40. Cabrón...

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Cabrón:

No, no te fijes en sus gemidos, ella puede gritar como una puta ninfómana y no sabrías si finge o no.

Fíjate en sus gestos naturales, en sus pies que pone de puntillas como bailarina, en la rigidez de
detrás de sus rodillas, en sus axilas sudorosas y su respiración; siente su
carne al abrirse y lo caliente que  es por dentro; su humedad, sí, tócala si así lo deseas, pues si está en ese éxtasis no le importará.

Haz que se pruebe ella misma y que se haga adicta a su sabor, a su olor.

Dile suciedades al oído, si te pide que le sigas hablando así, y que le chupes la oreja, cabrón, es porque lo estás
haciendo bien; dile más y haz que ellas misma se las diga.

Siente su saliva, lámele los labios, también  su boca. Siente como se va muriendo,
como se desmorona, como le brincan algunos músculos naturalmente, como se desespera y se aferra a ti.

Observa como se tuerce,
como estruja las sábanas,
como sucumbe lentamente,
como te dice cosas que nunca había dicho, como se pone como nunca se había puesto, como se excita, como se muere, sí, como se muere.

Mira como le tiemblan las piernas y explota frente a ti, y quiere ser salvada,  para no morir de placer.

Observa bien esa metamorfosis de diosa a humana pecadora, carnal, necesitada de ti, de un simple cabrón como tú.

Cuando haya pasado todo esto,  entonces sí, fue tu puta, y ella lo sabe, y ella te lo dijo, y quiso que se  lo dijeras y que la trataras como tal no porque quisiste sino porque ella  deseó ser y decirlo, y sentirse así; se sintió tan libre y plena al ser tu puta;  promiscua, llena, puta; sí, eso fue,  eso quiso, quiso ser tu puta,
cabrón.

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