Capítulo 8

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Me moví como un demonio mientras mis silenciosos gritos no se dejaban escuchar.
Levante un pie y lo impacte como pude contra su rodilla.
Se quejó, y cuando aflojo su agarre me giré enojada al reconocer la voz de los lamentos.

-¡Ay! Ya basta. ¿Estás loca? Bueno al menos puedo decir que sabrás defenderte bien si alguien te ataca de atrás.

Mi corazón no se tranquilizaba.

-¡Que demonios! ¡¡¡Casi me matas del susto!!!- exclame enojada con la cabeza entre las rodillas.

-Era un chiste-dijo Luis.

-¿Un chiste? ¡Los chistes no consisten en matar de una taquicardia a las personas!

Se me acerco, paso una mano sobre mi espalda y preguntó:

-De verdad, lo lamento. ¿Estás bien?

-Si. ¿De quien fue la idea?-. Sabia que a el no se le habría ocurrido una locura así.

-Teo asustó a Vanesa. Pero a él le fue peor que a mi- empezó a reirse.

Mi inconciente de seguro se esperaba esto. <<Gracias por el aviso>> digo mentalmente. Luis habituaba asustarme siempre, o yo era demasiado paranoica. Debía, sin embargo, darle crédito por su estrategias de susto. Todo era su culpa.

-Me imagino. Tus amigos... son tan raros.

Empezó a andar con aquellos cuatro chicos -Teodoro, Sebastián, Alfredo y Cristian- hace como tres años atras y ahora son los "populares" de la escuela, por no mencionar que las familias de los otros son muy ricas.

-Aún asi los quiero. De verdad lo lamento.

-Está todo bien. No te preocupes. ¿Por qué regresaste antes? Pense que irías a comer con ellos.

-Sebastián programó la juntaba para contarnos algunas cosas y no fuimos a ningún lado- bajó la mirada.

-¿Le pasó algo?-pregunté mientras abría la heladera, sacaba una fruta y me sentaba en una silla.

-Más o menos,-dijo apoyandose en la mesada de la cocina-tiene muchos problemas serios y quiere dejar la escuela.

Sebastián Olmedo, era el que mas inofensivo me parecia del grupo, incluso mas que mi hermano. Ahora que me decía esto no queria imaginar si debía esperar cualquier cosa de los demás.

-¿Enserio? Ten cuidado, te quiero y no quiero que te sucesa nada-dije.

Puso los ojos en blanco.

-Tu y tus prejuicios- frunci el ceño y se río.-Tranquila. Además él no es el del problema sino su padre. ¿Recuerdas su negocio de golosinas?

Asenti, era el comercio de golosinas (solamente de golosinas) más grande de la ciudad. Estaba segurísima que se podian llenar los bolsillos.

-Bueno, el señor Olmedo vendía drogas.

-¿¡Qué!?-exclame.

-Nadie lo sospechaba. Ni siquiera su familia. Hasta que una mujer lo denunció por encontrar yerba en una de las cajas de confites de su hijo. El lo negó todo, claro está, alegando que no sabía nada y que deberian investigar a los proveedores. Para su mala suerte revisaron todo y encontraron michas cosas... interesantes. También hubieron llamadas anónimas de testimonios que le echaban más tierra por lo que está siendo procesado y, según Sebastián, pasará mucho tiempo en la cárcel.

-¿Todo esto se los contó él?- pregunté con incertidumbre.

-Ya lo sabe gran parte de la ciudad.

-Él no esta involucrado y su familia tampoco, ¿porque dejar la escuela?

-Creé que debe cuidar de su madre y su hermano menor. Ellos son su prioridad.

-No tiene porque hacer eso. Digo, dejar su educación solo porque su padre por X razones se metió en líos y los dejó solos.

-Díselo. Ya lo sé, le dijimos lo mismo pero está decidido y cree que será lo mejor. Viajará, no nos dijo adónde pero espero que encuentre lo que busca.

-Espero que se encuentre bien.

No me imagino como se sentirá. Que tu vida cambie de un momento a otro debe ser horrible.

El futuro es lo único que debería aterrame, pensé.

Luis estaba cocinado antes de que llegara y había puesto a hacer una ensalada mientras esperabamos que nuestros padres regresen.

Mientras cortaba unos tomates y esperabamos a que la comida terminara de guisarse, se me ocurrió preguntarle una cosa estúpida. No se de donde había salido o cuanto tiempo llevaba girando en mi cabeza. Claro, desde que mi cusiosidad por si sola no encontraba una respuesta factible de porque seguía soltero.

-Oye, hermano-solté, me miró y me quedé petrificada. Empezó a reir.

-¿Qué sucede?

-Eh... ¿alguna vez has tenido novia?- listo, me sentí aliviada. Luis era demasiado apuesto para que no andara con alguiel.

Se echó a reír llevando la cabeza hacia atras, esparciendo una carcajada sonora.

-¿A qué viene todo ésto? Jamás me preguntas nada de mi vida privada.

Pensé que se estaba enojando y salí a la defensiva:

-No lo sé, maldita sea. Quizá sea porque nunca traes a nadie a casa. Y no esta mal como para no...

-¿Qué no estoy mal?- me preguntó sonriendo.

-¡Ya basta! -dije mientas golpeaba su hombro y llenaba su camiseta blanca de jugo de tomate. Le pedí perdón y le prometí que la lavaria.

Estabamos apoyados en la encimera de la cocina cuando sólo se escuchaba el sonido burbujeante del guiso de fideos. El se dirigió a destapar la cacerola.

-Sólo te quise molestar haciendote creer que te entrometias demasiado porque sabía que reaccionarias así. Eres demasiado sensible-dijo y eso hizo que me enojara más aumentando su diversión.

-Pero, ¡en un meses cumpliremos 17! Es sabido que yo nunca he salido con alguien, más tu no...

-No, jamás he salido con nadie.-Dicho esto me miró con el semblante serio.

Se río, seguro al ver mi expresión, y siguió moviendo la comida. Cerré la mandibula que se me cayó -involuntariamente podría decir-
-, no podía creerlo.

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