¡Y encima me maldices! A mí me han despertado de un profundo sueño para oír que SungMin me decía que habías salido huyendo montaña abajo. ¿Qué debo hacer? ¿Necesito atarte por las noches a mi cama, para asegurarme de que no huirás mientras duermo? ¿Eso deseas?—

—¡No se atreverá!—

—JiMin, te dije una vez que me atrevo a hacer todo lo que me place—.

YoonGi desmontó del caballo con la agilidad de un gato montés. Tenía una expresión endurecida, los ojos revelaban una cólera fría y peligrosa. Lo tomó por los hombros y lo sacudió brutalmente

—¡Debería castigarte por huir de mí! Eso es lo que un árabe que se respete haría—.

—¡No soy tuyo!—, dijo JiMin y sus ojos relampaguearon con expresión asesina. —¡Y jamás lo seré!—

—En eso te equivocas, JiMin, porque eres y continuarás siendo mío hasta que me canse de ti—.

—¡No, no lo seré! Y no tiene derecho a retenerme aquí. Dios mío, ¿no comprende cuánto lo odio? Usted representa todo lo que yo desprecio en un hombre. ¡Usted es un... un bárbaro!—

—¡Sí, tal vez así es; pero si yo fuera un caballero civilizado, no te tendría aquí, donde deseo que estés! Y te agrade o no, te retendré aquí, atado a mi cama si es necesario—, replicó YoonGi fríamente.

Lo alzó y lo depositó a lomos de su caballo.

—¿Por qué debo viajar así?—, preguntó indignado JiMin.

—Yo diría que es necesario que aceptes un castigo tan benigno—, dijo él. —Mereces algo mucho peor—.

YoonGi montó detrás de JiMin, y cuando éste comenzó a debatirse, él descargó su pesada mano sobre sus nalgas. JiMin rabió en silencio todo el camino de regreso al campamento.

«—¡Maldita sea!—, pensó irritado. Llegaría el momento en que él gozaría intensamente con el sufrimiento de YoonGi. ¿Por qué tenía que soportar esta tortura? Siempre había sido un joven orgulloso... orgulloso de su familia, de su propiedad y de su independencia. Por eso era doblemente doloroso caer tan bajo. Era degradante ser nada más que un juguete de este hombre odioso. No lo merecía. ¡Nadie merecía una cosa como ésta!»

Cuando llegaron a la tienda, YoonGi desmontó, obligó a descender a JiMin y lo empujó adentro. YoonGi habló con alguien que estaba fuera, entró y se sentó junto a JiMin.

—Ahora traerán comida. ¿Tienes apetito?—

—No—, mintió JiMin.

Pero cuando un joven trajo una fuente de alimento, nada hubiera podido impedir que devorase cumplidamente su ración.

YoonGi terminó de comer antes que él y se recostó en el diván, detrás.

—Cariño, ¿desearías bañarte?—, preguntó YoonGi.

JiMin no podía negar que le hubiera encantado un baño. Mientras él terminaba de comer, YoonGi abandonó la tienda y regresó poco después con ropa, unas botas y lo que él supuso era una toalla. Se preguntó a quien pertenecerían, pero no quiso interrogar a YoonGi.

YoonGi salió de la tienda con JiMin y cruzó el campamento. Frente a la tienda que se levantaba a la izquierda de la que ocupaba YoonGi había un joven que tendría más o menos la edad de JiMin y que jugaba con un niño. Quiso detenerse a observar los caballos ya que eran los mejores caballos que jamás hubiese visto, pero YoonGi lo alejó del campamento y comenzó a subir por un sendero que serpenteaba entre las montañas.

—¿A dónde me lleva?—, preguntó.

Pero él continuó caminando.

—Querías bañarte, ¿no es así?—, preguntó YoonGi mientras lo llevaba al interior de un pequeño claro rodeado por altos enebros.

Las lluvias de la región habían formado un ancho estanque en medio del claro. Era un lugar hermoso, pero JiMin hubiera deseado saber por qué YoonGi lo había traído allí.

—No pretenderá que me bañe aquí, ¿verdad?—, preguntó JiMin con altivez.

—Mira Minnie, ya no estás en Inglaterra, donde puedes tomar un soberbio baño. Ahora estás aquí y si quieres bañarte, lo harás como todos—.

—Muy bien. Necesito bañarme después de un viaje tan horrible. Si éste es el único modo en que puedo hacerlo, lo aceptaré. Ahora, se puede marchar—.

YoonGi le sonrió.

—No, mi querido. No tengo la más mínima intención de irme—.

Se sentó sobre un tronco y cruzó perezosamente las piernas.

—No querrá decir que piensa permanecer aquí y contemplarme—.

—Es exactamente lo que me propongo hacer. De modo que si deseas bañarte, adelante—.

Lo miraba atentamente, con una mueca perversa en los labios. A JiMin le hirvió la sangre.

—Minnie, tendrás que comprender que no permitiré que me niegues el placer de contemplar tu cuerpo, aunque todavía no lo haya poseído—, replicó YoonGi.

JiMin lo miró, sus ojos reflejaban hostilidad. Ese hombre no le dejaba ni un resto de dignidad.

—Lo odio—, murmuró.

JiMin se quitó la ropa y entró en el agua, cada vez más hondo. No quería complacerlo, si podía evitarlo. Continuó de espaldas a YoonGi, se lavó en ese estanque de aguas deliciosamente frescas.

De pronto oyó un ruidoso chapoteo. JiMin se volvió rápidamente, pero no logró ver a YoonGi. De pronto lo encontró directamente enfrente. Y él sabía perfectamente que ambos estaban desnudos bajo el agua fría. YoonGi se sacudió el agua y trató de abrazarlo, pero JiMin estaba preparado y le empujó. Se alejó nadando rápidamente. Se detuvo cuando oyó la risa de YoonGi y cuando se volvió advirtió que él no se había movido, estaba enjabonándose.

Se secó de prisa, se vistió y se sentó. La áspera tela de algodón le irritaba la piel, pero tendría que arreglarse con lo que él le daba. YoonGi se acercó por detrás.

—cariño ¿te sientes mejor ahora?—, dijo con voz suave.

El rehusó contestarle o mirarlo. Pero no pudo guardar silencio mucho tiempo, porque su curiosidad era más intensa que su negativa a hablarle.

—YoonGi, ¿qué hace en esta región, y cómo es posible que esa gente lo conozca tan bien?—, preguntó.

La risa del chico resonó en el claro.

—Ya me parecía extraño que no lo preguntases—, dijo. —Éste es el pueblo de mi padre—.

JiMin lo miró atónito.

—¡Su padre! ¡Pero usted es inglés!—

—Sí, soy inglés por mi madre, pero mi padre es árabe, y éste es su pueblo. El capturó a mi madre, así como yo te capturé a ti. Después le permitió regresar a Inglaterra con mi hermano y conmigo, de modo que me criaron en Inglaterra hasta que fui mayor de edad. Luego decidí volver y vivir con mi padre—.

—¿Raptó a su madre? ¿Él está aquí?—

—Si y ya le verás después. Minnie, esto no es Inglaterra. Mi pueblo acostumbra tomar lo que desea, cuando puede. Y yo me aseguré previamente de que fuese posible traerte. Comprenderás mejor después de estar un tiempo aquí—.

Lo acompañó de regreso a la tienda y allí lo dejó solo.    

Amor en Altamar. (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora