Capítulo 3

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Me estremeció el tacto. Me giré y vi a Luis. Dios, Luis. Le fascina asustarme desde... siempre.

Luis es mi hermano mellizo y un buen amigo. Hace poco cumplimos 16 años. Nos llevamos genial y eso se debía a que nunca peleabamos. Es mi compañero de clase y puedo decir orgullosa que no era mas bueno que yo en la escuela.

-Mamá te avisó que me vendría a buscar-dije.

-Si, hubiera estado padre quedarse hasta el final. Falta la lluvia de globos con premios y el desfile para elegir a la pareja más buena del baile-. No expresaba enojo, ni lamento. Parecía algo emocionado, aunque tenía clarisimo que mamá nos llevaría a los dos. Como lo quiero.

-Perdona, es que no me sentia cómoda y pues... -pensé en Jonathan y mi caída. MI CAIDA. Me revise los brazos y rodillas y no tenía heridas en absolutamente ningún lado, es más nada me dolía desde hace rato.

-No importa, habrá otras mejores-. Me sonrió y le devolví la mejor sonrisa que pude ya que otras cosas ocupaban mi mente.

Jonathan. Jonathan. ¿Eres real? ¿Acaso regresé solas de las calles de Viele sin su compañia?

A los minutos llegó mi madre y nos marchamos dejando atras la noche más negra de mi vida.

Viviamos a unos seis kilómetros de la escuela y el viaje se me hizo corto.
Observaba la pared de las fachadas de las casas de camino a casa a través del vidrio de mi ventana mientras Luis le contaba a nuestra madre detalles de la fiesta y cosas que hizo con sus amigos.

Mientras más observaba, estaba más allá de la atmósfera sin pensar...

-¿Qué tal te parecio, hija?

-¿Qué?

-La fiesta. ¿Te gusto como a tu hermano o no tanto?

-Ah. Emm. Estuvo genial, me divertí mucho con las chicas, pero me sentía algo cansada y por eso pedí que me recogieras.-Sonaba tranquila, mas que tranquila mi voz parecía a esa voz tan serena que tenía después que me despertaba en las mañanas y la relajación del cuerpo me duraba unos cuantos minutos.

-Me alegro de escuchar eso-. Me miró por el espejo retrovisor y yo sonreí.
Luis como casi siempre no dejó de hablar, bla, bla,bla. Después de medio minuto deje de prestar atención y volvi a mi reciente actividad. Casi todas las casas, con las luces apagadas.

Vi una silueta y creí haberla reconocido. Sentí un escalofrío, mire de nuevo en la dirección de esa casa con la calle poco iluminada a tientas por una penumbra muy débil y no pude ver nada. Fuera quién fuese había desaparecido.

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