Capítulo 8.

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    YoonGi vio el miedo en los ojos oscuros de JiMin, pero no se detuvo.

—Maldita sea, Minnie. Te di mi palabra de que no te violaría, pero no prometí que no habría de besarte o tocarte el cuerpo. Ahora, ¡quieto!—, dijo con voz dura.

Aplicó con fuerza sus labios sobre los de él.

YoonGi lo besó, con un beso largo y brutal. JiMin experimentaba una sensación muy extraña. ¿Le agradaban realmente los besos de este hombre? Sentía extrañamente vivo el cuerpo entero.

YoonGi lo soltó y permaneció de pie junto a la cama. Le acarició el cuerpo con sus ojos mientras se quitaba su propia ropa, prenda por prenda, y las echaba a un lado. A JiMin se le agrandaron los ojos cuando vio la desnuda exposición física del deseo de YoonGi.

Trató por última vez de escapar. Pero YoonGi, lo agarro por el brazo y lo obligó a caer en sus brazos.

—Min, no tienes que temer de mí—, dijo empujándolo hacia la cama.

YoonGi posó los labios en el rostro del joven, descendió al cuello, pero cuando llegó al pecho, él comenzó a debatirse otra vez. YoonGi le asió los brazos y con una mano los sostuvo firmemente sobre la cabeza de JiMin.

—No te resistas, Minnie. Relájate y goza con lo que yo te haga—, murmuró con voz ronca.

Mientras YoonGi continuaba besando su pecho, apoyaba la mano libre en los muslos de JiMin. Cuando llevó la mano hacia su miembro, JiMin gimió y rogó a YoonGi que se detuviese.

—Minnie, si no he hecho más que comenzar—, murmuró él y deslizó la rodilla entre las piernas de JiMin para separárselas.

JiMin sintió una oleada de fuego cuando YoonGi le acariciaba el miembro delicadamente. Cubrió la boca del muchacho con la suya y él comenzó a gemir suavemente. Ahora no deseaba que se interrumpiese. Quería conocer en qué terminaba esa extraña sensación que experimentaba en lo más hondo de su ser.

De verdad, YoonGi era muy bueno al hacer "eso" y a pesar de que lo estaba haciendo con su mano, el placer inundaba a la totalidad el cuerpo de JiMin. Tanto que en un arranque de deseo, inconscientemente empezó a mover sus caderas incitándolo a que continuara con su excelente trabajo.

Los gemidos de JiMin, su cara completamente roja hacían que YoonGi se excitara más e intensificara sus certeros movimientos en su entrepierna, haciéndolo hasta que JiMin no pudo más y termino en su mano.

YoonGi le soltó la mano y deslizó su cuerpo sobre el de JiMin. Le sostuvo la cabeza con sus manos enormes y lo besó con besos hambrientos. JiMin sintió la endurecida virilidad de ambos, pero ahora ya no le importaba. Su mente pedía que él se detuviese, pero su cuerpo exigía que continuara. Por lo que comprendió que YoonGi tenía razón. JiMin odiaba a aquel cuerpo que lo traicionaba, pero deseaba al hombre.

—Te deseo, Minnie. Eres mío y quiero hacerte el amor. ¿Deseas ahora que lo interrumpa? ¿Deseas que te libere?—. Lo miraba sonriente, porque sabía que había triunfado. —Dímelo, JiMin; dime que no me detenga—.

El lo odiaba, pero ahora no podía permitir que lo abandonase. Le rodeó el cuello con los brazos.

—No te detengas—, murmuró jadeante.

YoonGi tomo con sus manos su rostro y sin dudarlo se fue nuevamente por sus labios en un beso furioso lleno de pasión contenida, tanto así que lo hizo gemir, quería devorarlo, comérselo a besos como un exquisito manjar. Con aquel beso, mordió su labio inferior de manera brusca, JiMin soltó un pequeño gemido cargado de excitación pero ninguno hizo nada por detenerse.

Sí era brusco, pero JiMin lo había aceptado al decirle que no se detuviera, dándole en silencio, el permiso de hacer lo que quisiera a YoonGi. Este seguía besándolo, bajó por su mandíbula hasta llegar a su cuello el cual marcó como suyo, JiMin era suyo tanto si le gusta cómo sino.

Mordió con algo más de sutileza el otro lado de su cuello repitiendo la misma acción, JiMin reprimió un quejido por la brusca caricia por parte de aquel hombre que tenía encima. YoonGi dejo de besarlo, sosteniendo su cuerpo con una de sus manos se separo un poco y con la otra recorrió el cuerpo completamente desnudo de JiMin para después observar su rostro mientras se relamía sus labios al tocar su perfecto cuerpo.

YoonGi comenzó a masajear su cavidad y excitante entrada haciéndolo soltar gemidos ahogados. Mientras más lo escuchaba su excitación crecía a pasos agigantados, mordió su labio en un intento de no gemir de solo escucharlo. Sus movimientos eran cada vez más rápidos masajeando y tocando todo lo que era solo suyo, porque JiMin era de su propiedad.

Mientras tanto, JiMin se obligaba a callar sus gemidos y ahogar sus suspiros, pues no quería que aquel hombre supiera lo que su traicionero cuerpo le hacía sentir. Con los ojos cerrados deseaba no poder verlo encima de él tomándolo de aquella manera. Pero aun con sus ojos cerrados, se imaginaba a YoonGi diciéndose a sí mismo que él era sin duda su mejor adquisición.

Se había tomado la molestia de prepararlo, pero la excitación de YoonGi creció en segundos haciéndolo cambiar de opinión y sin esperar a que el otro se acostumbrara a la intromisión, lentamente fue metiendo su miembro en él.

—¡Aaah--, no; espera! ¡Me duele!—, gritaba JiMin, al sentir la resistencia que su cuerpo oponía al extraño que intentaba abrirse paso dentro

Los labios de YoonGi ahogaron los gritos de JiMin y él hundió las uñas en su espalda al sentir como la resistencia de su cuerpo cedía al intruso y un dolor intenso comenzó a sentirse desde su entrada hacia todo su cuerpo, al sentir como era desgarrado en ese momento; pues YoonGi en un ultimo empujón lo había penetrado llenándolo por completo.

—Lo siento, Minnie, pero era necesario... solo respira hondo y el dolor muy pronto pasará—.

JiMin sintió como comenzó a moverse suavemente primero, después sintió como esas manos que lo tocaban lo volteaban boca abajo para tener un mejor acceso a su entrada; lo cual agradeció mentalmente pues así no tendría que verlo y podría ocultar su rostro.

Su cuerpo reaccionaba al sentir a YoonGi dentro de él, hacía que gimiera y jadeara de placer. Pero el sentir después como lo embestía fuertemente sin esperar a que se acostumbrara del todo hacia que la tonalidad de los gemidos aumentará, al igual que el placer y dolor que YoonGi le proporcionaba.

JiMin se obliga a callar, tenía la sabana atrapada en sus puños pues no sabía que sentir, su cuerpo lo confundía y su mente no podía entender. Sentía como cada vez intensificaba sus penetraciones, sentía el peso de su cuerpo y como este le mordía su oreja izquierda para después seguir penetrándolo.

Tenía razón. El dolor no volvió a sentirlo. El placer de JiMin se acentuó cuando YoonGi aceleró más el ritmo. JiMin se abandonó por completo al amor y correspondió a cada movimiento de YoonGi con un movimiento de sus propias caderas. Él le elevó a alturas cada vez mayores, hasta que JiMin, con los ojos desorbitados, sintió que se unía por completo con el hombre.

Los labios de YoonGi recorrían cada parte del cuerpo JiMin, podía oír los latidos de sus corazones bombeando sangre y repartiéndola por su cuerpo, sangre que se trasformaba en lava liquida en sus venas. Poso sus manos en las caderas de JiMin aumentando nuevamente la velocidad.

—¡Aaagh--¡—, grito JiMin ya totalmente excitado, el deseo de ese hombre quemaba hasta doler. Movió sus caderas haciendo pequeños círculos mientras YoonGi gruñía de forma sonora su nombre una y otra vez

—¡Aaargh--, JiMin!—. Gruñó mientras sentía las paredes de JiMin aprisionado su miembro, mientras se venía dentro de él y JiMin terminaba en las sabanas de la cama

YoonGi le reveló un placer cuya existencia él jamás había conocido. Pero ahora que yacía exhausto al lado de YoonGi sintiendo como un hilo de liquido escurría por su entrada, lo odiaba todavía aun más que antes. Se maldijo porque se había mostrado tan débil. Juró no entregarse nunca más a él: pero lo había hecho y eso no podía perdonárselo.




JiMin abrió los ojos y descubrió a YoonGi que lo miraba fijamente, con una expresión inescrutable en el rostro.

—Minnie, jamás renunciaré a ti. Siempre serás mío—, murmuró en voz baja. Después lo atrajo hacia él de modo que la cabeza del joven descansó en su hombro. —Y te advierto una cosa. Si alguna vez intentas huir de mí, te encontraré y a latigazos te arrancare la piel de la espalda. Te lo prometo—.

JiMin guardó silencio. Pronto oyó la respiración profunda y regular, comprendió que YoonGi se había dormido. Con movimientos cautelosos se apartó de él y abandonó el lecho.

JiMin tomó la túnica de YoonGi, se la puso y salió de la tienda.

En el centro del campamento el fuego ardía luminoso y proyectaba sombras móviles que confundían todas las cosas: pero no vio a nadie. Avanzó con cuidado en la misma dirección en que YoonGi lo había llevado esa mañana y llegó al pequeño claro. Se quitó la túnica y se sumergió en el agua tibia.

Hasta ahora, nadie lo había visto. Pensó un instante en la posibilidad de robar uno de los caballos del corral y escapar mientras YoonGi dormía. Pero quizá la suerte no lo acompañara y por otra parte estaba seguro de que alguien oiría el ruido de cascos. No deseaba comprobar si YoonGi era capaz de cumplir su palabra y si llegado el momento estaría dispuesto a castigarlo con el látigo. De modo que renunció a la idea y dejó que el agua tibia lavase el olor del hombre con quien se había acostado.




El sol comenzaba a iluminar las montañas, y disipaba el frío de la noche, cuando YoonGi despertó de un grato sueño. Volvió la cara para ver si su cautivo aún estaba a su lado.

Frunció el ceño cuando vio a JiMin acostado en el extremo de la cama, cubierto con la túnica del propio YoonGi. Tendría que hablarle, porque no estaba dispuesto a permitir que una prenda los separase en el lecho. Cuando recordó su victoria de la noche anterior, YoonGi sonrió y jugueteó con un mechón de su cabello. Vio una mancha rojo oscuro de sangre en la sábana, sintió los arañazos en la espalda.

¡Qué hombre había encontrado! JiMin se había entregado por completo la noche anterior, después de reconocer la derrota. Su pasión salvaje había estado a la altura del temperamento de YoonGi. Quizá tendría que hacerlo su esposo para evitar que alguna vez le abandonase. Pero él ya lo había rechazado una vez y no había modo de que pudiese obligarlo a aceptar el matrimonio.

YoonGi abandonó la cama, abrió el arcón que guardaba sus ropas y tomo unos pantalones claros y una chilaba blanca, de mangas. Salió de la tienda, y al ver a DongHae que estaba frente al fuego, le pidió que trajese el desayuno. YoonGi examinó a su caballo, los dos caballos capturados poco antes y los guardadó en el corral. Le agradaba trabajar con los caballos, y la doma de estos animales le daba algo que hacer, fuera del tiempo que dedicaba a asaltar las caravanas.

YoonGi recordaba la expresión incrédula en el rostro del mercader gordo y adiposo durante la incursión de la víspera, cuando él había, preguntado si la caravana llevaba libros. YoonGi había tomado únicamente las cosas que necesitaba para JiMin, y ordenado a sus hombres que se apoderasen únicamente de alimentos y otros artículos indispensables.

YoonGi no necesitaba las riquezas que podían acumularse atacando a las caravanas, porque en Inglaterra disponía de bienes considerables. Su madre le había dejado propiedades muy valiosas y además un título.

Su medio hermano se apoderaba de todo lo que encontraba cuando realizaba sus incursiones y no se preocupaba mucho si mientras actuaba moría alguien. Era un hombre duro y cruel. YoonGi se alegraba de que no hubiese estado en el campamento cuando él regresó.

Después de hacer una última caricia al hocico gris y aterciopelado de su caballo, YoonGi regresó a la tienda. Encontró a JiMin sentado en el diván, tomando su desayuno. Se había quitado la chilaba de YoonGi, y ahora llevaba el pantalón y camisa que había usado la víspera. Cuando él se acercó, el joven le dirigió una mirada de odio que habría anonadado a otro hombre.

—Esperaba que tu humor hubiese mejorado después de anoche, pero veo que no es así—, observó YoonGi como de pasada.

—Y yo esperaba que tuvieses la decencia de no mencionar lo ocurrido anoche. ¡Pero me lo arrojas a la cara, como el rufián que eres! ¡Te prometo que no volverá a ocurrir!—

YoonGi sonrió perversamente mientras con absoluta serenidad se sentaba al lado del joven.

—Minnie, no hagas promesas que no podrás cumplir—.

JiMin intentó golpear el rostro burlón, pero él la asió por la muñeca.

—Amor mío, no es el momento apropiado para disputar. Sugiero que apliques tu energía a fines más constructivos y concluyas tu comida. Después te llevaré a tomar un baño—.

—No, gracias. Me bañé anoche—, dijo él con expresión altiva.

Los ojos de YoonGi se entrecerraron irritados. JiMin frunció el ceño cuando él lo tomó por los hombros y lo obligó a volverse.

—¡De modo que por eso llevabas mi chilaba esta mañana!—, estalló YoonGi, mientras lo sacudía violentamente. —¡Pequeño estúpido! ¿Crees que somos la única tribu que habita estas montañas? Hay por lo menos una docena y compartimos el agua y el pozo del baño con Geun. A diferencia de la mía, su tribu no habla inglés. ¿Sabes dónde estarías esta mañana si uno de sus hombres te hubiese descubierto? En un mercado de esclavos... y estarían exigiendo por tu cuerpo un precio elevado. Es decir, después que Geun y todos sus hombres hubiesen saboreado tus encantos—.

YoonGi lo apartó y se plantó frente a él, los ojos fríos e implacables.

—Jamás vuelvas a salir sin escolta de este campamento. ¿Me oyes?—

—Sí—, murmuró él humildemente.

Cuando vio cómo se atemorizaba, YoonGi se calmó.

—Lo siento, JiMin. En realidad, si te vendiesen, probablemente no podría encontrarte. El buitre gordo y viejo que pudiese pagar más por ti te ocultaría, temeroso de perderte. Ni tú ni yo queremos eso, ¿o no es verdad?—

—Puedes estar seguro de que tendré en cuenta tu advertencia, y en el futuro tendré más cuidado—, replicó JiMin, mientras alisaba las arrugas imaginarias de su camisa. —Y ahora, si me disculpas, me gustaría distraer mi mente—, tomó un libro y desapareció en el interior del dormitorio, YoonGi meneó la cabeza. Sí, JiMin era muy capaz de reaccionar con rapidez; pasaba en un instante del desaliento y el miedo al desdén.


Esa noche, después de la cena, YoonGi se recostó perezosamente en el diván, los ojos fijos en JiMin. El se había sentado enfrente, y se desentendía por completo de él. Esa actitud desdeñosa lo irritaba; pero estaba decidido a que él lo supiera.

YoonGi cerró los ojos y dejó fluir el curso de sus pensamientos. Había pasado el final de la tarde con su padre, charlado con Rain de TaeHyung y de su nuevo esposo. Aunque su padre no veía a TaeHyung desde hacia muchos años, el hijo menor aún estaba muy cerca de su corazón. YoonGi abrigaba la esperanza de que TaeHyung viniese por lo menos una vez a visitar a su padre. El anciano ya no viviría mucho tiempo. En esta tierra, la gente moría prematuramente.

Cuando Rain había decidido trasladar a su tribu a un lugar que habitaban al pie de las montañas, YoonGi se había sentido complacido. Ahora, hacía ocho años que la tribu vivía en las montañas. Él no hubiese podido permanecer tanto tiempo con su padre si la tribu no se hubiese trasladado permanentemente a esta región. Aquí el clima era mucho más fresco.

Había agua suficiente incluso para bañarse regularmente. El campamento ocupaba un lugar que les permitía rechazar un ataque si llegaba la ocasión.

YoonGi no sabía si permanecería en Egipto después de la muerte de su padre. Pero ahora que tenía a JiMin, probablemente decidiría quedarse. No podía llevarlo a Inglaterra, porque allí conseguiría escapar.

JiMin estaba acurrucado, como un niño pequeño e inocente. No parecía el hombre sensual de la noche anterior.

YoonGi se inclinó para abrazarlo. Pero él se incorporó de un salto y corrió hacia el fondo de la tienda. Se volvió para ver si lo perseguía.

—De modo que... sólo fingías dormir—. Él se incorporó y le dirigió una mirada divertida. —Precioso, es un poco tarde para dedicarse a estos juegos—.

—Puedo asegurarte que no estoy jugando—, replicó él con gesto duro.

—Pensaba únicamente llevarte a la cama. Pero ahora que estás despierto... se me ocurre algo mucho mejor—.

Amor en Altamar. (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora