Capítulo V

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Roman.

Él se sentía diferente.

No sabía que era realmente lo que le estaba sucediendo a su cuerpo luego del disparo que había recibido. Era como si, de repente, todo volviese a estar bien, como si nunca hubiese estado a punto de morir. Como si las últimas veinticuatro horas no hubiesen existido y él siguiese durmiendo junto a Cinder, al lado del fuego, en esa fría noche de noviembre. Una extraña sensación para alguien que debería estar muerto.

-Vamos, niño. Toma tu medicina, tienes que despertarte.-Dijo una voz conocida, pero Roman no pudo saber de quién era. Tenía la mente en blanco.

Un segundo después, él se sorprendió a sí mismo abriendo la boca, para que se adentrara en ella la medicina que, al parecer, esa señora le estaba proporcionando.

Abrió los ojos rápidamente, sorprendido por el horrible sabor del medicamento que la señora le había hecho ingerir. Pero los cerró de la misma forma en que los abrió al sentir la potente luz del sol que la ventana dejaba entrar.

-¡Has despertado, cariño! Oh, eso. Ahora lo arreglo.-Dijo el Hada Madrina, dándose cuenta de lo que le impedía al chico de despertarse realmente. Luego de que arreglaran aquello, como bien hizo la mentora de Cinder, Roman finalmente pudo abrir los ojos.

-¿Dónde estoy, Hada? ¿Qué me ha sucedido? ¿Dónde está Cinder?-Preguntó, recordando cómo a la chica la habían lastimado durante el día anterior anterior.- ¿Cómo está ella? ¿Está aquí? ¿Está bien?

El Hada Madrina suspiró con pesar y, notó Roman, un deje de tristeza.

-Podría decirte que sé dónde está ella, que sé cómo esta y qué está aquí. Pero no. No está aquí, ni  está bien.

Roman se levantó inmediatamente de la cama, preocupado por la chica.

-¿Sabes dónde está?- La anciana asintió, pero no dijo una palabra.- ¿Dónde? ¡¿Dónde?!-Preguntó Roman, desesperado. Ya había perdido a su hermano, no quería perderla también a ella.

 -No te lo diré. Debes descansar. De otra forma, sé que irás a buscarla.-Contestó el Hada Madrina, acomodándole las almohadas al paciente, quien estaba al borde de la desesperación al no recibir respuesta alguna de la anciana que lo estaba cuidando.-Además, te acabo de curar la herida, necesitas tomar la medicina y…

-Descansar.-Terminó el castaño, intentando no entrar en pánico.-Lo cual se me hará imposible sí no sé dónde se encuentra y cómo está Cinder.

La señora se mordió el labio, dudando. Y Roman se tranquilizó un poco al saber que, sí llegaba a flaquear, ella le contaría con exactitud dónde estaba su pequeña Cinderella y el muchacho no dudaría en ir a buscarla.

-Es muy oscuro. Es un lugar del cual nadie debería estar, ni siquiera vivir por el número de asesinatos que ocurrieron allí desde que tengo memoria y desde que esa casa existió.-El estómago de Roman se contrajo, no esperaba que fuese tan tenebroso aquel lugar. Realmente, no esperaba que fuese de ninguna manera en especial. Se acobardó un poco antes de escuchar el horrible lugar al que se la habían llevado. Pero, luego de oírlo y recordando todo lo que había sucedido la noche en que todo había sucedido, recobró el valor. Hizo un ademán de levantarse, pero fue detenido por la señora.- ¿A dónde crees que vas, querido? A ninguna parte, tenlo por seguro. Ella se puede cuidar sola perfectamente. Pero tú sigues muy débil aún. Y debes quedarte.

-Discúlpeme, hada. Pero yo no conozco a ninguna “Ella”, yo conozco a “Cinder”. Y ella, ahora, necesita de nuestra ayuda. No pido ir solo, ven conmigo. Podrás cuidarme y salvarla a tu ahijada humana, o lo que sea tuyo, también.-La aludida la miró algo sorprendida y un tanto con miedo. Se le notaba en la mirada que ir no le suponía ninguna gracia.- Hada, por favor, no quiero perderla tal como perdí a Richard.

Dubitativa y pensativa, la anciana madrina se levantó de la cama, sin pronunciar una palabra.

Roman no podía esperar ni un minuto más, necesitaba salir ya de aquella casa para ir hacía ella, Cinderella. Y el hada madrina no ayudaba tardando tanto en decidirse.

-¿Sabe? No importa.-Terminó el joven, luego de un rato de insufrible espera, antes de colocar los pies afuera de la cama.-Está bien. Deje, iré solo.- Se levantó ante la mirada apenada del hada y caminó hacía lo que había divisado como su ropa.-¿Podría salirse? Tengo que cambiarme.

La anciana salió caminando, sintiendo la mirada reprobatoria del menor, el cual sentía como si su única ayuda cayese. No tenía a nadie. Ninguna persona lo ayudaría a salvarla y eso lo asustaba ya que no sabía cómo hacer para vencer solo a William, salvar solo a Cinder y traerla sin compañía a aquella cabaña para que su mentora la acogiese.

Unos pocos minutos después, él salió de la habitación, completamente vestido y sin ningún plan.

-¡Hada! ¡Ya me voy!-Gritó él, al no ver a la aludida junto a la puerta, algo que contradecía lo que él había estado imaginado. Sin una pizca de duda en su mente, bajo corriendo las escaleras de madera y, luego de gritar esas cuatro palabras nuevamente, salió a las afueras de la casa, donde se encontró algo que realmente lo sorprendió.

(…)

Los galopes del caballo en el que montaba, lo calmaban un poco, al igual que la presencia del hada en el caballo de al lado. Lo reconfortaba saber que, después de todo, sí tenía su ayuda.

My Little Ella #ConcursoEUVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora