24. Es una trampa

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-Llegamos -la voz del señor que conducía el taxi me hizo salir de mis pensamientos, seguido por el lejano sonido que provocaba el motor del auto al apagarse. 

Abrí la puerta del auto, dispuesta a salir, pero la voz de aquel hombre me detuvo.

-Espere... son diecisiete euros.-sentí como mi corazón casi se detuvo al escuchar aquellas palabras. ¿Cómo iba a págarle? 

-Yo...-mi vista bajó a mis manos y mis ojos se toparon con el anillo que Adam me dio, un día antes de marcharse de la ciudad. Sin pensarlo dos veces, porque sabía que me arrepentiría, me quité el anillo y se lo entregué al hombre. 

Bajé del taxi y alcancé a escuchar como el motor se encendía de nuevo, para luego perderse en la lejanía de la solitaria calle. Comencé a caminar un poco temerosa hacia la entrada del bar. Al llegar, alcancé a notar que la puerta estaba entreabierta, así que terminé de abrirla para luego adentrarme al lugar. Éste seguía igual que la última vez que había estado aquí. Los recuerdos de aquella fría noche vinieron a mi mente y un escalofrío me recorrió completa, recordándome que no debía estar aquí. Lo ignoré, y seguí caminando. 

Al llegar a las escaleras hacia abajo mi respiración comenzó a acelerarse, sin embargo, pisé el primer escalón. Éste rechinó, haciendo que mi corazón diera un vuelco. Seguí bajando, hasta llegar a la puerta al final. Curiosamente, la puerta estaba entreabierta también, así que la empujé, abriéndola completamente. 

En este momento no sabía qué estaba haciendo aquí. No sabía por qué había venido. Lo que sabía era que no podía irme, aunque todo indicara que debía salir de aquí ahora mismo. 

Cerré mis ojos y respiré hondo, para luego soltar el aire lentamente, como si eso me diera el valor o la calma que necesitaba en estos momentos. 

Al cruzar la puerta, pude notar como una luz se colaba por el umbral de la última puerta. Esa puerta que nunca crucé y que estaba segura que hoy cruzaría. Conforme me iba acercando a esa puerta, murmullos de varias personas discuriendo se iban haciendo presentes y más audibles, sin embargo, no eran claros, no lograba descifrar lo que estos decían. 

Seguí caminando, hasta postrarme frente a la puerta. Con mi mano temblorosa, tomé la manija y la impulsé con un poco de fuerza hacia abajo, convirtiendo aquellos murmullos en voces más claras.

¿Cómo sabías que iba a darme el anillo? 

Se escuchó del otro lado de la puerta. El sonido era como una grabación, no era muy claro. 

Simplemente lo sabía.

Esa voz. Podía reconocerla en cualquier lugar. Adam. 

¿Qué se supone que haga con el anillo ahora?

Escuché de parte de la otra voz y mi ceño se frunció rápidamente. Aquella voz también me era familiar. 

Fue entonces cuando caí en cuenta de la situación. Había olvidado que segundos atrás le había dado mi anillo al taxista. 

De pronto, tuve miedo de entrar allí. Tuve miedo de ver quién estaría detrás de esa puerta y tuve miedo de lo que pasaría si yo entrase allí. 

Miré la manija, tratando de no pensar en las consecuencias, y con un mal cosquilleo en mi estómago, la tomé entre mi mano y la jalé con un poco de fuerza. La manija provocó un fuerte ruido al abrirse y una mueca se formó en mi rostro. Al jalar la puerta hacia mí, un rechinido llenó la habitación y mis labios se fruncieron. Ya no había vuelta atrás. Había abierto la puerta que creía que cavaría mi tumba. Tal vez estaba siendo un poco dramática, pero así era como lo sentía. 

ALÉJATE DE MÍ (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora