Uno.

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// Noa //

28 de mayo de 2017.

(28 días para la boda)

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Clack, clack, clack, clack, clack...

Probablemente ella era la única mujer del aeropuerto que podía caminar subida en aquellos increíbles tacones de la marca Manolo Blahnik con tantísima gracia, llevando un bolso Prada colgando del hombro, unas carísimas gafas Ray-Ban en su cabeza y un cappucino de vainilla que había comprado en Starbucks nada más bajar del avión, en su mano izquierda, porque con la derecha arrastraba una monísima maleta negra por el suelo.

La palabra 'estilo' se quedaba corta cuando se trataba de ella, ya que simplemente era es-pec-ta-cu-lar.

Su cabello castaño rozaba sus hombros con gracia y sus ojos grises dejaban mudo a más de uno. Era alta; por lo menos más alta que la mayoría de chicas, aunque no tanto para ser tomada en consideración como modelo.

Llamaba la atención pero, aunque a ella le encantara ser el centro de todas las miradas, rodaba sus ojos y bufaba cuando pillaba a un hombre girando la cara para tener una buena vista de su culo.

Joder, ¿podían ser más obvios?

Su nombre era Noa Chamberlain y cuando era joven todo lo que hacía se resumía en soñar despierta con la que sería su boda perfecta: la mejor boda sobre la faz de la Tierra.

Lo había imaginado tantas veces... Era como un cuento de hadas, en su cabeza: conocería a un tipo amable y guapo, su padre la llevaría del brazo por el pasillo que comunicaba con el altar y después de darse el mítico 'si, quiero', bailaría con su nuevo marido (que sería perfecto) el famoso vals nupcial.

En su adolescencia, aquella idea sonaba maravillosa para ella.

Pero la verdad es que nunca lo había podido vivir.

Tenía veintisiete años y era un alma solitaria que se mataba a trabajar en un sitio que no soportaba, con gente que no soportaba y, a consecuencia de ello, vivía una vida que no soportaba lo más mínimo.

Trabajaba en Nueva York y cuando era una adolescente, la idea de New York, New York sonaba super emocionante pero, joder, ¡cómo echaba de menos vivir en Londres! Echaba de menos el enorme dormitorio que colindaba con el de su hermana pequeña, Caroline.

Echaba de menos ser una adolescente y tan sólo preocuparse de su perfecta boda, en vez de pagar facturas -entre otras tantas cosas.

Aquella tarde en el Aeropuerto de Heathrow era un repentino cambio de planes. Bombazo: Carol se iba a casar. ¡Como si a Caroline le importaran las malditas bodas!

¡¡¡No era justo!!!

Vamos a ver, ¡por supuesto que quería que a su hermana le fuera todo bien en la vida! Noa no era tan zorra... pero seguía sin ser justo.

Por si fuera poco, el chico con la que su hermana se iba a casar era absolutamente perfecto. Si, su novio -bueno, a partir de entonces su prometido- era un tio de admirar... pero, ¿es que nadie la podía entender a ella? ¡Era su sueño! ¡El suyo, no el de Caroline!

Noa recordaba entonces aquellos tiempos en los que su familia parecía muy disgustada con la idea de que su niña chica estuviera saliendo con un chico latino -porque a los Chamberlain, a clasistas, no les ganaba nadie-, aunque todo aquello cambiara cuando llegó el compromiso.

De repente, con la llegada del anillo en el dedo anular de Caroline, todo el mundo estaba entusiasmado y todos los problemas se habían acabado. Además, que Gus -el novio en cuestión- tenía un restaurante de comida típica cubana en el centro de Londres que funcionaba bastante bien, así que sus padres -los de Caroline y Noa- no podían decir nada, y menos si veían a la pequeña siendo así de feliz.

La Diversión Viste De Rojo 👠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora