Richard.
Apenas habían entrado en la oscura, curiosa y pequeña casa a esconderse, Richard suspiró, recuperando por fin el aire que había perdido escapando de aquellos soldados mandados a encontrarlos con la única intención de liquidarlos.
Por más de que la oscuridad total inundaba la casa, Richard sabía exactamente donde estaban sus colegas; Cinder estaba junto a él, con los ojos cerrados, suspirando profundamente, intentando calmarse mientras que Roman andaba buscando algún objeto capaz de crear una llama.
Todo le daba vueltas al chico, quien, por las náuseas, cayó al suelo con un ruido más seco y fuerte de lo que debería él había esperado. Inmediatamente, su nueva amiga se giró hacia el más pequeño del grupo y, a ciegas, intentó encontrarlo, dejándose llevar por la voz del chico.
-¿Dónde está usted, señor Meller?
“No me digas señor Meller, Cinder. Apenas tengo dieciséis años.” Pensó con cierto aire de amargura mientras la chica lo ayudaba a levantarse.
-Gracias.-Le agradeció a la castaña, sonriendo. Supo al instante que ella había sonreído como respuesta puesto a que su hermano Roman, luego de un sonoro “¡Lo encontré!”, consiguió hacer un poco de fuego y él logró verle la sonrisa a su amia.
Pero su Cinder no era la única que poseía una sonrisa en la cara, Roman también tenía una. Pero, en lugar de ser una sonrisa agradecida era una de arrogancia. Que desapareció un segundo después, junto a la vela que había se había apagado.
La oscuridad se hizo presente y se escuchó una estruendosa voz.
-¿Quién ha entrado a mi casa está vez? Espero que no Caperucita nuevamente, ¡esa niña confunde a un lobo con su abuela! Lo siento, querida, si eres tú. Lo dije sin ánimos de ofender, pequeña, para que lo sepas.-Un resplandor ilumino la habitación al momento en que una vieja anciana de aspecto menudito, rodeada de una hermosa luz celeste que transmitía simpatía a los ojos de quienes la miraban, comenzaba a bajar las escaleras de aquella pequeña y bonita cabaña.- Oh, a ustedes no los conozco, queridos. ¿Quiénes son?
Cinder tomó la palabra y los presentó a cada uno.
-Ellos son Roman y Richard, mis amigos. Y yo soy Cinderel… Disculpe, solo Cinder.-La anciana la miró con curiosidad y otro extraño sentimiento que el más pequeño de la habitación no había podido adivinar.
La reciente claridad que se había impuesto en aquella habitación sin que Richard se diese cuenta, le comenzó a molestar en los ojos a tal punto que comenzó a refregarlos, actitud que su fallecida madre no hubiese aprobado.
Lo que siguió después, él no lo escucho. Estaba demasiado concentrado observando a la pequeña anciana, dar crédito a lo que veía. ¡Estaba volando!
-¿Qué eres?-Preguntó, de repente, el chico, más brusco de lo que había pensado y rompiendo la conversación que se llevaba a cabo entre Cinder, su hermano y la anciana. Todos lo miraron expectantes. Excepto Roman, quien lo veía con la misma mirada de reproche que su padre, algo que Richard estaba seguro su hermano no quería escuchar.
Ante tal pregunta, luego de unos segundos, la anciana se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.
-¡Claro! ¡Oh! Lo siento tanto, cariño. ¡Me había olvidado! Por supuesto, me debes de haber visto volando, con el resplandor y te debes de haber preguntado… ¡Por supuesto! Lamento mi falta de memoria. Bien, fuera de rodeos, soy una especie de Hada. Hada Madrina, para especificar.-Terminó la anciana con una sonrisa, mirándolo con tanta amabilidad que Richard sintió vergüenza de cómo había actuado a tal punto de sonrojarse.
-¿Hada?-Cuestionó el castaño mayor, anonadado.
-¿Madrina de quién?-Preguntó la otra con cierto interés. Roman la miró extrañado.
-Es un hada y ¿solo te preocupa de quién es madrina?-Su hermano mayor estaba completamente extrañado. Y más aún cuando escuchó a la hada soltar una carcajada.
-Es que debe de reconocerme, cariño. Ya que, después de todo, soy su Hada Madrina, su Hada Mentora, o como quieran llamarlo.-Le respondió a Cinder, dejando boquiabiertos a todos. Luego, sacando de su vieja túnica color bordo lo que parecía una varita de madera, pronunció unas cuantas palabras en un idioma que Richard reconoció como latín y que no comprendió lo que significaban.- ¿Me dejarían hablar con la chica un rato, queridos?-Y, sin esperar respuesta y, con otro movimiento de varita, ellos se esfumaron de aquella habitación.
-¡Wow!-Exclamó Roman, un segundo después, con emoción al ver donde habían aparecido; era una especia de habitación, muy acogedora, con pequeñas literas cerca de una ventana de tamaño promedio por la cual pelearon luego y una linda, pero pequeña alfombra de color anaranjado.-Esto es… ¡Fantástico!-Su hermano ya había empezado a recorrer la habitación, observando cada pequeño detalle.-Me encanta. Es decir, ¡Observa los detalles de las pinturas de las paredes, esto mínimo debe de tener doscientos años.-Comentó, admirando las decoradas paredes.- Hey, ¿Qué está mal para que tengas esa cara? ¡Nos hemos librado de la lluvia!- Exclamó el mayor a Richard, luego de detenerse de recorrer la habitación y mirar hacía su hermanito, quien no tenía buena cara.
-No es nada.
-Vamos, Rich. Cuéntame, ¿Somos hermanos o no? Nosotros no tenemos secretos el uno con el otro, ¿Recuerdas?
- Es solo que… Me preocupa. Es decir, entramos a una casa y nos encontramos con alguien quien dice ser un ser mitológico que, para colmo, apadrina a Cinder. No lo sé. Me parece extraño. Creo que deberíamos habernos quedado en casa, si te digo la verdad.-Soltó lo último, aunque no tenía mucho que ver con el tema inicial.
-¿Y seguir viviendo en un lugar donde éramos infelices? No, gracias. Si quieres volver, hazlo. No te retendré aquí mientras deseas estar con el abusivo de tu padre. Pero, a mí, me agrada mi nueva vida.
-No te lo tomes tan mal, tú preguntaste.
-¿Cómo no quieres que lo tome mal?
-¿Y cómo tu no quieres que sienta lo que siento en este momento? Es todo malditamente confuso, ¡Demonios! Yo hice esto por ti, yo vine aquí por ti. Tú siempre fuiste el infeliz. Yo estaba perfectamente bien durmiendo en mi cómoda cama en vez del húmedo y frío césped. Solo vine para protegerte, para detenerte, más bien.-Richard observó cómo los ojos de Roman adquirían cierta cólera. Con miedo, el chico observo también las cuatro zancadas que su hermano dio para llegar a él y posicionársele en frente.
-Que te quede claro, hermano.-Le empezó a decir Roman, agachando su rostro para estar frente a frente a su pequeño hermano, con un susurro.-Yo no soy ningún débil al que tengas que andar cuidando. Y, en todo caso, tienes dieciséis, yo diecinueve, no podrías a hacer gran cosa.-Luego de dar una carcajada de burla, caminó hacia la puerta, separándose de su hermano, quien había quedado estático.
-¿A sí?-Volvió a hablar Richard, con la misma maldad con la que su hermano había reído hacía unos segundos. Esta vez fue el turno de su hermano en quedar estático, frente a la puerta, con la mano en el picaporte.- ¿Y qué me dices cuánto te salve de que esos soldados te hicieran…?
-Cierra tu maldita boca.-Lo cortó Roman, con una expresión diferente en el rostro, antes de tomar el picaporte y abrir la puerta. Antes de salir, él pronunció unas palabras antes de irse, las cuales Richard nunca olvidaría.
“Nunca pedí que me acompañaras.”
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My Little Ella #ConcursoEUV
Short Story"Escapar. Eso era lo único que Cinderella había querido hacer, escapar a un lugar mejor. Pero lo único que consiguió fue lo contrario. Y arrastro a sus amigos con ella." Historia parte del concurso Érase otra vez de @lumadiedo. Género de la novela:...