Tres.

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// Noa //

En algún lugar del Mar Mediterráneo.
Verano de 2010.

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E volavo volavo felice più in alto del sole ed ancora più su,
Mentre il mondo pian piano spariva lontano laggiù,
Una musica dolce suonava soltanto per me...

Volare... oh, oh!
Cantare... oh, oh, oh, oh!

El aire caliente acariciaba su cara, que estaba algo hinchada porque la noche anterior no había sido capaz de parar de llorar, con una botella medio vacía de ron barato y con un poco de música de la gran Amy Winehouse - ya que aunque la gente prefiriera a Adele, cuando se trataba de canciones al borde de la depresión, ella siempre había sido una fiel devota de Amy.

Por la mañana, todo parecía un poco mejor.

El sol brillaba en el cielo y las hermosas vistas la dejaban prácticamente sin aliento.

Le echó un vistazo al altavoz que estaba en lo más alto de la columna que daba a la piscina de aquél crucero y reconoció aquella canción típica italiana -bueno, más bien recordó cómo su madre, que era una mujer bastante chapada a la antigua, la escuchaba de vez en cuando- y sonrió, tranquila.

Estaba en la proa del enorme barco, admirando la enormidad del Mar Mediterráneo y sintiéndose como si fuera la mismísima Kate Winslet en Titatic -y no os riáis, pero la primera cosa que Noa Chamberlain pensó cuando por fin tuvo el billete del barco que la llevaría a Roma en sus manos, fue en la película y en aquél enorme transatlántico que se hundió a principios del siglo XX, como si fuese una masoquista y la idea de un barco hundiéndose la ayudara mucho.

Su mente funcionaba así, ¿qué podía hacer?

Las vistas eran increíbles y Noa decidió apreciar aquél momento, aunque estuviera un tanto enfadada por la situación que la había llevado a estar en aquél barco.

A pesar de todo, el sonido de las olas chocando contra el crucero era lo más cercano que tenía de la palabra 'paz' por el momento, así que intentaría disfrutar de la situación y simplemente olvidar.

Todas aquellas cosas en las que no quería pensar estaban bien lejos, por lo menos.

Suspiró y cogió el paquete de cigarros que estaba metido dentro de su pequeño bolso. Intentó encontrar también el encendedor, sin ser capaz de hacerse con él y farfullando. "Maldita sea..." Así que decidió echar un vistazo alrededor, por si había alguien fumando que la ayudara.

Encontró a una chica rubia apoyada contra la pared de madera que daba con el interior del crucero, fumando relajada.

Noa caminó hacia ella, decidida a pedirle un maldito mechero.

"Perdona." La chica de pelo rubio alzó la mirada. Noa no supo porqué, pero de algún modo aquellos ojos azules hicieron que se sintiera intimidada. "¿Tienes un mechero?" Ella preguntó, sin estar muy segura de si la otra chica la estaba entendiendo o no.

Cuando la chica sacó un encendedor del bolsillo de sus vaqueros y se lo pasó, Noa sonrió un tanto aliviada. ¡Por fin! Todavía no sabía si la chica la había entendido o viendo el cigarrillo entre sus dedos, había supuesto que estaba buscando un mechero pero de todos modos, no iba a preguntar.

"Gracias." Dijo una vez se había encendido el cigarro, y una vez ya le había devuelto el mechero a la chica, que se alejó antes de darle la oportunidad de hablar.

La Diversión Viste De Rojo 👠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora