Entré a la escuela con libros en mi mochila y vacío en mi estomago. Literal, vacio de espacio no vacío de carne. Me había levantado temprano pero no me había levantado de la cama, solo me mantuve despierta pensando en lo que me había sucedido hace unos días. Lo del muchacho, el extraño obsevandonos cuando mamá y Luis atendian las necesidades de las apreciadas macetas. De la fotografía, de todo. Resumiendo mi cabeza era una maraña de cabellos tejidos.
Al ingresar al curso, me senté al lado de Ezequiel como acostumbraba siempre, saque una galleta de la bolsa de papel que habia llevado conmigo con una dovena de estas en su interior. Se las ofrecí a mi compañero pero me rechazo el ofrecimiento justificando que desayunó antes. Le di un mordisco a la galleta que sostenía en mi mamá izquiera y miré el pizarrón, viendo la nada, esperando que el profesor hiciera el honorable sacrificio de presentarse a trabajar para enseñarnos matematicas financiera. Estoy seguro que nos odia porque cada vez que preguntaba si alguien entendió, el 90% del curso respondía que no.
Giré para mirar a Ester y mis ojos la encontraron charlando con Solana que se sentaba un asiento adelante de ella y que en ese momento estaba de espaldas de mi. Me sonrió. Solana se dió media vuelta, me vio y estiró sus serios labios contraidos formando una sonrisa. Me levantó el pulgar hacía arriba indicando que todo estaba bien. Después sus corneas ascendieron hacía arriba y volvió a su semblante serio pero mas serio de lo normal. Era señal de que el profesor habia entrado al aula.
Terminadas las clases del lunes, me fui. Hablé con Ezequiel en uno de los recreos sobre la misión que se acerca y le asegure que estaría sin falta. A la salida Luis me alcanzó y me comentó que el y sus amigos irian a almorzar por ahí. Cosa que me sorprendió porque no somos de comer comida por ahí. Siempre la cocinabamos. Tal vez sea porque muchas veces sus amigos lo invitaban a comer y él rechazaba la propuesta. No era un acto de rebeldía y mi hermano tampoco me estaba dejando de lado. Estabamos a varios meses de nuestro décimo séptimo cumpleaños y ahí sería cuando terminaría la secundaria para siempre. Él solo aprovechaba la etapa y quise pensar que debía hacer lo mismo.
Estudiaba mucho y me divertía nada -me divertía a mi manera, maneras que muchos adolescentes dirían que no era divertirse-. No me consideraba divertida ni nada de eso. Rara vez me juntaba con mis compañeras a pasear o algo parecido (no quiero decir que esto me amedite como divertida). Jamás había tenido novio porque no me habría gustado que un chico me moleste y, en mi opinión, un novio sería molesto. A los 16 años esa es la teoría que tenía. A mi familia mi conducta y mi modo de pensar no les molesta (en especial a Luis que está lúcido de no tener que cuidarme tanto). Para él yo era bonita y temía por mí. Que tontería. Dos compañeros de curso fueron los únicos que me invitaron a salir en mi vida pero no acepté porque lo consideraba... innecesario.
Me dirigí a la parada de autobuses con la intención de regresar a mi casa hasta que Solana me alcanzó. Solana, la conozco desde hace años y es de mis mejores amigas, pero a veces creo que me llevo mejor con Ezequiel que con ella. Empecé a calcular que me propondría algo para "reconciliarnos" aunque no había razón para que hubiera tal acontecimiento.
-Lea, hola- aterrizó a mi lado jadeante y exausta. Se puse las manos en las rodillas hasta recueparase un poco.
-Hola, ¿estás bien?- pregunté. Luego maldije mentalmente porque no sabía como interpretaria mi pregunta.
-Si... No te preocupes- dijo recobrando el aliento-. Él... es solo un degenerado-si, por ahí iba-. No me interesa, me importa nosotras.
Le sonreí esperando a que prosiguiera.
-¿Quieres ir a mi casa para charlar y de paso al almorzamos?
La miré y puse los ojos en blanco. Teníamos evaluacion de química al día siguiente y -por lo menos yo- no estudiamos lo sufiente.
-Tienes razón, es mala idea. ¿Otro día?- dijo después de que le comuniqué el inconveniente.
-Si, el viernes podria ser.
-Claro, me gustan los viernes.
-Siiii, ya quedamos. - Nos dimos un abrazo de abuelitas.
Cuando llegué a casa, vi que mamá -que siempre llegaba antes que yo- dejó una nota. Se había ido con papá a pagar cuentas y comprar alimentos.
Entré en la cocina y observe una cacerola en fuego corona. Me acerqué sigilosa y curiosa para mirar que se estaba cociendo.
Al destapar la olla sentí una presencia y antes de que pudiera voltear, alguien me cubrió la boca con una mano y con el otro brazo me inmovilizo por completo...
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Encuentro
Science FictionLea Corona. Tranquila,bonita, valiente, inteligente, buena persona. Ella parece tener cualidades y recursos para ser muy felíz. Pero las cosas no siempre pueden ser demasiado perfectas. Consecuencias inesperadas pasan factura y con hacerle frente a...