Capítulo II

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Cinderella.

Unas horas más tarde, Cinder despertó de la pesadilla en la que nuevamente observaba morir a su amigo, Richard, sin poder hacer nada para detener a los asesinos, ni el grito de Roman al perder a su hermano.

Gracias a aquel horrible sueño repetido una vez más, tenía el corto cabello castaño cubierto de sudor (al igual que el rostro), hecho un lío y repleto de secas húmedas hojas de distintos colores.

Poco a poco, y notando la ausencia de los brazos del único amigo que le quedaba, se fue dando cuenta de que el frío de la noche y la noche misma permanecían aún en aquel para nada cálido bosque de gran tamaño en el cual se habían perdido galopando y caminando con dirección sudoeste.

-¿Qué está sucediendo, Cinder?- Preguntó Roman, sentado en un tronco húmedo, intentando encender una fogata en la negrura de la noche, la cual parecía un poco tenebrosa a diferencia de cuando se habían ido a dormir, a consecuencia de que el fuego que habían encendido la noche anterior se había extinguido por los vientos de la noche.

Intentando no tropezarse y, casi a ciegas, se levantó y caminó hacía el único amigo que le quedaba, recordando la ubicación de las ramas grandes, las cuales podrían hacerla tropezar, que el día anterior se había memorizado.

Cuando finalmente la chica hubo llegado a donde el castaño estaba sentado, lo acompaño.

Roman repitió la pregunta pero en un tono de voz más bajo, como temiendo que alguien escuchara una palabra de lo que estuvieran hablando. Y no lo culpaba, por un descuido había sucedido lo de Richard, era notable que debía estar asustado.

-¡Si solo lo supiese, Roman!-Exclamó Cinder en modo de respuesta, apoyando la cabeza en el hombro del alto de Roman, quien, tras varios intentos de crear fuego, se rindió y dejo de lado las maderas y las inexistentes llamas.

-¿Tuviste una pesadilla?-Cuestionó el chico, cubriéndola con su largo abrigo sucio pero cálido.

-Gracias.-Respondió antes de suspirar y asentir.

-Lo siento por haberte dejado sola.-El chico sonaba un tanto arrepentido. Cinderella sonrió, enternecida.

-No te disculpes, está bien. No tienes que protegerme todo el tiempo. Puedo hacerlo yo. De todas formas, no hubieses podido hacer mucho.

-¡Sí que podría haber hecho! Te hubiese despertado en lugar de estar con estas estúpidas ramas intentando hacer un estúpido fuego.

-No te molestes.-Susurró ella, advirtiendo que el tono de voz del chico estaba dejando atrás el ser un murmullo.

-¡Es que sí me molesto! Solo nos tenemos a nosotros dos por ese estúpido deseo de huir. Y, ahora, Richard no está y nosotros estamos perdidos en un maldito bosque.-Una pausa apareció en un momento, cuando ella lo miró a los ojos y él hizo lo mismo, relajándose un poco ante lo único que cada uno podía admirar del otro.

-Saldremos de aquí. -Cinderella hubiese querido prometerlo, como sabía que Roman quería que hiciera, pero no pudo, ya que la comida que se habían traído antes de adentrarse al bosque empezaba a escasear, ya habían matado a los suyos, casi no tenían agua pura para beber y no sabían cuánto tiempo más podrían estar juntos, intentando encontrar aquello que no los dejaba huir o, por lo menos, a Cinder.

Roman suspiró y apartó la mirada, la chica lo imitó luego, antes de ponerse a prender fuego con las mismas maderas utilizadas por su amigo, para intentar calentarlos en aquella helada noche de invierno.

Luego del doceavo intento de encender la llama, Cinderella lo logró, y, por fin, pudo ver al chico que permanecía a su lado.

-¿Cómo lo hiciste?- Roman estaba extrañadísimo, él también lo había intentado y no funciono. ¡Y... ella...!

My Little Ella #ConcursoEUVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora