Capítulo 4

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A la mañana siguiente me desperté como a las diez y algo. Bajé las escaleras, me dirigí a la cocina y encontre en la mesada un bowl boca abajo. Lo levanté y encontré tostadas en un plato y una nota. "Hay mate con leche en la tetera eléctrica y queso untable en la heladera, Luis." Ay hermano, como lo quería. Había una pasión que compartiamos juntos y era cocinar. Desde hace 4 años atras, nos metimos en la cocina y empezamos a empujar de a poco a mamá hasta casi (podría decir) terminar arrebatandole el lugar.

Luis y yo nos levantabamos temprano a hacer el desayuno para todos. A veces se dormía y lo hacia yo. A veces, como en este caso yo me dormía y lo hacía él. La mayoría lo haciamos los dos, cocinar era algo espectacular para nosotros. Creo que no nos quedamos dormidos los dos jamás desde que empezamos a cocinar y dejarle el desayuno a nuestros padres a su suerte. Los fines de semana acostumbrabamos hacer galletas, masitas, una que otra tartan postres y nos encargabamos de las comidas. Siempre que podiamos, cocinabamos porque nos gustaba hacerlo.

Puse a calentar el mate con leche y opté por sacar un frasco de mermelada de duraznos y damascos.

Unte una rebanada de pan con este dulce y le dí una mordida sosteniendola con la mano izquierda mientras con la derecha me servía un poco de mi desayuno en una taza pequeña. Después de egullir lo que tenía frente a mí, lave todo y guardé las otras cosas.

Me apoyé en la mesada con las palmas de las manos apoyadas en la mesa y los dedos tamborileandolos dentro de la pileta de la cocina pensando si lo de ayer había sido un sueño. No lo recordaba bien, por lo que solo decidí ignorarlo.

Después de hacer una cosas, salí afuera. Vi que mamá y Luis arreglaban las flores de jardin y cambiaban de lugar algunas macetas. Estaba en el umbral de la puerta cuando él me miró. Lo miré. Estaba a unos veinte metros de mí, cruzando el asfalto. No lo reconocí, pero no quitaba sus ojos de mí. Un vehículo rompió nuestro contacto visual y, como suele pasar en las películas, se desvaneció. Dirigí mis ojos hacia mi familia. Levante la vista, no estaba. Respire con dificultad. ¿Estaba teniendo visiones? ¿Desapareció? ¿Otra vez? ¿Me estaba volviendo loca acaso?

Luis se percató de mi presencia en la puerta, se incorporó y sonrió.

-¡Eh! Buenos días, ¿hacemos el almuerzo?- preguntó con mucho entusiasmo.

-Cla... claro -intenté sonreír, pero creo que mi expresión hubiera sido mejor si no lo hubiera intentado.

-¿Estás bien? Parece que viste un fantasma-. Si, eso es lo que vi, pensé. ¿Era eso lo que había visto? Ahora y ¿anoche?

-No es nada, quizá dormí demasiado- le argumento, eso era mentira, no dormí bien- mamá no te molesta que nos vayamos a cocinar.

-No, vayan. Terminaré esto-dijo señalando sus plantitas.-Que se diviertan.

-Gracias - sonamos al unísono.
Los sábados nosotros dos acostumbrabamos hacer pastas. Hicimos albondigas con spaghetti. Me encargué de la masa mientras mi compañero hacia la salsa que jamás le negaba pues a él le salía mucho mejor que a mí.

Después de una hora de trabajo, terminamos. Saqué las pastas de la cacerola de agua hirviendo y las fuimos sirviendo. Papá llegaría del trabajo pronto. Él era contador en un supermercado, uno de mis lugares favoritos en el mundo. A Luis y a mí nos encantaba ese lugar, tanto debido a nuestro fanatismo culinario.

Mi madre era maestra en una escuela primaria y docente en un secundario diferente al nuestro. "Es mejor así", nos decía. Pues no quería que nuestros compañeros creyeran que nuestro desempeño se debía a la influencia de que ella trabajaba en el instituto. Odiaba los comentarios de la gente que se mete en donde no fueron convocados.

Dispuse una jarra de agua en la mesa mientras mi colega ponía la mesa. Me aferro a la mesa de la sala con simuló para pensar en lo que habia visto unas dos horas atras. Estaba segura de que era un hombre. ¿Estaría vigilandonos? Desapareció, se desvaneció junto con la sombra que proporcionó una nube que tapó al sol como una manta. Cuánto tiempo llevaba allí. ¿Habrían reparado mis seres queridos en él? Me pareció que no. Esto comenzó a asustarme, desde la fiesta de inicio de clases estaba temiendo cosas. Mis heridas, Jonathan, el desconocido. Tenía que hablar con alguien de esto.

Acabado el almuerzo, mamá se ofreció a lavar los platos, voluntad que no pude contradecir por mucho que lo intenté. Fui a mi habitación, agarre mi móvil y llamé a mi amiga Ester. No contestó. Le deje un mensaje de texto pidiéndole si podia salir a pasear un rato conmigo a Josten. Que como yo ya tenía licencia podriamos ir en el vehículo de mi madre.

Me llamó al rato confirmandome que le encantaria. "Genial, pensé, no está enojada conmigo". Pedí permiso para ambas cosas (para salir y para llevarme el auto corsa de mi madre).

Eran las 3 de la tarde y debía volver antes de las 7 para cenar, ese era el trato.

Volví a las 5:30. Volví como me había ido, con mis inquietudes aún encerradas en mí, una cámara rota y el miedo creciendo como mala hierba en mi alma.

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