Capítulo VI

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Richard.

“¿Qué es eso que tenemos que encontrar para lograr huir? ¿Cosas olvidadas por Cinder en su casa? ¡Eso es una ridiculez! ¿Qué tiene que ver eso con escapar a un lugar mejor? ¿No se puede dejarla a Cinder sola con esa misión, la cual se supone que a ella le pertenece? ¿No se puede simplemente salir del bosque y ya? ¿Por qué no podemos volver a casa?” Esas y varias otras preguntas rondaban en su mente intentado en vano ser respondidas.

Todo lo que estaba pasando, todo lo que estaba sintiendo solo lo llevaba a una cosa; sentir la necesidad de culpar a alguien por ello. Y Cinderella era ese “alguien”. Él se justificaba diciéndose a sí mismo que, sí ella no hubiese aparecido, ahora estaría en su casa luego de haber convencido a su hermano de volver y ni siquiera hubiesen estado peleados. Pero ya era tarde para eso. Roman estaba decidido en resolver todo aquello e irse de ahí a otro lugar junto a Cinder.

Richard tenía mucho enojo acumulado por eso, enfado que no descargaba y empeoraba a medida que los días pasaban, montado en ese tonto caballo, recorriendo el bosque en busca de respuestas y huyendo de personas que tenían la intención de aniquilarlos a los tres.

Un peculiar sonido de ramas rompiéndose a lo lejos lo sacó de sus pensamientos, captando su atención.

Crash.

Detuvo su caballo, mientras la parejita continuaba dos metros más, hasta que se dieron cuenta de que Richard no los seguía.

Crash. Crash.

El sonido se oía cada vez más cerca, poniendo al adolescente cada vez más paranoico y asustado.

-¿Qué demonios, Richard?-Preguntó su hermano, de mala manera. El aludido solo se llevó el dedo índice a los labios, indicando de esta manera que hicieran silencio, como respuesta.

Crash. Crash. Crash.

Cada vez eran más. Y sus compañeros notaban que algo andaba pasando.

A pesar del creciente número de soldados a caballo que sabían que se aproximaban, ellos no hicieron nada, no movieron ni un músculo y tampoco dejaron a los caballos moverse. Solo permanecieron allí, demasiado tensos para reaccionar. Y, quizá, sí hubiesen hecho algo, como cabalgar rápidamente, sin rumbo, buscando huir de aquellos, no hubiese pasado nada de lo que sucedió a continuación.

-¡Están aquí!-Exclamó un soldado a caballo alertando a sus otros compañeros, esquivando las ramas que se le interponían en su camino, preparando su escopeta para disparar ante cualquier sonido.- ¡Están aquí!-Exclamó contento, más para sí mismo que para los otros, como sin creer que él fuera la persona que había encontrado a tales fugitivos.

Pronto, se vieron rodeados por los otros cuatro compañeros del hombre y sus peligrosas armas.

-Bien hecho, soldado.-Respondió el que parecía el más joven, pero, a la vez más experimentado, más serio y más furioso de todos. Richard supo que estaban perdidos ante esto.-Bajen de esos caballos ahora mismo y despójense de cualquier arma que puedan tener.-Como si de una madre ordenándole a su hijo se tratase, el trío bajo cada uno de su respectivo caballo.-¡Despójense de cualquier arma, dije!-La escopeta que el líder del grupo de soldados tenía en la mano apunto a Cinder.

-¡No tenemos ningún arma!-Exclamó Richard, combatiendo internamente con el miedo que la situación le provocaba.

-¡Silencio, gordito!-Le dijo aquel soldado, apuntándolo a él esta vez.- ¡Dejen sus mochilas y abrigos en el suelo!-Nuevamente, los tres adolescentes hicieron lo que aquel hombre les había pedido.-Acabemos con esto de una maldita vez.-Esas fueron sus únicas palabras. “Acabemos con esto de una maldita vez”. Como si ellos se tratasen de una bolsa de papas la cual tienen que entregar antes de que termine el día.

Esa actitud indigno a Richard, pero se contuvo de decir algo. La situación ya estaba bastante fea como para empeorarla.

  
La escopeta del oficial apuntaba al más pequeño de los tres chicos, luego apuntó a su hermano mayor, luego a Cinder, y así sucesivamente hasta que el arma se terminó dirigiendo a la pobre chica.

Ante eso, Richard observo lo que esa acción había causado en Roman, quien se había puesto tenso, con los puños apretados, el rostro colorado, sus ojos habían adquirido un reflejo de cólera y miedo… Y, por último, se veía con toda la intención de recibir la bala por ella.

Unos segundos más tarde.

Un hombre apretando el gatillo.

Un ruido ensordecedor.

Un hombre interponiéndose ante el blanco.

Un niño interponiéndose ante el nuevo blanco.

Una víctima no esperada cayendo.

Y sangre, mucha sangre oscura en el suelo.

Eso podría haber descrito perfectamente cómo sucedieron las cosas cuando Richard se interpuso ante Roman, quien había intentado salvar a Cinder.

Una extraña niebla apareció de la nada, confundiendo al sorprendido dúo, y comenzó a expandirse por aquella parte del bosque en específico.

Cuando, luego de unos minutos, la niebla se fue, Cinder y Roman pudieron apreciar que también se habían ido los soldados. Al igual que el fallecido cuerpo de Richard.

My Little Ella #ConcursoEUVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora