Capítulo VII

4 1 0
                                    

Cinder.

¿Podía ser más fuerte el dolor de cabeza que tenía en ese momento en específico?

Definitivamente no. O, eso pensaba Ella, sin saber el lugar en el que estaba.

Quiso abrir los ojos, pero el dolor se lo impedía. Quedándose, de esta manera, dormida nuevamente en una superficie fría y dura.

Unos minutos, horas, días, semanas, Cinder nunca pudo describir el tiempo había estado durmiendo allí, ya que nunca lo supo con certeza. Pero sí estaba al tanto de que debía despertar de alguna manera y salir de aquel lugar que tanto dolor en la espalda le provocaba. Por lo tanto, requirió la ayuda de todos sus esfuerzos para empezar por la primera parte; abrir los ojos.

Cuando lo hubo logrado, se exigió un poco más a sí misma y levantó su cabeza un poco, encontrándose con una espaciosa sala casi en su totalidad blanca, arruinado solo por unas curiosas manchas de sangre en las paredes y en el suelo, con unos pequeños viejos muebles por aquí y por allá que a Ella siempre le habían parecido desagradables. Por último, antes de bajar la cabeza al frío suelo de mármol, observó una ventana con una peculiar rasgadura en forma de telaraña causada por ella misma hacía unas cuatro semanas. Al volver a posar su cabeza en el suelo, se dio cuenta que estaba en su vieja habitación.

Unos pocos segundos después de su gran descubrimiento, apareció una voz detestable y sarcástica, junto a unos molestos y unos igual de sarcásticos que la voz, aplausos.

-¡Bravo, pequeña Ella! Te has despertado. Es hermoso cómo puedes hacer algo sin que tus amigos estén involucrados. ¿No? Deberías intentarlo alguna vez. O, más bien, debiste intentarlo. Ya que no tendrás la oportunidad de hacerlo de nuevo.-Sonrió. Eso lo sabía Cinderella sin verlo, era obvio para ella que William había puesto en su rostro una sonrisa de arrogancia y superioridad.- ¿Sabes que no es cortes no mirar a las personas cuando se habla?-Preguntó el hombre, acercándose a la chica a grandes zancadas rápidas. Para, luego, tomarla del cuero cabelludo y, de esta manera, levantarla del suelo.-Te mataré, Cinderella.

-Quiero verte intentarlo.-Le contestó la castaña valientemente con las pocas fuerzas que le quedaban. Recibiendo por ello una fuerte cachetada que le marcó la mejilla y consiguió que su labio comenzará a sangrar.- ¿Eso es todo lo que tienes?-Preguntó tercamente, escupiéndole sangre al rostro. Recibió un puñetazo en el ojo, el cual lo dejo a este con un horrible dolor.

Cinder no tenía la fuerza necesaria para vencerlo en una pelea, pero decidió intentar derribarlo de todas maneras.

-¿Es todo lo que tienes, pequeña?-Le cuestionó el hombre, derribándola y colocándose sobre ella.- ¿Qué? ¿Terminó tu momento de osadía?

-No… me digas pequeña.-Fueron las únicas palabras que pudo pronunciar fuertemente. Después de ello, suspiró e intentó patearlo, lo cual logró tan fuertemente que, al estar tan débil, se torció el tobillo.

William se sorprendió al notar la larga distancia a la que lo había mandado con esos últimos movimientos de pelea. Pero, ignorándolo todo y con un grito de guerra, tomó a la chica del cuello y la levantó nuevamente, para luego lanzarla contra la pared como si no fuse más que un juguete.

Antes de que el agresor volviese a hablar, la chica comenzó lentamente a levantarse, sin estar preparada para volver a luchar.

-Te mataré como lo hice con Richard, Cinderella. Te mataré como lo hice con Lizbeth, con Anastasia, con Roman y con el resto de tu familia.-Cinder escuchaba sin sentir ni un poco de compasión por todos los nombres, ni miedo a lo que pudiese pasar puesto que ya sabía cuál era su destino. Pero, cuando llego al último nombre, el de su viejo amigo, lo único que pudo sentir fue como sí el corazón le dejase de latir por un momento. Por un breve momento y maldito momento en el que su mundo se vino más abajo de lo que estaba, hasta que algo que ninguno de los dos esperaba pasó.

-Puede que hayas asesinado a la mayor parte de esas personas,  William. Pero vas a tener que hacer algo más que dispararme con la escopeta para que yo no venga a salvarla.-Esa era la voz de Roman. Era de él. Ella estaba segura de ello.

Las últimas cosas que Cinderella recordó antes de desmayarse fueron el incesante dolor que sus heridas le causaban, el aterrador sentimiento de saber que la muerte se acercaba y la felicidad que le traía saber que él estaba vivo, que Roman estaba vivo y había venido a rescatarla.

My Little Ella #ConcursoEUVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora